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ENERGÍA
El mundo después del petróleo
ENERNEWS/El País

La transición energética es imparable pero los hidrocarburos seguirán jugando un papel en 2050

27/12/2020

FRANCISCO DE ZÁRATE

Que el mundo va a cambiar de modelo energético ya está fuera de discusión. La única duda es si lo hará o no a tiempo de evitar el desastre ecológico. Nadie tiene la respuesta pero, según el experto en energía Daniel Yergin, hay un factor imprescindible para aumentar las probabilidades de éxito y es el reconocimiento de las dificultades e inercias de un planeta que, en un 85%, sigue alimentándose de hidrocarburos. Entre 2010 y 2019, y pese a una gigantesca reducción en los costes de las renovables, los hidrocarburos sólo perdieron un 1% de su peso en la economía mundial.

“En 2050 seguirá habiendo coches que funcionen con derivados del petróleo”, dijo Yergin a EL PAÍS durante una entrevista por Skype. Premio Pulitzer de 1992 por su Historia del petróleo, donde describe la fabulosa transformación energética y geopolítica que el oro negro trajo al siglo XX, Yergin ha publicado este año The New Map (Allen Lane, 2020), un análisis de las consecuencias que sobre el orden económico internacional tendrá el abandono progresivo de los hidrocarburos.

Algunas de sus tesis suenan conocidas, como la de que China saldrá ganando por sus ventajas en la fabricación de placas fotovoltaicas, baterías y coches eléctricos. Pero otras se oyen menos, como la de que la Covid-19 podría actuar como una rémora para esa transición energética. “Hay una incertidumbre sobre los recursos financieros para la inversión pública que requiere esa transición, teniendo en cuenta que vamos a necesitar mucho dinero para recuperarnos de esta pandemia terrible”, dice.

Ante la idea extendida de que los grandes paquetes de estímulo verde ayudarán al planeta y a la economía a la vez, Yergin pide prudencia y detalle. Hay destinos del dinero público más generadores de empleo, como instalar placas solares en tejados, crear puntos de recarga en las carreteras, o mejorar el aislamiento de las construcciones. Pero, según Yergin, una parte importante de ese estímulo verde tendría que ir ineludiblemente hacia la investigación en nuevas tecnologías, una actividad que no genera tantos empleos: “Tiene que ser así porque actualmente no existen las tecnologías necesarias para llegar al objetivo de neutralidad en emisiones en 2050”.

Las transiciones energéticas llevan su tiempo, escribe Yergin en The New Map, citando como ejemplo el carbón: usado en 1709 por primera vez, hubo que esperar dos siglos antes de que se convirtiera en un combustible más popular que la madera. Lo mismo ocurrió con el petróleo, que necesitó un siglo (de 1859 a la década de los sesenta, escribe) para sobrepasar al carbón. Pero aquellas fueron transiciones lideradas exclusivamente por el cambio tecnológico y en la actual hay que sumar el componente de una opinión pública alarmada por el calentamiento global. Otra diferencia, aunque ahora con forma de obstáculo, es el poderoso lobby que ejercen las industrias petrolera, química y automotriz para retrasarla.

Doble rasero

Según Yergin, no se puede juzgar a todas las empresas por el mismo rasero. Las petroleras de origen estadounidense sí están aferradas a su negocio tradicional, pero las de origen europeo, argumenta, tienen el plan de reconvertirse en “empresas energéticas”: “Y van a ser necesarias porque, si de verdad queremos transformar la economía, necesitaremos empresas que sepan ejecutar grandes proyectos”.

Del libro y la conversación de este experto se desprende la sensación de que una actitud realista debe reconocer nuestras limitaciones para dejar atrás los hidrocarburos, ¿pero podemos ser realistas si no reconocemos las limitaciones de nuestro modelo económico? En este punto, la respuesta de Yergin se parece a la de las grandes petroleras. “Por eso mismo creo que necesitamos otras tecnologías y enfatizo la necesidad de tecnologías para capturar el carbono de la atmósfera”, explica. “Si vamos a seguir usando petróleo y gas, y es difícil entender cómo podríamos no hacerlo, tendrá que haber nuevas tecnologías de captura de carbono que aún no hemos desarrollado”, aprecia.

Geopolítica

¿Y qué ocurrirá con la geopolítica cuando finalmente el petróleo deje de mover al mundo? ¿La economía global pasará de temblar con cada reunión de la OPEP a hacerlo con las decisiones de China de producción de litio? Como escribió en la revista Foreign Policy el exasesor de Barack Obama en el Consejo de Seguridad Nacional, Jason Bordoff, ese supuesto poder no será nada en comparación con el que han ejercido hasta ahora los exportadores de petróleo: para emularlos en un mundo de energías renovables, habría que ser capaz de tapar el sol o detener el viento.

Pero dejar de depender del petróleo representa un cambio formidable en los actuales equilibrios de poder. Uno de ellos, escribe Yergin, es el que mantiene la preocupación de Pekín por el Mar de China Meridional. China importa el 75% de su petróleo, explica, y necesita garantizar el acceso del estrecho de Malaca. En un mundo donde los hidrocarburos no sean tan esenciales, esa vía también pierde relevancia geoestratégica.

La otra cara de la moneda es que aumentar la independencia energética también significa tener menos razones para llevarte bien con tus proveedores de combustibles, entre los que hay muchos productores estadounidenses. Y China es uno de los pocos temas en que el Partido Demócrata de Estados Unidos no difiere demasiado del Republicano. “Las dos partes lo ven como un rival estratégico”, sostiene Yergin. ¿El fin del petróleo aumenta entonces el riesgo de conflicto? La respuesta no es del todo tranquilizadora: “China va a seguir importando un montón de petróleo durante un montón de tiempo”.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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