MARTÍN KANENGUISER
Los personajes centrales de la negociación de la deuda argentina, en muchos casos desconocidos para el gran público por su rol o su personalidad, colaborarán para que el Gobierno y sus acreedores privados puedan llegar o no a un acuerdo que le permita salir del default al país.
Se reparten entre Buenos Aires, Nueva York y Washington, pero en el mundo de la aldea global, sobre todo con la pandemia del coronavirus, están conectados en forma permanente.
Larry Fink, CEO de BlackRock, uno de los hombres más influyentes de Wall Street
Es uno de los ejecutivos de Wall Street de mayor confianza con la administración Trump, pese a sus excelentes lazos con el Partido Demócrata, al punto tal que sonó como candidato al Tesoro si Joe Biden gana las elecciones en noviembre próximo. Con 67 y nacido en Los Ángeles, en 1988 fundó BlackRock con otros ejecutivos y ha sido reconocido como una de las personalidades más influyentes del sistema financiero. Esta firma maneja activos por unos USD 80.000 millones y, en el caso argentino, forma parte del comité que tiene USD 16 mil millones que serán reestructurados por el Gobierno. No es ni blando, ni duro, sino pragmático, como cualquier hombre de su jerarquía.
“No somos los más duros, ni los más blandos, sino los más grandes en esta discusión”, dijo a Infobae un integrante de la firma. Fink no se involucra directamente en esta negociación, pese a las versiones que indican lo contrario. Si alguien del Tesoro o de otro fondo lo consulta por esta cuestión, simplemente llama a sus negociadores (con Gerardo Rodríguez como líder) para que le presten atención a la consulta, sin involucrarse, según un experto.
El ministro de Economía, Martín Guzmán
Quienes aprecian y critican a Martín Guzmán, de 37 años, utilizan la misma vara: su experiencia académica. Los primeros, para destacar su trabajo previo en materia de estudio de las renegociaciones soberanas y los segundos para descalificarlo por su falta de experiencia práctica en un momento tan complejo para la Argentina. Más aún, hacen hincapié en que tampoco era una figura reconocida en la Universidad de Columbia antes de aceptar este cargo crucial. Hincha de Gimnasia de La Plata y fan de Lionel Messi, respeta tanto a Stiglitz como a su profesor preferido de la Universidad de La Plata y actual asesor, Daniel Heymann, uno de los arquitectos del Plan Austral.
La mayoría de los bonistas afirman que están “hartos” de los modos y la falta de diálogo por parte del ministro, que sufrió un fuerte desgaste ante el presidente luego del pobre resultado del primer canje, que cerró el 8 de mayo con un nivel de desaprobación tan alto -superior al 80%- que nunca se conoció el porcentaje oficial. Sin embargo, jura que, aunque se vaya del gobierno, no quiere volver a su despacho en Columbia, sino instalarse en su país. Sabe que todavía le resta el tramo más empinado de la negociación y que, de este resultado dependerá el balance que se hará de su gestión, sin otras cuestiones relevantes que pueda mostrar en una economía que caerá más que el resto de la región, salvo por Venezuela.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva
La directora gerente del FMI ha sido un bálsamo para el gobierno que preside Alberto Fernández, quien la ha tomado como una aliada incondicional frente a los bonistas, pero en realidad cumple casi el mismo rol que su predecesora, Christine Lagarde, con respecto al gobierno de Mauricio Macri. La líder del organismo tiene palabras positivas, pero ha ratificado que el tema debe resolverse entre el Gobierno y los bonistas, más allá de las notas técnicas en las que el staff les pidió a los acreedores que hagan un esfuerzo sustancial. Y, cada vez que se puede, deja en claro en las conversaciones con terceros que eso no significa que haya validado los términos de la oferta argentina.
Es verdad que su origen como ciudadana de un país emergente le da a esta economista búlgara nacida en 1953 una perspectiva diferente pero, como señaló un ex funcionario argentino ante el FMI, “hay ultraliberales que vienen de países de bajos ingresos y progresistas de países centrales”. En todo caso, aclaró, podría servir del hecho de que esté familiarizada con los problemas que trae tener instituciones débiles, como es el caso argentino. Llegó al FMI en un momento clave, casi por azar, ya que, con la crisis global por la pandemia, el organismo multilateral recuperó el poder de supervisión y de prestamista de última instancia que había perdido hace 20 años, luego de las crisis de los 90, incluyendo la de la Argentina.
Uno de los movimientos clave, como ocurrió en otros episodios críticos, fue cambiar a la cabeza de la negociación con la Argentina: Alejandro Werner, líder del Departamento del Hemisferio Occidental y negociador del programa con el gobierno de Macri, por Julie Kozack, su segunda. El equipo económico está encantado con esta modificación, porque creen que es más pragmática que su predecesor argentino-mexicano. Pero, al final del día, lo importante es que el FMI quiere cobrar los USD 44 mil millones que le prestó al país desde 2018, lo antes posible.
