MARCELO BONELLI
Las últimas medidas contra el dólar no funcionan. El blue no tiene techo y el billete financiero mayorista continúa escalando cotizaciones: la brecha superó el 130%. El tsunami verde ya llegó. Provocó este jueves múltiples encuentros en la Casa Rosada. Hubo reunión en el Banco Central y contacto permanente entre Martín Guzmán y el Presidente. En el equipo de Miguel Pesce se cuestionan las decisiones: para el BCRA el cambio de rumbo propuesto por Guzmán va directo al fracaso.
En el Palacio de Hacienda contragolpean: Guzmán exigió tiempo para que el paquete madure y comience a dar resultados. Lo habló el mismo martes –a la tarde noche- con Alberto Fernández. Esa jornada debutaron sin éxito las nuevas disposiciones. El billete financiero llegó a $ 190.
El ministro tuvo un diagnóstico distinto: le dijo al Presidente que las primeras señales fueron adecuadas y ahora habría que esperar que las decisiones dieran frutos.
Los billetes financieros –blue y contado con liqui– no pararon de subir, y un temor se apoderó de los bancos y empresarios: que la “tormenta perfecta” ya haya llegado a la economía argentina.
Este jueves circuló en Wall Street un informe inquietante. Se trata de un trabajo secreto del JP Morgan. Tiene tres carillas y lo elaboró el economista Diego Pereira. Afirma lo siguiente: “La brecha se ha ampliado, en la medida que las medidas oficiales no logran estabilizar la economía”.
El Presidente aceptó las explicaciones de Guzmán. Pero envió un mensaje político para el convulsionado interior del Frente de Todos. Alberto otorgó un plazo concreto a Guzmán: exactamente 15 días, que expiran en las primeras jornadas de noviembre. En esta quincena, el ministro tendría que mostrar resultados concretos.
El tiempo no es caprichoso: Guzmán confía que el dólar se puede estabilizar con las licitaciones de bonos por 750 millones de dólares. La cuestión es polémica. La oposición sospecha que puede haber un favoritismo para los fondos Pimco y Templenton.
Ya Roberto Lavagna había advertido la cuestión y cuestionó transformar deuda en pesos en obligaciones en dólares.
Guzmán contraataca: dice que serán licitaciones transparentes para todos los inversores y fondos. Los “lobos” de Wall Street quieren saber hacia dónde va el Gobierno y en su conjunto dicen que el problema del dólar no es solo económico. En informes confidenciales de Manhattan admiten que hay un epicentro: el mínimo nivel de reservas del BCRA. Esos “paper” afirman que las reservas de libre disponibilidad oscilan entre los US$ 200 millones y que –según cálculos más finos- serían ya negativas en US$ 450 millones.
Pero los banqueros insisten en que la soluciones requieren una cuestión central: una respuesta política, y no solo económica, de la Casa Rosada. En otras palabras: resolver el creciente conflicto político en el Frente de Todos y que la Casa Rosada retome la iniciativa. Saber quién manda. Para los “tiburones” de Manhattan la gravedad de la crisis requiere cuatro acciones:
+Replantear el Gabinete y que esas figuras reflejen un apoyo político del Frente de Todos.
+Reestructurar y darle homogeneidad al equipo económico.
+Un plan monetario y fiscal con acuerdo del FMI.
+Solo en ese marco, un ajuste del tipo de cambio oficial. Devaluar sin plan sería suicida.
Esta dura receta es compartida por los hombres de negocios de la Argentina. Este jueves se manifestó en tal sentido el Comité de bonistas argentinos. En la UIA, Adeba y la Bolsa de Comercio dicen que la suerte esta echada y que Alberto debe actuar urgente para minimizar los costos del ajuste. El prestigioso Aldo Ferrer lo definió así: planes de estabilización en Argentina.
Emanuel Alvarez Agis habló en un reservado encuentro de YPF: en la medida en que se demoren las correcciones, las chances de perder la elección aumentan para el Frente de Todos. Alberto se habría distanciado de Cristina. Entre ambos –ahora– existe un entripado por la crisis económica y el dólar. La vicepresidenta hace una crítica inflexible por la falta de gestión. Repite: “Esto no está funcionando”.
