Los puntos más destacados del podcast de Carlos Pagni en La Nación
CARLOS PAGNI
La semana que pasó nos puso frente a un fenómeno que transcurre en la Argentina en cámara lenta. Ese tipo de fenómenos que, justamente porque evoluciona con parsimonia, son más difíciles de ser percibidos en toda su dimensión. Y es un problema central de la Argentina. Un problema difícil de percibir por esa evolución lenta, que se va volviendo algo obvio, algo que está ahí y uno no ve de tan obvio que es. Además hay otra razón por la cual su percepción se ve dificultada, que es que se trata de un fenómeno muy doloroso, que desmiente dramáticamente la imagen que nosotros tenemos de nosotros mismos como sociedad y como país.
Me refiero al dato del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que, junto con el Indec, son las dos instituciones que producen estadísticas sociales en gran dimensión en la Argentina. Puede haber hasta discusión entre una y otra forma de medir, pero en ambos casos nos están poniendo frente a una circunstancia muy complicada. Un problema muy complejo y dramático, que es la pobreza en gran escala.
El último dato de esta encuesta de la UCA es que en la Argentina hoy hay 44,2% de pobres. Hace dos años había 33,6%. Quiere decir que en dos años aumentó la pobreza alrededor de 10 puntos porcentuales. Hay que mirar este número, hay que analizarlo, detenerse, porque si uno lo hace va a entender una cantidad de cuestiones que dominan hoy la vida pública de manera muy conflictiva. Primero, uno podría decir que hay 44,2% de pobreza porque este año hubo una pandemia, una cuarentena, etc. Si uno mira la serie, lo que está pasando en el país desde hace cinco o seis años es un ascenso, un aumento de la pobreza bastante constante y en una proporción que se va manteniendo. Este es el primer dato curioso de esta encuesta. No parece que hubiera un pico ocasional. Parece que hubiera una inercia de creación de pobreza.
Este es el segundo dato importante. En el mundo hay muchos países con muchos pobres. Pero no hay tantos países que tengan más pobres que los que tenían antes. Que produzcan pobres. Y esto es crucial para entender todas las consecuencias de este fenómeno en la Argentina. Leonardo Gasparini, que es un economista, probablemente el que más intensamente se ha dedicado a estudiar los fenómenos de pobreza en el país, señala que en los últimos 25 años la Argentina es el único país del mundo que ha aumentado sus niveles de pobreza. Hay lugares donde hay muchos pobres, pongamos Etiopía, pongamos Brasil. Pero los pobres que hay hoy son menos que los pobres que había allí hace 25 años. En la Argentina es al revés.
Los argentinos, que nos considerábamos excepcionales, sobre todo respecto de América Latina, por no tener el drama de la pobreza, ahora somos excepcionales porque somos una fábrica de pobres. Y esto implica que la internalización, la forma en que se percibe subjetivamente este empobrecimiento es peculiar y produce estados de ánimo, emociones peculiares, porque se está volviendo pobre gente que antes era de clase media. Se convierten en pobres con categorías y expectativas de clase media. Y la promesa del progreso se ve desmentida, traicionada.
Durante esta cuarentena hubo muchos testimonios, sobre todo de gente que gobierna en el conurbano bonaerense, dirigentes sociales e intendentes, que dicen: "Lo que más nos llama la atención es que ha habido gente que apareció a pedir comida en un comedor por primera vez en su vida". Gente que antes no pedía, ahora pide. Pero no es la única manifestación del empobrecimiento. Hay que ponerse en los zapatos de ese señor que mandaba a su hijo a un colegio bilingüe y tiene que avisarle al colegio que va a sacarlo y mandarlo a la escuela parroquial, o del parroquial al público, porque ya no puede pagar. O que va a la prepaga a que le reduzcan el plan de cobertura porque la que tenía hasta ahora no la puede solventar. Esto está en el corazón de la política. Y de esta realidad se desprenden otras realidades que se proyectan sobre la economía y el juego del poder.
Otro dato importantísimo. No es solamente que aumenta el número de pobres, no es solamente que gente de clase media se convierte en gente pobre. Además, hay otro problema ligado al futuro. Según esta encuesta de la UCA, el 64% de los jóvenes de menos de 17 años son pobres. A medida que aumentamos la edad es menor el número de pobres. Quiere decir que va a haber más pobres en el futuro, que hay una hipoteca sobre el futuro. Estamos hablando de la Argentina. Aclaro esto porque tenemos una imagen de nosotros mismos que radica más o menos en el año 1925 y entendemos que este empobrecimiento es circunstancial. No, esto viene ocurriendo desde hace décadas. De hecho, la economía argentina está estancada desde hace 10 años.
De todas las villas de emergencia que hay en la Argentina, la mitad son posteriores al año 2000. Y el 25% es posterior al año 2010. Esto que ocurrió en Guernica y llamó la atención de todo el mundo, está ocurriendo desde hace 20 años de manera silenciosa en todos los conurbanos del país. Toma de tierras, asentamientos, la expansión de la pobreza crónica sin infraestructura, sin prestaciones básicas.
La mitad de la población argentina trabaja en la informalidad. Trabaja fuera de la ley, en negro, con todo lo que eso significa, contrastado con lo que Tulio Halperín Donghi llamó "La Argentina peronista", o lo que los sociólogos llaman "la sociedad salarial", con vacaciones pagas, cobertura de salud, jubilación. El 50% de la fuerza de trabajo en la Argentina está fuera de esas condiciones. Es decir, aquella fiesta peronista se acabó hace mucho tiempo.
