El columnista de La Nación contó en Odisea bambalinas de la comentada reunión
CARLOS PAGNI
+Hoy hubo una reunión de Martín Guzmán con la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Es la entidad que reúne a los dueños de las grandes empresas de la Argentina. Se realizó en el Ministerio de Economía. Llegó un grupo de empresarios y no hubo fotos, es decir, fue una reunión reservada. Bastante franca. Todo lo franca que puede ser una reunión entre alguien del poder y gente que, de un modo u otro, está regulada por el poder. Ahí estuvieron en el Ministerio, el director general de AEA, Jaime Campos; Héctor Magnetto, líder del Grupo Clarín; Paolo Rocca, de Techint; Carlos Miguens; Enrique Cristofani; María Luisa Macchiavello; Alfredo Coto; Federico Braun y Alberto Grimoldi.
+Una curiosidad. Guzmán invitó también a alguien extraterritorial: Rodrigo Zarazaga, un sacerdote jesuita. Es quien organizó ese gran emprendimiento que se llama "Seamos Uno", una colecta de fondos para distribuir más de un millón de cajas de comida durante la pandemia, sobre todo en el conurbano bonaerense, allí donde no llega nadie, ni siquiera el Estado. Guzmán tiene un viejo vínculo con Zarazaga porque ambos estudiaron en Estados Unidos. Ahora lo invitó para que les hable a los empresarios de la variable social. Además, es quien también estuvo con gente del Fondo Monetario Internacional (FMI) que le preguntaron sobre los niveles de tensión que puede haber en el conurbano bonaerense.
+En la reunión de hoy se trataron muchos temas y hubo empresarios que hablaron con gran claridad, sin romper las reglas de la cortesía y de la buena educación. En este sentido, fue muy importante lo que le dijo Héctor Magnetto a Martín Guzmán: "Si ustedes no ponen en orden la política, no van a poner en orden la economía. Sin orden político es imposible determinar hacia adónde quieren llevar la economía". Cuando uno escucha esa frase, dicha por un empresario del volumen de Magnetto en el contexto histórico en el que sucedió este intercambio (luego de la carta de la vicepresidenta), "poner en orden a la política" significa "poner en orden a Cristina". El ministro de Economía, por su parte, repitió dos veces que eso no es así y que ellos tienen alineada a la política detrás del programa que están siguiendo. Eso era lo que Guzmán estaba obligado a decir.
+Hablaron todos, uno por uno, y Paolo Rocca lo hizo sobre un tema que viene planteando desde la reunión anterior con el ministro: la competitividad de la economía argentina, sobre todo para los exportadores industriales como él. Muchos interpretan, es obvio, que se refería al conflicto del tipo de cambio y una posible devaluación. Por eso, Guzmán contestó que el Gobierno no puede devaluar porque eso incrementaría las tensiones en los sectores más pobres por el impacto que tendría que el nuevo precio del dólar se traslade, sobre todo, al precio de los alimentos. Y, muy optimista, consideró que va a seguir habiendo una brecha, pero que se irá acomodando de a poco sin perder el orden social. El Gobierno está atado a una estrategia cambiaria y cree que podrá mantenerla. Más allá de la caída de depósitos. Más allá de caída de reservas.
+Todos coincidieron en que hay que buscar un arreglo con el FMI, cuestión que Guzmán está dispuesto a escuchar porque es a lo que está comprometido. El ministro sostiene que el FMI no pide una devaluación. Es cierto. Pero sí le reclama un orden monetario y cambiario. Para que se genere un programa con el Fondo, no puede seguir la corrida que ha habido en las últimas semanas. Por eso, el Gobierno utiliza todos los mecanismos posibles, desde la venta de bonos de la Anses hasta la Gendarmería, para llevar adelante estrategias muy riesgosas. Sobre todo de emisión de bonos en pesos atados al dólar. Lo hace para dominar el mercado paralelo del dólar y el del contado con liquidación y poder, a partir de esa serenidad, hablar con el Fondo. Es imposible que los funcionarios del Fondo se comprometan a negociar o a aceptar un programa en medio de una convulsión cambiaria, y este es el mayor desafío que enfrenta Guzmán, a quien algunos llaman "el ministro del contado con liquidación", porque está muy enfocado en ese problema. Del mismo modo en que antes estuvo centrado en la deuda, que no salió tan bien, y que ahora se agrava con la venta de estos bonos a precio de remate.
