Más del 90% de la deuda pública de Brasil se emite en moneda local
MICHAEL STOTT
No es poco habitual que a un gobierno de un mercado emergente le pidan un plan creíble que demuestre que las finanzas públicas son sostenibles. Pero cuando la persona que lo exige es el presidente del banco central nombrado por el propio gobierno, quizás haya un mayor motivo de preocupación para los inversores.
Paulo Guedes, el ministro de Economía de Brasil, definitivamente no entendió la advertencia de fines del mes pasado, y desafió rápidamente al presidente del banco central, Roberto Campos Neto: "Si él tiene un plan mejor, pregúntenle a él cuál es".
Sin embargo, Campos Neto tenía razón. Guedes sigue los principios del libre mercado de Milton Friedman y cree en los gobiernos más chicos. Sin embargo, permitió uno de los mayores aumentos del gasto público vinculado al coronavirus de todo el mercado emergente, usando una metafórica tarjeta de crédito que ya estaba al límite antes de la pandemia. El gasto adicional ha ayudado a Brasil a evitar una profunda recesión este año, pero ¿a qué precio?
"Estoy muy preocupado por el panorama fiscal a mediano y corto plazo", señaló Alberto Ramos, economista jefe para América latina de Goldman Sachs. Brasil, agregó, tiene uno de los niveles más altos de deuda pública del mercado emergente, y predice que este año llegará a 94% del PBI.
Más del 90% de la deuda pública de Brasil se emite en moneda local, según las cifras del Tesoro Nacional, y la tensión comienza a manifestarse en el mercado interno.
La curva de rendimiento de la deuda brasileña se pronunció mucho este año: el bono a 10 años ahora rinde 7,4%, comparado con la tasa de referencia Selic fijada por el banco central, que actualmente es de 2%.
Según Luis Oganes, director global de mercados emergentes en JPMorgan, se encuentra "entre las curvas de rendimiento más pronunciadas del planeta", con tasas a largo plazo que suben considerablemente en comparación con las de corto plazo. Los inversores incluyen en los precios un alza de las tasas de hasta 300 puntos básicos a partir de enero, agregó, y "el gobierno está emitiendo masivamente en el extremo corto porque no quiere convalidar esta curva".
Los nervios se deben al temor de que el tan aclamado programa de reformas de Brasil para reducir los altos déficit presupuestarios se haya estancado.
"El problema es esencialmente político", dijo Zeina Latif, consultora económica en San Pablo. "El ministerio de Economía sabe lo que hay que hacer, pero estamos viendo a un ministro que se ha debilitado mucho y que ahora no convence".
Mientras tanto, Jair Bolsonaro descubrió las alegrías electorales que produce el gasto social. Sus índices de aceptación subieron después del subsidio mensual de u$s 110 dólares que otorgó a casi un tercio de la población.
El inconveniente es que los pagos deben terminar el 31 de diciembre. A medida que se pone en marcha su campaña para la reelección, Bolsonaro puede encontrar imposible resistirse al atractivo de comprar popularidad, literalmente.
Marcos Casarín, economista jefe para América latina de Oxford Economics, sostiene que la verdadera prueba vendrá el año que viene, dado que en abril habrá que renovar una deuda a corto plazo equivalente a alrededor del 6% del PBI. "Brasil está en la cuerda floja", aseguró.
Guedes ridiculizó la idea de que sus planes carecen de credibilidad diciendo: "El día que el mercado de valores caiga 50% y el dólar explote, diré que falta credibilidad".