Esto impacta sobre el fisco porque un país con un índice de pobreza del 44,2% tiene mucho Estado y, en consecuencia, una alta presión impositiva durante mucho tiempo. Sumado a esto, si el 50% de la fuerza de trabajo es informal, eso también genera un problema previsional estructural prolongado. Cuando los gobiernos intentan resolver el problema tributario descubren que no pueden modificar ningún impuesto porque enseguida queda al descubierto el enorme bache del sistema previsional y, por eso, todos -de una manera u otra- tienen que hacer un ajuste sobre el Anses, que es lo que ocurre hoy.
De todos modos, esto no solo impacta sobre la economía de mil maneras (como la cuestión fiscal, los niveles de competitividad del país y la capacitación de su gente), sino también sobre la política: obviamente, en una Nación donde la pobreza supera el 35% habrá movimientos sociales de protesta.
Los movimientos que nacieron como piqueteros ya tienen 20 años, están totalmente institucionalizados y son un actor político de primera magnitud (probablemente más, incluso, que los partidos). En este contexto, amenazan en su territorialidad a intendentes, gobernadores y otros funcionarios y, cuando las misiones del Fondo Monetario Internacional llegan a la Argentina, quieren hablar con estos dirigentes sociales y ver su mundo.
También hay un impacto en la política tradicional porque es obvio que, si hay un 44,2% de pobreza, el voto va a tener entre los pobres un determinado estímulo, enteramente racional: quienes no tengan ni para comer intentarán cambiar su voto por comida o prestaciones muy elementales.
Esto empieza a regir a la política porque, como decía Santo Tomás, "el que maneja la necesidad maneja la libertad". Por eso, en los grandes partidos tradicionales empieza a haber un sesgo "pobrista" para responder a este mercado, a esta demografía.
Sin embargo, esto no ocurre solo con el peronismo. En las últimas entrevistas, Mauricio Macri dijo que "el peronismo está secuestrado por el kirchnerismo", pero no es así. La política está capturada por la pobreza. El kirchnerismo es incomprensible sin este fenómeno que se viene produciendo en cámara lenta desde hace, por lo menos, 20 años. Entonces, es lógico que el kirchnerismo sea el nombre del peronismo en esta época y que tal vez lo siga siendo, aunque quizás con cambios de apellido. Va a haber una variable populista dominante.
Esto también existe en Juntos por el Cambio. Es curioso que ahora se debate si Horacio Rodríguez Larreta gobierna una ciudad similar a Bruselas: opulenta y rica. Pero su principal proyecto político, su nave insignia al momento de mostrar su administración es la Villa 31. Es decir que lo que más le interesa a él, en su configuración como líder político, es que la sociedad observe lo que hace con la pobreza. Toda la política empieza a estar regida por esto. En este sentido, ¿quién es Cristina Kirchner? Es la figura más competitiva que tiene la política argentina representando esta tendencia, que no es coyuntural ni episódica, en los grandes conurbanos y, sobre todo, en el conurbano bonaerense.
¿Cuál es la encrucijada que enfrenta el oficialismo? Tiene esta identidad, pero al mismo tiempo, debe hacer un ajuste fiscal y monetario. Esto quiere decir que, con la pobreza en ascenso, debe subir la tasa de interés y encarecer el costo del dinero para que haya un atractivo por el peso y la sociedad deje de volcarse al dólar, en medio de una recesión.
Esta es una tarea muy compleja que nos explica que hoy el peronismo gobernante incluye sus dos variantes históricas de los últimos 20 años: hay un rostro menemista y ajustador y otro kirchnerista y distributivo. Si se los quiere encarnar en dos figuras son Martín Guzmán y Máximo Kirchner, quienes están en tensión.
Ni La Cámpora ni todo el sector kirchnerista que milita en el conurbano quieren que se suspenda el IFE antes de fin de año. Sin embargo, Guzmán debe hacerlo porque está en negociaciones con el Fondo. Por esta razón, son más difíciles las negociaciones del actual ministro de Economía con su frente interno que con los técnicos del Fondo.
Hay una disputa respecto de quién representa a los pobres dentro del propio Gobierno. ¿Es Daniel Arroyo con la Tarjeta Alimentar, que es impersonal, o es el clientelismo de los movimientos sociales que distribuyen los planes cara a cara?
A este escenario se le agregan los ajustes provinciales, porque no se trata solamente de una cuestión a nivel nacional. En este sentido, la Ciudad sumó ahora el impuesto a las tarjetas de crédito y empieza a haber diputados porteños kirchneristas que le reprochan a Larreta, como si fueran liberales ortodoxos, este aumento. Según un video que difundió uno de ellos, Juan Manuel Valdés, los bares y restaurantes deberán enfrentar un incremento en el impuesto de Ingresos Brutos, después de que estuvieran cerrados durante casi un año por la pandemia del coronavirus. Es el ajuste en el medio de la recesión: una pesadilla.
¿En que deriva todo esto? Es lógico que un oficialismo sometido a este desafío tema perder las elecciones. En relación con esto, nos enteramos ahora de que Alberto Fernández - que anunció que venía a cerrar la grieta, que se define como un hombre de consenso y que afirma que no lo sacarán de la senda del diálogo- pretende cambiar las reglas electorales. Más grieta que eso no hay.
Hay un esfuerzo por suspender las PASO con argumentos extraordinarios. El principal es que, en agosto, no se podrá ir a votar por el coronavirus, aunque se supone que va a estar controlado con la vacuna, que llegaría en marzo. Iremos a votar con Covid, pero sin Covid. No saben si utilizar el argumento del Covid para bajar las primarias o si decir que el virus desaparecerá con la vacuna. Malcom Gomez, un tuitero muy original, se burló de esto y escribió: "Han armado relatos más complejos. Les tengo fe".