El Presidente reprocha que intente marcarle la cancha a través de sus voceros o emisarios. Alberto Fernández le habría respondido: “Yo sé de economía, dejame hacer”. El Presidente, después, dijo en Olivos: “Cristina no va a interferir en la economía”.
Alberto estuvo cinco horas reunido con Sergio Massa. El líder del Frente Renovador le hizo un análisis muy crítico. El diálogo fue franco y nunca hablaron de la versión sobre su posible ingreso al Gabinete. Massa le dijo a los suyos: “Yo no me muevo de la Cámara de Diputados”. Massa convocó a una convención propia -en noviembre- del Frente Renovador.
También varios gobernadores le pidieron al Presidente acción para “encarrilar al mercado”. La deslucida “liga de gobernadores” -están todos debajo de la cama- quiere a Roberto Lavagna en el Palacio de Hacienda. El ex ministro coquetea y mantiene diálogo fluido con Alberto. En el último encuentro sugirió varias ideas y nombres de economistas. Pero para entrar al gobierno tendrían que darse dos cuestiones: tener amplios poderes políticos y enterrar las anacrónicas ideas económicas y diplomáticas del Instituto Patria.
En esos encuentros, Alberto confió que la estrategia de las últimas medidas era hacer un “by-pass” hasta alcanzar un acuerdo con el FMI. El Fondo era un “cuco” en la campaña electoral y padre de todos los problemas; ahora se convirtió en el principal aliado.
La estrategia del Palacio de Hacienda es rudimentaria. El FMI quiere un programa global, antes de bendecir la reprogramación de la deuda impaga. Voceros de Washington este jueves le dijeron a Clarín: la nueva misión viaja en la segunda quincena de noviembre. En la Quinta de Olivos –no Guzmán– afirman que hay que negociar con el FMI algo más: un aporte de dinero fresco para fortalecer las reservas.
En el FMI van con cautela. En Washington hay una auditoría interna para determinar quiénes fueron los responsables de prestarle una fortuna a la Argentina, que Mauricio Macri dilapidó sin obtener la reelección.
La negociación con el FMI fortalece a Guzmán. Kristalina Georgieva lo quiere de interlocutor y apoya toda su gestión. El lunes respaldó el plan de medidas.
Pesce está dolido por la brutal desautorización al paquete que anunció en septiembre.
Guzmán se cansó de repetir lo siguiente: “Vamos a hacer todo lo contrario a lo que hizo el BCRA”. También Pesce tuvo que aceptar delegar facultades y transferir la coordinación cambiaria a Economía.
Ocurrió después de críticas furibundas a su gestión. Otro hubiera renunciando, pero Pesce no lo hizo por lealtad a Alberto y solo puso un límite: que no se devalúe. Ahora se invirtieron las cosas: el BCRA cuestiona las medidas, que no hacen pie, de Guzmán. En reunión de directorio habría dicho: “Yo me siento en la tribuna a esperar 15 días”.
El BCRA sostiene que Guzmán abrió las compuertas para la salida masiva de fondos. También, que genera otra cosa: restableció la demanda de dólar ahorro, para aprovechar el negocio que reinstaló el aumento de la brecha.
Guzmán resiste los embates y descalifica al BCRA. Pero la pelea refleja otra cosa. Ambos expresan -al más alto nivel de decisión- recetas opuestas para domar al dólar. Hasta ahora ambos no acertaron. Se trata de mucha pelea y confusión para encontrar una salida: el camino de la pax cambiaria.
Infoabe
Martín Kanenguiser
Una mayor devaluación del tipo de cambio oficial, que redundará en una suba de la inflación en un contexto de muy alta incertidumbre, caracterizará a la Argentina en los últimos dos meses del año.
Así lo indicaron en una charla virtual con sus clientes los directores de Analytica, Ricardo Delgado y Rodrigo Álvarez, en la que descartaron el riesgo de una hiperinflación como escenario de base, pero aclararon que seguramente habrá una aceleración importante de la suba de precios, frente a la continua suba del dólar en el mercado no oficial.
La conversación se produjo en una jornada plagada de rumores políticos y económicos, a la espera de una definición del presidente Alberto Fernández sobre un potencial cambio en el equipo y en el rumbo de la economía, reclamada casi en forma igualitaria dentro del peronismo como entre los empresarios argentinos y los inversores internacionales.
