¿Se puede poner un precio a la contaminación? Algunas de las economías más grandes del mundo están haciendo justamente eso, mientras tratan de cumplir con las ambiciosas promesas de controlar las emisiones que calientan el planeta.
Las cosas están llegando a un punto crítico.
China, Japón y Corea del Sur han seguido a la Unión Europea en las últimas semanas en su compromiso de reducir las emisiones netas a cero, donde sólo se libera la cantidad de carbono que se elimina del aire.
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, hizo la misma promesa durante su campaña electoral.
El próximo año se establecerán las primeras medidas prácticas para cumplir con los objetivos, como parte de los compromisos del acuerdo climático de París, y ponerle un precio al carbono estará en el centro de atención, dijeron expertos a Reuters.
"Cada país tendrá que idear su propio camino para alcanzar el cero neto, pero la expectativa es que el precio del carbono va a ser una pieza muy importante", dijo Wendy Hughes, gerente de Mercados de Carbono e Innovación del Banco Mundial.
El principio es simple: un precio del carbono establece cuánto deben pagar las empresas por sus emisiones. Cuanto más alto sea el precio, mayor será el incentivo para contaminar menos e invertir en tecnología baja en carbono.
Los gobiernos pueden forzar estos pagos a través de un impuesto al carbono -un gravamen que las empresas deben pagar cuando contaminan- o a través de un sistema de comercio de emisiones (ETS).
Un ETS establece un límite máximo a la cantidad de emisiones que un sector, o grupo de sectores, puede producir. Crea "permisos de carbono" para esas emisiones, que las empresas pueden comprar por cada tonelada de CO2 que emiten.
Muchos países, desde Europa y Corea del Sur, hasta China y Kazajistán ya han puesto en marcha planes de diverso alcance.
Más de la quinta parte de las emisiones mundiales están cubiertas por 46 planes nacionales de fijación de precios del carbono que funcionan actualmente o están en fase de planificación, así como por 32 sistemas regionales dentro de los países, según el Banco Mundial.
El mayor de ellos -el mercado de carbono de la UE- se está preparando para una importante revisión.
Desde que se puso en marcha el sistema europeo en 2005, las emisiones de las centrales eléctricas y fábricas participantes han disminuido un 35%, una caída más pronunciada que la observada en los sectores no incluidos en el sistema.
"El ETS ha demostrado su eficiencia", dijo Frans Timmermans, jefe de la política climática de la UE. "El ETS muestra cómo el precio del carbono es un fuerte impulsor del cambio inmediato en el consumo de energía".
En el sector de la energía, el plan contribuyó a que las centrales de carbón no fueran rentables, en comparación con las centrales de gas o las energías renovables menos contaminantes.
Pero el truco para estos mercados es conseguir el precio del carbono correcto. Si es demasiado bajo, hay poco incentivo para que las empresas frenen las emisiones, si es demasiado alto existe el riesgo de hundir a la industria.
La UE, en busca de una mayor reducción de las emisiones para cumplir sus nuevos objetivos climáticos para 2030, propondrá ampliar y reformar su régimen de comercio de derechos de emisión a partir del próximo año.
Los cambios implicarían la inclusión de más sectores, como el transporte marítimo, y la limitación de los permisos gratuitos que se conceden a la industria de la UE para ayudarla a competir con las empresas extranjeras que no pagan los costos del carbono.
El precio del carbono -actualmente en torno a los 27 euros por tonelada de CO2- debe alcanzar niveles que impulsen a la industria a invertir en tecnologías de reducción de emisiones como el hidrógeno, según analistas.
"El precio del carbono tiene que ser lo suficientemente alto como para permitir a la Unión Europea alcanzar el cero neto en 2050", dijo Mark Lewis, Jefe de Estrategias de Sostenibilidad de BNP Paribas.
"Sobre esta base, creo que alrededor de 90 euros por tonelada es una expectativa razonable para 2030", dijo.
Otras economías importantes se están poniendo al día. China, que ahora es el principal emisor de gases de efecto invernadero del mundo, planea lanzar su propio sistema nacional de comercio de emisiones, posiblemente el año próximo. Ese sistema se convertiría en el más grande del mundo, y se espera que cubra varios miles de millones de toneladas de CO2 de las centrales eléctricas cada año.
Los expertos dicen que los preparativos de China para lanzar su ETS se han acelerado desde que el presidente Xi Jinping anunció en septiembre que China se convertiría en un país neutral en cuanto a emisiones de carbono para 2060.
"Hay una sensación de urgencia que no se ha visto en mucho tiempo", dijo el abogado Shawn He, quien trabaja en Pekín y ayuda a las empresas con el cumplimiento de las normas de carbono.
La UE ha trabajado con el país en el desarrollo de políticas de fijación de precios del carbono durante más de una década, tanto en los mercados regionales piloto que China está manejando ahora como en un plan nacional.
Jos Delbeke, un antiguo responsable de las políticas climáticas de la UE que dirigió el desarrollo del plan de comercio del bloque, dijo que su consejo a China había sido construir un sistema que pueda ser reformado gradualmente con el tiempo y que pueda soportar las crisis económicas.
La UE aprendió esa lección después de la crisis financiera de 2008, cuando factores como la falta de reglas flexibles significaron que el mercado no podía responder a una caída de las emisiones inducida por la recesión y se vio asediado por un exceso de oferta de permisos baratos.
El precio de los permisos de carbono no se recuperó hasta 2018, cuando la UE dijo que introduciría una "reserva de estabilización del mercado" a partir de 2019, la que eliminó el exceso de permisos del sistema.
Los planes piloto de China ya han considerado la posibilidad de usar un sistema de reserva similar, según Huw Slater, consultor principal de carbono de la empresa consultora ICF en Pekín.
"Es un poco pronto en la etapa nacional para saber si harán algo similar, pero es muy posible".
Sin embargo, la fijación de un precio único mundial del carbono sigue siendo una perspectiva lejana.
"La idea de un precio mundial del carbono se construyó sobre el supuesto de que habría decenas de sistemas de comercio vinculados. Eso no ha sucedido", dijo David Hone, asesor principal sobre el clima de la petrolera Shell RDSa.L, que usa un precio interno del carbono para ayudar a cumplir sus propios objetivos de sostenibilidad.
Los precios internos del carbono también ayudan a proteger las inversiones de cualquier futura política de precios del carbono.
Durante dos años, las conversaciones en la ONU no han logrado acordar un conjunto de reglas comunes para los mercados internacionales de carbono.
La falta de coordinación global ha llevado a la UE a empezar a elaborar una política de impuestos fronterizos sobre el carbono, un gravamen a las importaciones contaminantes como el acero y el cemento. El objetivo es proteger a la industria europea de las importaciones más baratas procedentes de regiones con políticas climáticas laxas.
En Estados Unidos, Biden se ha comprometido a hacer lo mismo, con un plan de 2 billones de dólares para reducir las emisiones.
El hecho de condicionar el acceso a algunos de los mercados más grandes del mundo al pago de un precio por el CO2 debería impulsar a los países con políticas climáticas débiles "a empezar a pensar cómo van a moverse en una dirección de bajo carbono para seguir siendo competitivos", dijo Hughes del Banco Mundial.
"Es posible crear vínculos entre los sistemas de comercio nacionales", añadió. "A largo plazo, un precio global del carbono es deseable (...) el hecho de que no veamos uno inmediatamente no significa que no se esté avanzando en la dirección correcta".