César Kahatt *
En tiempos de pandemia, es necesario hacer una reflexión sobre la actividad económica más importante del país: la minería. Como se sabe, esta actividad es responsable del 10% del PBI nacional; sin embargo, no ha estado exenta de establecer ciertos cambios y limitaciones en sus operaciones debido a la COVID-19, especialmente en el régimen de trabajo, en tanto que se ha evidenciado un incremento de la estancia en la unidad minera y los días de descanso a periodos que contribuyen a prevenir el contagio.
De acuerdo al Estudio Plan de Prevención y Gestión de COVID-19 en el sector minero de Marsh Perú, la reducción de la fuerza laboral, debido a la vulnerabilidad de los colaboradores, ha sido un factor constante para la gestión de los trabajadores durante la pandemia. Asimismo, con el objetivo de cumplir el distanciamiento social, las empresas han reducido el aforo de los campamentos y se ha suspendido el uso de áreas destinadas a la práctica deportiva y esparcimiento (salas, televisión, salas de juegos, etc.).
La falta del grupo habitual de colaboradores (debido a los contagios) mermó la producción proyectada de los mineros, esto evidencia la importancia del cuidado de su fuerza laboral, lo que nos lleva a la reflexión sobre la necesidad de no dejar de lado otros ámbitos de salud y seguridad distintos al tratamiento de la COVID-19 pero importantes en beneficio de los trabajadores mineros. En esta nueva normalidad, considero pertinente establecer 4 retos que tiene hoy en día el sector para la mejora de salud ocupacional.
Primero, la promoción de la salud nutricional y física. La delimitación de los indicadores de riesgo ha puesto en evidencia enfermedades que no estaban siendo atendidas y priorizadas debidamente como la hipertensión, diabetes, sobrepeso y la obesidad. Según la encuesta ENDES 2018 (INEI), el 3,6% y 37,3% de la población peruana tiene sobrepeso y obesidad, respectivamente. En esta situación es que las empresas promuevan hábitos alimenticios saludables, por ejemplo, en alianza con los concesionarios restaurantes, e implementar alternativas de actividades físicas que no necesariamente supongan un contacto directo con otras personas.
Segundo, la salud mental. Durante muchos años, este aspecto ha sido poco abordado; sin embargo, el crecimiento en los niveles de estrés y ansiedad en estos últimos meses ha demostrado lo vital y urgente que es implementar medidas preventivas y de atención, más aún, si aquellos espacios de esparcimiento, en donde los trabajadores podrían generar espacios de relajo e interacción, han sido suspendidos. A la fecha, solo el 42% de las empresas mineras están brindando soporte psicológico.
El tercer reto es establecer medidas de control fuera de la unidad minera, en donde los trabajadores tienen un riesgo de contagio alto ya sea, por ejemplo, por la interacción con otras personas o por la movilización a otros espacios a través de medios de transporte público. Esto debe ir más allá de las medidas de control y prevención de contagio dentro del campamento minero.
Finalmente, el uso de la tecnología como aliado. Las soluciones para el control de los protocolos de bioseguridad establecidos, que ya vienen siendo desarrolladas por algunas empresas, permiten la automatización de los procesos con una menor intervención humana, menor dedicación de tiempo y control y, por tanto, menor margen de error.
Es evidente que la COVID-19 nos seguirá enseñando sobre la importancia de la eficiencia y la necesidad de una gestión adecuada de riesgos cada día más cambiantes, no obstante, las empresas del sector no deben perder de vista esta nueva perspectiva sobre la salud y seguridad de los trabajadores.
*Senior VP, Mining Practice Leader de Marsh.