El crecimiento para este año ha sido revisado al alza en Brasil, México, Chile, Colombia y Perú, pero a la baja en la región del Caribe
ALEJANDRO WERNER, ANNA IVANOVA Y TAKUJI KOMATSUZAKI
Las economías de América Latina y el Caribe comenzaron a revertir la devastación económica inicial que dejó la COVID-19 a comienzos de 2020. Pero el recrudecimiento de la pandemia a finales de ese año amenaza con frustrar una recuperación que ya es desigual y con agravar los enormes costos sociales y humanos.
Tras la fuerte contracción en el segundo trimestre del año pasado, la veloz recuperación en el tercer trimestre superó las expectativas en algunas de las economías más grandes, como Brasil, Perú y Argentina. La manufactura se recuperó más rápido que los servicios. Las exportaciones netas han retornado a los niveles previos a la crisis, pero el consumo y la inversión están rezagados.
Los indicadores anticipados, como la producción industrial y las ventas minoristas, señalaban a que el repunte habría continuado en el último trimestre de 2020, impulsado por un considerable estímulo fiscal, condiciones financieras internacionales favorables y la resiliencia y adaptación de los agentes económicos ante la nueva realidad. El FMI revisó al alza su pronóstico de 2020 para la región, de -8,1 por ciento a -7,4 por ciento.
No obstante, esta recuperación que ya de por sí era desigual se ha visto amenazada por el reciente recrudecimiento de la pandemia y la reintroducción de medidas de contención más estrictas en algunos países, así como por las repercusiones de la desaceleración de la economía mundial. Las cifras de nuevas infecciones y muertes han aumentado en los últimos dos meses en América del Sur y América Central, si bien se notan indicios de estabilización más recientemente.
Los sistemas de salud se encuentran bajo intensa presión en muchos países y la intensidad con la que se realizan las pruebas de detección sigue siendo baja en comparación con la de las economías avanzadas y otras economías emergentes, pese a ciertas mejoras registradas desde agosto.
Pese a esta situación, hemos elevado a 4,1 por ciento nuestro pronóstico de crecimiento regional para 2021 (de 3,6 por ciento en octubre), en vista de los resultados más sólidos de lo previsto en 2020, la expectativa de que se amplíen las campañas de vacunación, las mejores perspectivas de crecimiento para Estados Unidos y el aumento de los precios de algunas materias primas. Se espera que el crecimiento se acelere más adelante en el año.
Los costos sociales y humanos de la pandemia han sido enormes, y hacen que se cierna un gran sombra este pronóstico. Se estima que más de 17 millones de personas han entrado en una situación de pobreza.
El empleo permanece por debajo de los niveles previos a la crisis y es probable que la desigualdad haya aumentado en la mayoría de los países. Más de 18 millones de personas han sido infectadas, y la cifra de muertos asciende a medio millón.
La incapacidad para contener las nuevas infecciones, la imposición de nuevos confinamientos y el consiguiente cambio de comportamiento de la gente supondrán, en suma, un lastre para el crecimiento. Una recuperación más débil en los mercados laborales infligiría un daño social más permanente.
Un cambio repentino en la actitud de los inversionistas internacionales podría generar presiones sobre los países que adolecen vulnerabilidades fiscales y externas. Por el lado positivo, la eficacia de las campañas de vacunación y contención de la pandemia, que cuentan con el firme compromiso de la mayoría de los países, y un apoyo fiscal adicional, sentarían las condiciones para una recuperación más rápida.
El pronóstico agregado oculta importantes diferencias entre los países. El crecimiento para este año ha sido revisado al alza en Brasil, México, Chile, Colombia y Perú, pero a la baja en la región del Caribe, de 4 por ciento a 2,4 por ciento, dado que la reanudación de las actividades de viajes y turismo, vitales para la región, ha tardado mucho más de lo previsto.
América Central se ha visto apuntalada por las cuantiosas remesas, el aumento de los precios de los alimentos y un eficaz apoyo mediante políticas. América Central y el Caribe se enfrentan al riesgo adicional de los desastres naturales, evidenciado por la devastación causada por los huracanes Eta e Iota el pasado mes de noviembre.
No obstante, la plena recuperación está aún muy distante. Según el pronóstico, el producto de la región retornará a los niveles previos a la pandemia apenas en 2023, y el PIB per cápita lo hará en 2025, es decir, más tarde que otras regiones del mundo. La crisis ha repercutido desproporcionadamente en el empleo, y las pérdidas se han concentrado sobre todo en las mujeres, los jóvenes y los trabajadores informales y menos cualificados, y los indicadores sociales están dando cuenta de ello.
Ante todas las incertidumbres, la primera prioridad de los países debería ser garantizar una dotación adecuada de recursos para los sistemas sanitarios, incluidas la vacunación y las pruebas. La segunda, seguir apoyando a los sectores vulnerables más afectados por la pandemia y afianzar la recuperación que hasta ahora es incierta.
Retirar demasiado apoyo fiscal demasiado pronto pondría en peligro estos objetivos. Los países que cuentan con margen en sus presupuestos para gastar más deben seguir brindando apoyo a sus economías y focalizarlo mejor, lo cual sin duda acelerará la recuperación. Los países con capacidad limitada de gasto deben priorizar el respaldo a la salud y los hogares.
Los países pueden hacer más espacio para gasto en los presupuestos restringidos si son capaces de demostrar un compromiso para aplicar políticas fiscales creíbles y sostenibles a mediano plazo una vez que haya concluido la pandemia.
El actual entorno de tasas de interés bajas hace pensar que quizá se haya subestimado el «espacio fiscal», sobre todo en las economías mas grandes, donde los pagos de intereses se encuentran en niveles bajos pese a notables aumentos de la deuda como porcentaje del PIB.
En los países en los que las expectativas inflacionarias están bien ancladas, se debe seguir respaldando la política fiscal con una política monetaria expansiva. Las políticas en el sector financiero deben seguir facilitando el apoyo a la liquidez del sector empresarial, procurando que ese apoyo esté mejor focalizado pero sin comprometer la estabilidad financiera.
La pandemia asestó un golpe más duro a América Latina y el Caribe debido a las muchas fragilidades estructurales inherentes de la región (por ejemplo, más trabajadores en sectores que requieren proximidad física y menos en sectores que admiten el teletrabajo).
En función de su población, la región ha pagado una fuerte factura en términos de infecciones y muertes. El FMI ha estado apoyando a América Latina y el Caribe con asesoramiento en materia de políticas, asistencia técnica y financiamiento, y ha proporcionado más de USD 66.000 millones a 21 países, incluidas líneas de crédito contingentes.
Esto representa más de dos tercios del apoyo de liquidez de emergencia prestado por el FMI a escala mundial. Estamos preparados para seguir ayudando.