JOAQUÍN VILLARINO*
Agosto fue el Mes de la Minería y resulta oportuno compartir algunas reflexiones sobre el futuro del sector, a partir de lo conversado en un reciente encuentro del Cluster Minero de Antofagasta. Este fue inaugurado por nuestro ministro de Minería, quien destacó que los protocolos sanitarios de las compañías mineras han permitido mantener su continuidad operacional, sosteniendo su aporte al empleo, el crecimiento económico y los ingresos fiscales.
El Consejo Minero expuso sobre las ventajas y desafíos de materializar las inversiones sectoriales proyectadas. Caracterizamos una primera cartera de proyectos, compuesta por los que están en ejecución, cuya puesta en marcha se contempla hasta 2023. Solo los de las empresas socias del Consejo Minero suman US$ 27 mil millones, pudiendo elevar la producción anual de cobre de Chile a 7 millones de toneladas. Conocidos son los beneficios de estas inversiones durante su construcción, en cuanto a la generación de empleos y la adquisición de bienes y servicios. Durante su operación, a los beneficios anteriores se suman los aportes a la producción, las exportaciones y los ingresos fiscales. El nivel de certeza de este grupo de proyectos es alto, aunque no están exentos de riesgos de retrasos, sobre todo por las restricciones que seguirá imponiendo el Covid – 19.
Existe también una segunda cartera de proyectos de inversión minera en etapa de evaluación. Su puesta en marcha se estima entre 2022 y 2026. Solo los de las empresas del Consejo Minero suman US$ 26 mil millones. De concretarse, podrían elevar a 8 millones de toneladas la producción anual de cobre. Los beneficios que puedan acarrear al país y a las regiones mineras, tanto durante su construcción como en su fase de operación, son de la misma naturaleza que los señalados anteriormente. En cambio, la certeza de su materialización es bastante distinta. Muy incidente pasa a ser respecto de estos proyectos la perspectiva de largo plazo que se vislumbre para los precios de los metales y los costos de inversión y producción. Aun asumiendo que el balance final sea positivo, subsisten dos desafíos importantes a remontar. Por una parte, la obtención de la aprobación medioambiental y de permisos sectoriales, que para los proyectos mineros implica 213 autorizaciones distintas, promediando los ocho años de tramitación. La judicialización que se da en muchos casos agrava el problema. Por otro lado, el sector enfrenta una agenda regulatoria intimidante, donde proliferan mociones parlamentarias que no ponderan los impactos negativos en la actividad minera.
Además de las carteras de proyectos mineros en ejecución y en evaluación, en el seminario de Antofagasta el Consejo Minero planteó la existencia de un tercer grupo, integrado por las iniciativas que no se han gestado ni siquiera a nivel de proyectos. Nos referimos a los que debieran materializarse desde 2027 en adelante. A los desafíos de las dos carteras ya explicadas se suman ahora otros, tal vez mucho más exigentes y de resolución bastante más incierta. Uno de éstos es la menor disponibilidad de terrenos donde poder hacer minería, ya sea por el uso para otras actividades o por consideraciones ambientales. Sin duda que estas últimas irán también imponiendo exigencias cada vez más altas, que irán haciendo inviables algunos sistemas de operación que en el pasado resultaban válidos. Por otra parte, no debe olvidarse que la discusión sobre una nueva Constitución puede resultar determinante. Al respecto, estimamos clave que la minería mantenga una densidad normativa suficiente a nivel constitucional, que otorgue certeza a la actividad minera tanto pública como privada.
Pero no nos quedemos con la idea de que todos los desafíos implican dificultades y riesgos para los proyectos mineros. También el país conserva grandes ventajas y se le abren nuevas oportunidades. Seguimos teniendo un 23% de las reservas mundiales de cobre. El desarrollo de la innovación y la tecnología en el sector nos está permitiendo dar saltos sustanciales en productividad y seguridad laboral, así como cerrando brechas en materia de sustentabilidad. En línea con esto, estamos contribuyendo a formar un nuevo capital humano, que habilitará a que las personas sigan siendo el centro en una minería 4.0.
Los primeros llamados a superar los desafíos y a capitalizar las oportunidades para que se concreten nuevas inversiones, y así la minería siga siendo un pilar en el desarrollo de Chile, son las compañías mineras. Tenemos un compromiso profundo con esta meta. Para que fructifique, necesitamos la ayuda de los tres poderes del Estado, principalmente a través de reglas con que se jugará este decisivo partido para Chile, diseñadas y aplicadas en forma predecible y fundada.
*Presidente ejecutivo del Consejo Minero