FELIPE REQUEJO
Resolver el interrogante de cómo serán las particularidades de la energía y de su sector en los próximos años es una cuestión compleja, en la que influyen multitud de factores. Entre ellos, hay dos que revisten de especial importancia: por un lado, la respuesta social –en la que influyen los consumidores, gobiernos, empresas e instituciones– ante los efectos del cambio climático; y, por el otro, las dinámicas económicas globales, las cuales presentan una mayor incertidumbre en su evolución, producto de la pandemia generada por el Covid-19.
Para profundizar en la evolución de los modelos energéticos se puede tomar como punto de partida el análisis de una serie de macrotendencias que impactan de modo directo en el sector energético, y que lo continuarán haciendo en los próximos años.
El PIB mundial seguirá incrementándose –a una tasa de crecimiento del 2,8% en el periodo 2020 a 2035–, así como la población, que alcanzará la cifra estimada de 8.800 millones de habitantes en todo el mundo en el año 2035, con el crecimiento concentrado principalmente en los países no OCDE.
La demanda global de energía, que seguirá incrementándose en los próximos años, aunque lo hará a un menor ritmo. En este sentido, un 90% de este crecimiento se originará por el desarrollo económico de países que no son de la OCDE. La descarbonización, por otro lado, será un imperativo global. A medida que los efectos del cambio climático sean más adversos, se producirá un aumento de la temperatura global –incremento de 1.5 grados centígrados en 2035– y los desastres naturales se producirán con mayor frecuencia.
La innovación tecnológica, asimismo, permitirá el desarrollo exponencial de nuevas formas de producción, almacenamiento y uso de la energía, favoreciendo que los proyectos energéticos sean más competitivos en costes y facilitando las inversiones. Por último, la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), sino se producen cambios importantes, seguirá incrementándose durante los próximos 15 años a una tasa compuesta anual del 0,9%. Esta contención en el crecimiento de las emisiones es insuficiente para cumplir con los objetivos de París, que requieren una tasa de decrecimiento del 0,4%.
La pandemia del Covid-19 probablemente nos conducirá a un escenario global caracterizado por la asimetría económica y por sistemas económicos locales. Este escenario tendrá un impacto significativo en el futuro de la energía: los objetivos de transición energética estarán regionalizados, las restricciones al comercio internacional disminuirán el desarrollo energético de los países, limitando su acceso a los recursos y tecnologías disponibles localmente y reduciendo a determinados países la demanda social que reclama una respuesta a los efectos generados por el cambio climático. Por último, la innovación global será más compleja y menos diversificada, lo que se puede traducir en una ralentización del desarrollo de los nuevos vectores energéticos.
Este escenario incidirá de manera directa en un conjunto de factores que, en función de su grado de desarrollo, configurarán el futuro panorama energético. Estos factores se pueden agrupar en: sociales –acceso a la energía, comportamiento del consumidor, respuesta de instituciones–; tecnológicos –almacenamiento de la energía, desarrollo a escala de nuevos vectores energéticos (hidrogeno, biocombustibles,…), eficiencia energética, digitalización y nuevos modelos de negocio–; medioambientales –políticas institucionales y gubernamentales–; económicos –competitividad industrial y comercio internacional– y políticos– geopolítica y relaciones internacionales–.
Este nuevo entorno, caracterizado por un crecimiento macroeconómico desigual, provocará la falta de iniciativas globales de los gobiernos, lo que determinará que sea la industria privada y determinados países quienes tomen la iniciativa en la reducción de emisiones.
En este escenario, habrá una coordinación limitada entre los gobiernos a nivel global, quienes competirán entre ellos. Por ello, los líderes del sector privado serán quienes impulsen el desarrollo y despliegue de las energías renovables, los nuevos vectores energéticos sostenibles, la eficiencia energética y la electrificación, pero, todo ello, en áreas geográficas seleccionadas. Asimismo, en este contexto, tendremos inversiones muy dispares a nivel regional en capacidad de generación eléctrica renovable, almacenamiento y en otras tecnologías renovables (hidrógeno, biogás y biocombustibles).
La tecnología seguirá teniendo un papel muy relevante en el sector energético. Gracias al impulso de la innovación, crecerá exponencialmente el desarrollo de nuevos vectores energéticos como el hidrógeno verde y los biocombustibles, aunque de una forma desigual entre áreas geográficas. Asimismo, el coche eléctrico presentará una importante expansión en Europa, China y Estados Unidos, lo que contrastará con los bajos niveles de adopción en países que no son de la OECD.
En este panorama geopolítico, Europa apuesta por su EU Green Deal, por lo que se situará a la vanguardia de la descarbonización. China, por su parte, buscará su independencia energética con el desarrollo de la generación de tecnología de energía renovable y mediante el fomento de la movilidad eléctrica. América del Norte experimentará un crecimiento continuo de las energías renovables, al mismo que tiempo que su demanda local y la mundial determinará su nivel de producción de hidrocarburos.
Todas estas características dan forma al escenario del sector energético más probable de materializarse en el año 2035. Nuestro país, inmerso en la transición energética dentro del modelo europeo podrá, mediante las medidas adecuadas, ayudar a recuperar el desarrollo industrial y económico, ejerciendo un papel relevante en el contexto europeo e internacional.
*Socio líder global de Power, Utilities y Renewables y del Sector Energía y Recursos en España de Deloitte