Álvarez puso el acento en la necesidad de que el Gobierno adopte decisiones coherentes y veloces para tomar la delantera, antes de que el “el ajuste lo haga el mercado”, con consecuencias más complejas en términos sociales, políticos y económicos.
Delgado afirmó que es necesario que haya un acuerdo político concreto entre el Gobierno y la oposición para adoptar las medidas necesarias para que la debacle económica no se profundice.
Álvarez sostuvo que “subir tasas y hacer un ajuste es el menor de los males frente a una fuerte devaluación. Ya hoy tenemos los indicadores sociales del 2002, e imaginemos adónde se pueden ir con un salto cambiario. Así que mejor hacer el ajuste antes que después”.
“A este ritmo en diciembre nos quedamos sin reservas netas. Además, no hay consistencia y, sin estabilización cuesta encontrar un piso en términos de actividad económica. El problema es que el Gobierno no tiene tiempo, aunque crea que sí lo tiene”, aclaró Álvarez.
De inmediato, indicó que “hay posibilidades de que el ajuste lo haga el mercado en forma desordenada si no lo hace el Gobierno”.
En este sentido, reconoció que, con la licuación de las jubilaciones, el programado aumento de las tarifas a los servicios públicos para 2021 y el freno a las paritarias frente a la inflación, “el Gobierno está yendo hacia un ajuste, pero no a la velocidad que se necesita, y para hacerlo hace falta un Banco Central que reaccione más rápido”.
La tendencia y composición de las reservas del BCRA
“El ajuste para que sea ordenado, requiere de una sola cabeza”, expresó Álvarez, quien consideró que “habrá una corrección cambiaria”.
“Con un escenario como el actual la inflación se iría al 80% y tendrá que venir otro equipo económico que plantee un escenario de déficit cero. Pero es cierto que hay escenarios peores que este”, aclaró. En tanto, Delgado opinó que “el problema mayor es el nivel de emisión, como reflejo del déficit fiscal; hoy tenemos 5 puntos de déficit sobre el PBI, pero para llegar a 8 a fin de año, que es nuestra proyección; es una explosión, así que se entiende que van a pasar cosas”.
“La mejor política económica solo se puede llevar a cabo con consensos políticos mínimos, no de declamación sino gestos concretos, más allá del decálogo de buenas intenciones del consejo agroindustrial de esta semana. Y, por eso, tanto el gobierno como la oposición deben cerrar grietas, porque todos deben saber que deberán poner algo cuando se sienten en una mesa”, explicó.
“El problema es que el zigzagueo permanente hace que el sector privado no termine de entender el rumbo”, se lamentó. En este contexto, precisó, se asume que “el tipo de cambio se devalúa el 15% en la última parte de este año, si se quiere mantener el tipo de cambio competitivo con un crawling peg acelerado”.
Ante una consulta de sus clientes, Delgado descartó los escenarios de una incautación de los depósitos del sistema financiero y de una hiperinflación. “No vemos que tomen el encaje de los depósitos como reservas líquidas; el sistema financiero está suficientemente líquido como para que esto no ocurra”, indicó.
Respecto de un escenario similar al de 1989, afirmó: “No hay condiciones objetivas para que haya una hiperinflación; no hay un sistema de ajuste de salarios como en 1989 y de hecho este año no hubo paritaria, ni aquel nivel de déficit fiscal y cuasi fiscal”.
Álvarez aclaró que “si se quiere evitar una hiper, se necesitan USD 10 o 15.000 millones de dólares de financiamiento”.
Otras voces:
Ante la consulta de Infobae, los economistas Camilo Tiscornia, Guido Lorenzo y Martín Vauthier también brindaron sus pronósticos sobre la cuestión cambiaria.
Tiscornia dijo que “el tema de las reservas es crítico; algunas cuentas indican que no hay más en términos líquidos y por esa razón aumentó el escenario de una devaluación”.
