SARAVIA FRIAS ABOGADOS
El gobierno nacional tiene 21 ministerios. Incluye uno de “Mujeres, Género y Diversidad” (sic) y otro de “Desarrollo Territorial y Hábitat” (sic). Decenas de secretarías y hasta “unidades especiales” para justificar el engrosamiento velado, conservando prebendas y beneficios.
Luego de un año de pandemia y un falso veranito, mantuvo una estructura pantagruélica pero no creó ni una sola dependencia para enfrentar el desafío más importante de los últimos cien años.
Así estamos: un Ministerio de Salud que negó la gravedad del virus y hoy no puede negociar la compra de vacunas serias ni explicar el programa de vacunación (si hay alguno). Un Ministerio de Educación que se ufana del absurdo: haber suspendido las clases durante un año, cancelando el futuro de miles de niños y jóvenes. Y un Ministerio de Economía que se solaza de otro: no tener plan, frente a una caída histórica de la actividad económica e índices indignantes de pobreza.
Ante el nuevo mundo que inauguró el Covid, Argentina tuvo la doble ventaja del tiempo y el espacio. Lejos de los centros de infección contó con la inmejorable oportunidad para anticiparse. La desperdició entre miedos y encuestas del instante. Nos abrazamos a la literalidad del dicho latino “salus lex suprema est” (la salud es la ley suprema), perdiendo de vista que se trata del bienestar general, que incluye y no se opone, a la educación y la economía.
Negamos, reconocimos a tientas y tarde, e hicimos luego lo que mejor sabemos hacer: atar con alambre desde la mentira. Sobrevino así un triplecidio: liberticidio, economicidio y educacidio.
Argentina está enferma. De un extraño virus que es el sofismo: tantos hábiles discursos, nos hemos olvidado de quiénes somos y la memoria de nosotros mismos. Nos convertimos en una sociedad desorientada, en medio de un carnaval de analfabetismo y pobreza.
Y esto está lejos de terminado, aún con vacunas. Una vez más, a la distancia, vemos impávidos cómo la tercera ola de contagios en el mundo encuentra gobiernos atentos, que ejecutan sintonía fina con los aislamientos, de acuerdo con la sensibilidad de la economía y el hartazgo de la gente. Que hacen lo imposible por no cerrar las escuelas, pensando en el futuro y en que los padres puedan trabajar.
Analizan con tino los sectores y liberan con cuidado aquellos que mayor impacto pueden tener en la recuperación económica (construcción, por ejemplo, en Alemania y ahora Europa). Y apoyan el sector privado con billones de dólares de financiación, enfocándose especialmente en la tecnología, que ha sido el punto de apoyo de la creatividad y para evitar un colapso definitivo.
Para variar, hicimos y continuamos haciendo todo al revés, atrapados en la primera ola: ni confinamiento inteligente, ni clases, ni apoyo al sector privado. Sólo impuestos y más impuestos, a empresas de tecnología y hasta la riqueza.
Antes de morir, las últimas palabras de Sócrates fueron un pedido: “pagarle un gallo a Esculapio”, el dios de la medicina. Se dijo que así aceptaba la vida como enfermedad, y la muerte como liberación. Error: refería a la enfermedad de las opiniones equivocadas, de la ignorancia, que pudo corregir y así lo agradeció.
Los argentinos nos debemos ofrecerle un gallo a Esculapio, para curarnos del error y no perdernos el nuevo tiempo y espacio al que nos interpela el mundo.
(El presente se remite para uso exclusivo del receptor; no podrá ser distribuido a ningún tercero sin la autorización previa y expresa de Saravia Frías Abogados).
20 de enero de 2021
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