+¿Qué implica este orden fiscal que pide el FMI? ¿Llegar a 4,5% de déficit? No: que el déficit baje otro 0,6 el año que viene. Alberto Grimoldi le preguntó, entonces, si apunta a que el déficit fiscal esté en 4%. Y Guzmán contestó que estima que esté por debajo de eso. Esto quiere decir que está pensando en un esfuerzo fiscal muy grande, que debe pasar o por la obra pública, o por las tarifas (es decir, los subsidios a la energía), o por las jubilaciones o por algún programa social, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que ya fue recortado. Esta es la gran discusión que deberá dar Guzmán con su frente interno: Cristina Kirchner, La Cámpora y los movimientos sociales. ¿La política está ordenada? Esa pregunta de Magnetto es, entonces, "la pregunta". Para fijar una dirección, primero hay que ordenar la política.
+Guzmán explicó a los empresarios que él pretende que el acuerdo con el Fondo lo apruebe el Congreso, lo cual significa que apuesta a tener el respaldo, mínimamente, del kirchnerismo para lograrlo. Lo que no se sabe es si habrá conversaciones que involucren a algún sector de la oposición. Hasta ahora eso no está previsto en la hoja de ruta, aunque sí es muy probable que se lo siga viendo en diálogo permanente con aquellos que inciden en la economía, como los empresarios, bancos y, en general, la gente del mercado.
+Se habló del impuesto a la riqueza, un punto que irrita a los empresarios, sobre todo por el hecho de que grava algunos activos no personales y que, por lo tanto, castiga a la inversión y a la producción. Este es un aspecto negativo que hasta Sergio Massa admitió. Si bien este impuesto para el oficialismo es una vaca sagrada porque fue pensado por Carlos Heller, pero tiene el sello de Máximo Kirchner. Por consiguiente, aproximarse a criticarlo es aproximarse a un cable de 500 kilowatts, en términos políticos. Apareció sin embargo una duda: ¿Máximo Kirchner firmó el proyecto?
+En la reunión con estos grandes empresarios, Guzmán también contó que va a adecuar el gasto para no tomar tanto dinero del Banco Central para financiar el déficit. Esto está en el núcleo del problema de la economía argentina porque no es que la sociedad quiere dólares, sino que huye del peso, que está condenado a devaluarse y a generar inflación. Tan es así que el presupuesto público dice que el año que viene habrá un billón de pesos de emisión para cubrir una porción del déficit fiscal.
+Guzmán, que hace 15 días decía que no iba a bajar el gasto, ahora empieza a modular otra melodía: reconoce que deberá bajar el gasto y emitir menos y que habrá un ajuste, con el perdón de la palabra. Obviamente, él no usa ese término y lo reemplaza por el concepto de "sustentabilidad", que sería el rostro bueno del ajuste. Detrás de todo esto está el problema del dólar. Es muy alentador que el ministro ofrezca una imagen más realista de sus desafíos.
+Al final del encuentro, Guzmán dijo algo simpático: que si él les diera la razón a todos generaría desconfianza porque tienen intereses contradictorios. Eso es de esperar porque las expectativas varían según el lugar de la economía en que está implantada cada empresa y lo que mueva a cada empresario. Esta división y los problemas que eso produce es algo que reconoció Carlos Miguens, quien suele ser muy frontal en sus afirmaciones. "El problema es que nosotros también estamos divididos", dijo Miguens.
+Esta reunión es relevante, no solo por las definiciones y las explicaciones que dio Guzmán, sino porque abre un canal de comunicación con un sector que, para una parte del kirchnerismo, es parte del problema y no de la solución. Además, más allá de cualquier presencia, esto es importante por la asistencia de Magnetto. El Gobierno tiene derecho a decir que, con este tipo de encuentros, está cumpliendo con lo que solicitó Cristina en su carta, dado que ella pidió un acuerdo con todos, incluidos los medios de comunicación, que para ella -centralmente- son parte del problema: una visión que tiene muy antiliberal de la vida pública, en la que la libertad de prensa es un inconveniente y no una garantía para el buen funcionamiento de la sociedad.
+De esta manera, Fernández está siguiendo una hoja de ruta que es un intento por relanzar el Gobierno, haciéndose eco de lo que le dicen algunos+gobernadores (principalmente Omar Perotti, de Santa Fe; Juan Manzur, de Tucumán; y Sergio Uñac, de San Juan), varios intendentes del conurbano, ministros y la gente que lo rodea: que le haga caso a Cristina, que le tome la palabra, y que gobierne él.
+La primera encrucijada tiene que ver con el programa económico y con la necesidad de darle racionalidad al Estado. El segundo problema tiene que ver con la Justicia y hay una tensión creciente entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Ella dice que ella no gobierna, que el que gobierna es Fernández. En la Justicia parece pasar otra cosa, pareciera que hay una agenda muy dominante de Cristina en materia judicial. Agenda que no coincide con la del Gobierno y que hace que, a la cabeza de los funcionarios y funcionarias que según la expresidenta no funcionan, esté Marcela Losardo, la ministra de Justicia, autora o titular de la reforma judicial, sobre la que Cristina Kirchner se diferencia.
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