“El Gobierno hará todo lo imposible por frenar la devaluación, sobre todo por el lado de las importaciones, que ya está viendo y antes desdoblarán, que es lo mismo que devaluar para unos y no para otros. Pero el tipo de cambio oficial se moverá mucho más rápido, aunque es difícil saber qué puede hacer el gobierno en un escenario de tanta incertidumbre”, explicó.
Por su parte, Guido Lorenzo opinó que “el ritmo de devaluación lo va a marcar el Banco Central; puede restringir el acceso a importaciones y a divisas para el pago de deuda comercial y financiera aún más”. “Sucede que esto empieza a generar problemas en otros sectores, por ejemplo, aceleración de la inflación y retrasos en pagos por parte de empresas, entre otros”, indicó.
“Uno podría esperar un dólar mayorista de $84 a fin de año, pero de a poco me parece que empieza a permear la idea que hasta ahora funcionaba como un mantra, que era que el dólar estaba en un nivel adecuado en términos reales”, dijo el director de LCG.
“Si esa percepción es correcta, es esperable que se intente acelerar el ritmo de depreciación de manera tal de tener una depreciación entre 15 al 20 por ciento del dólar oficial de aquí a fin de año. Cabe preguntarse si nuevamente no vuelve la discusión entre shock o gradualismo, pero ahora en lo cambiario”, detalló. En cuanto al mercado de los dólares libres, “van a seguir al alza con brechas entre 120 y 150 por ciento seguramente si el esquema que predomina es el actual”.
Martín Vauthier de Eco Go dijo que “las expectativas están muy deterioradas; luego del canje, había margen para ir encarrilando la situación, pero se tomaron medidas disruptivas desde la política que elevaron el grado de confrontación, no hubo señales fiscales, se endureció el cepo y todo eso generó el clima que se está observando actualmente en el mercado cambiario”.
Respecto de las últimas decisiones oficiales, como la baja de retenciones y cierta relajación en el mercado del CCL, sostuvo que “si bien han ido en el sentido correcto, creo que son insuficientes en magnitud, llegan tarde y esta decisión de dar a conocer medidas tomas las semanas desgasta y da la idea de que hay problemas de diagnóstico y que no queda claro cuál va a ser el rumbo”.
En este contexto, admitió que “es muy difícil ponerle un número al tipo de cambio para los próximos meses, porque básicamente depende de las decisiones que tome la política; y cualquier definición que se tome, va a tener costos, más allá de que el tipo de cambio real no luce atrasado en una economía que tiene superávit comercial y de cuenta corriente”.
Sin embargo, “en un contexto de crisis de expectativas, los fundamentos no importan y por eso el nivel de tipo de cambio refleja más la falta de confianza que el equilibrio externo, así que el número del tipo de cambio dependerá de las señales que pueda dar la política”.
“Si se logran encarrilar expectativas con una señal fiscal que sea muy contundente, en el sentido de que se reduzca o se elimine directamente la emisión monetaria vía adelantos transitorios y giro de utilidades hacia adelante, y con alguna negociación con el FMI, China y los exportadores que permitan recomponer rápido las reservas netas y una reducción de las tensiones internas, entonces se puede moderar el corrimiento del tipo de cambio oficial”, expresó.
De lo contrario, aclaró, “sin un programa integral, el corrimiento del tipo de cambio oficial puede ser mayor y eso puede ser muy peligroso, porque una devaluación sin un ancla puede derivar en una aceleración en la nominalidad, una espiral de precios y dólar que no corrija ningún desequilibrio, pero genere mayor incertidumbre financiera”.
El ritmo de la emisión monetaria
Frente al creciente desequilibrio fiscal y monetario, detalló Vauthier, “se debe bajar la cantidad de pesos que hay en la economía, una suba del tipo de cambio oficial que licúe los pasivos en pesos y, en el denominador, un aumento en las reservas netas”.
Mientras tanto, en el Gobierno el plan es aguantar hasta que aparezcan las divisas de los exportadores, algo que solo ocurrirá paradójicamente cuando se calmen las expectativas de una devaluación del tipo de cambio oficial.
Dado que el presidente Alberto Fernández colocó a Martín Guzmán en el centro de las decisiones de la política económica, habrá que ver ahora si el ministro puede pasar del discurso de corrección fiscal y monetaria a la acción inmediata, para evitar un desenlace que nadie siquiera quiere mencionar.