JAVIER CAPAPÉ*
Estos instrumentos de inversión en manos de los gobiernos de, al menos, 65 países en todo el mundo se establecen con objetivos diversos: ahorro, estabilización, desarrollo económico, atracción de inversiones, son algunos de los objetivos habituales entres estos gigantes de la inversión.
Las misiones pueden ser múltiples, pero en todas ellas subyace un objetivo común: servir de estabilización macroeconómica. Y, hoy en día, en muchas economías del mundo, también en América Latina, la situación está bien alejada de cualquier forma de estabilidad. Desde el Sovereign Wealth Research del Center for the Governance of Change de IE University, llevamos desde la anterior crisis financiera global investigando a estos vehículos de inversión. Como veremos a continuación, su papel estabilizador hoy se necesita más que nunca en una región duramente castigada por el virus.
En América Latina, en marzo de 2020, había diez fondos soberanos, valorados en casi 40.000 millones de dólares. Algunos de estos fondos, sin embargo, mantienen niveles de actividad, tamaño o transparencia tan bajos, que resulta muy complicado realizar análisis de calado. Así, el fondo de Venezuela ofrece nula información pública mientras el fondo en Surinam se encuentra aún en fase de creación.
Entre las buenas noticias, está la llegada de un fondo nuevo en Guyana, que podría suponer un revulsivo para el país. Sus reservas de petróleo recientemente halladas le alzan ya al top 20 mundial y podría ser uno de los mayores productores del mundo, por encima de India, en sólo cinco años. El país tiene menos de un millón de habitantes.
Sin embargo, las noticias alegres acaban aquí. El impacto del virus en la región está siendo muy alto. Según las cifras del Center for Systems Science and Engineering (CSSE) de la Universidad Johns Hopkins, de los 15 países con más fallecidos por covid-19, cinco son latinoamericanos: Brasil, México, Perú, Colombia y Chile. Todos estos países han tenido (Brasil liquidó su fondo hace años, en circunstancias muy poco claras) o tienen un fondo soberano en activo.
Empezando por el norte: México cuenta con un vehículo rediseñado en diciembre de 2018 encargado de gestionar a largo plazo los ingresos petroleros. Su tamaño alcanza hoy los 1.086 millones de dólares. De aprobarse los primeros retiros, éstos podrían dedicarse a la inversión en infraestructuras, el desarrollo regional de la industria, e incluso a la formación de capital humano a través de becas en universidades, tal como recoge la ley que creó el fondo. Esta misma ley también detalla que el fondo recibirá nuevos recursos para su reserva solo si los ingresos petroleros son superiores al 4,7% del PIB nacional. Sin embargo, el precio del barril, estimado en 49 dólares por la autoridad petrolera, ha estado por debajo de esa cifra desde el mes de febrero, llegando a precios negativos en el mes de abril. No se esperan aportaciones al fondo en este 2020 y habrá que esperar a una recuperación global y muchos años de gestión prudente y exigente, para que el rediseñado fondo petrolero en México tenga un papel estabilizador en el futuro.
En el caso de Perú, las cosas no pintan mucho mejor. Sin embargo, el uso de su fondo demuestra la utilidad de los fondos cuando llegan años complicados. Perú lleva una senda de crecimiento económico saludable desde hace casi 20 años. En la base de este crecimiento, una prudencia fiscal y monetaria excepcionales en la región. Así, el Fondo de Estabilización Fiscal, FEF, contaba a finales de 2019 con 5.770 millones de dólares en activos. Aproximadamente un 2,5% del PIB nacional. Este colchón ha permitido lanzar un paquete de medidas fiscales muy ambicioso, de los más importantes de América Latina, ante las previsiones de una caída del PIB del 12% en 2020. El recurso al mecanismo amortiguador del FEF está siendo masivo. Tanto, que hoy en día, está próximo a agotarse, según las fuentes gubernamentales y Fitch Ratings. Eso sí, se agotará cumpliendo con su misión de servir de paraguas en los días de lluvia. Y, hoy, cae tormenta fuerte en el país.
En América Latina, hablar de fondos soberanos es hablar de Chile. Con sus dos fondos ligados al cobre, Chile contaba con activos soberanos por encima de los 24.300 millones de dólares a finales de 2019. En abril de este año, el gobierno ordenaba el retiro urgente de 2.000 millones del Fondo de Estabilización Económica y Social para hacer frente a los efectos del COVID-19. De nuevo, en junio, el acuerdo para un nuevo paquete de medidas valorado en 12.000 millones de dólares prevé retiros adicionales que podrían alcanzar los 10.000 millones.
Por último, cabe hablar de tres países con fondos —ahora— más pequeños: Panamá, Colombia y Trinidad y Tobago. El Fondo de Ahorro de Panamá realizaba en julio de 2020 la primera transferencia (85 millones de dólares, 5,6% del total de activos) del FAP al Tesoro Nacional, para apoyar programas de compra del Ministerio de Salud y para reforzar el denominado “fondo solidario de vivienda”. Es la primera aportación en situación de emergencia que realiza el FAP, desde su fundación en 2012, para cumplir con su misión de estabilización.
En Colombia, por su parte, en marzo de 2020 se crea un vehículo financiero de mitigación de emergencias, financiado en forma de préstamo con recursos del Fondo de Ahorro y Estabilización. En concreto, el 82% del nuevo fondo se nutrirá con el FAE, que verá mermada su capacidad temporalmente, a la espera de recibir el capital prestado y los intereses devengados. Por su parte, Trinidad y Tobago también ha recurrido a su Heritage and Stabilization Fund, el tercer fondo más grande de la región, para contrarrestar los efectos de la crisis con la inyección de 600 millones de dólares.
Como vemos, los fondos soberanos en América Latina, y en todo el mundo, están siendo utilizados por los gobiernos de turno como un mecanismo extrapresupuestario para apoyar a las economías a salir de esta crisis histórica. En total, se prevé que los fondos soberanos de América Latina inyecten cerca de 20.000 millones de dólares en la región en diversas modalidades: inyecciones directas, capitalización de fondos de rescate, aportaciones extraordinarias al presupuesto nacional, etc. Sólo la esperada recuperación sanitaria y económica servirá para determinar si el uso que se hace hoy de estos instrumentos de largo plazo es acertado. Esperemos que así sea, por el bien de tanta gente.
*Columnista invitado, Director, Sovereign Wealth Research, Center for the Governance of Change, IE University, Madrid.