Joseph Stiglitz, el Nobel que apadrina al ministro Guzmán
El Premio Nobel del 2001 por su análisis de mercados e información asimétrica se convirtió en un referente de los líderes críticos de Washington, como Hugo Chávez y Cristina Kirchner. Aunque su campo de conocimiento es la microeconomía, su palabra parece sacrosanta en materia macro y de deuda soberana, cuestión en la que ha criticado severamente a los acreedores de la Argentina. Fue invitado por la entonces presidente a un acto en 2012 en el Museo del Bicentenario la Casa de Gobierno en el que la militancia de La Cámpora le cantó “Stiglitz corazón, acá tenés los pibes para la liberación”. Nacido en 1943, es el “padrino” de Martín Guzmán, uno de sus asistentes en la Universidad de Columbia, a quien, al ser designado en diciembre pasado, dijo que es “el hombre adecuado en el momento adecuado”. En el mercado lo cuestionan por su falta de conocimiento sobre cuestiones financieras y macro y aclaran que no tiene ningún peso ni en Wall Street ni en Washington.
Dennis Hranitzky, el abogado que representó a los fondos buitre y ahora a otros bonistas
Abogado de Paul Singer desde el estudio Dechert durante el juicio entre el gobierno kirchnerista y los “fondos buitre” fue el ideólogo del embargo en 2012 de la Fragata Libertad en un puerto de Ghana, a la que se subió en persona como símbolo de un triunfo que tuvo a mal traer a la diplomacia y al equipo económico por bastante tiempo hasta que fue liberada. Pero también fue quien motorizó las investigaciones judiciales en torno del patrimonio en el exterior de las máximas autoridades aquel gobierno y, después de un primer approach amigable, prometió repetirlas ahora, como socio del estudio Quinn Emmanuel, que representa al grupo de los Exchange Bondholders, con títulos del 2005 y liderado por Monarch Capital. En el medio, afirman en el mercado, habría cobrado una jugosa comisión cuando el país perdió los juicios en 2014 en Estados Unidos y promete volver a las cortes en Nueva York si no hay un acuerdo con el país.
Sergio Chodos, representante ante el FMI
El actual representante argentino ante el FMI es el “cerebro” de la estrategia del Gobierno ante los bonistas y muchos consideran que tiene más influencia sobre el presidente Alberto Fernández que el propio ministro Martín Guzmán. Fue asesor legal en el equipo que desarrolló el canje en 2005 y lideró el ministro Roberto Lavagna, secretario de Finanzas en la gestión de Miguel Peirano y ya estuvo en Washington en la era de Amado Boudou, con quien mantuvo una genuina amistad. Para el mercado, pese que antes de la función pública estuvo en importantes estudios jurídicos, “Chodos no entiende como funciona el mercado y está lleno de prejuicios”. Casi como una esponja, este abogado hincha de River absorbe las críticas y las devuelve en forma de propuestas audaces, como la de los canjes parciales que tanto rechazo generan entre los bonistas. Para sus compañeros es leal, a veces poco atildado en su forma de vestir, pero muy hábil y dedicado.
Daniel Marx, el negociador de más experiencia
Nacido en 1953, Marx fue convocado en el inicio de la gestión de Alberto Fernández para ayudar al equipo de Guzmán, debido a su amplia experiencia como negociador de la deuda durante los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando De la Rúa. Pero luego se lo dejó de lado y él tampoco quiso quedarse cuando vio cómo era el sistema de toma de decisiones. Apasionado por la bicicleta, hasta la cuarentena viajaba desde su casa en zona Norte del conurbano hasta el microcentro en su rodado todos los días, para atender a inversores y funcionarios del exterior desesperados por entender qué ocurre en la Argentina.
Posiblemente sea uno de los economistas con mejor llegada a los tomadores de decisiones económicas en los Estados Unidos, aunque en el mercado algunos creen que no tiene tanto conocimiento de los actuales gerentes de los fondos que negocian con la Argentina. Es difícil escucharlo levantando la voz y casi nunca abandona su tono pausado para responder. Ha trabajado con varios presidentes, ministros de Economía, presidentes del BCRA y personajes clave del mundo financiero, como Nicholas Brady. Cree que el Gobierno debe dar un mensaje claro, consistente y no jugar a dividir a los bonistas, porque, aunque logre un éxito de corto plazo, luego se lamentará.
Sergio Massa, presidente de la cámara de Diputados
El presidente de la cámara de Diputados, de 48 años, ha sido un interlocutor permanente de los fondos de inversión, desde su gestión como jefe de gabinete del gobierno de Cristina Kirchner, cuando intentó cerrar un acuerdo con los holdouts en 2008 que la crisis internacional y la falta de voluntad política dejaron sin sellar. Los empresarios y analistas lo ven como el funcionario más predispuesto a acercar a las partes, pero él todo el tiempo les ha ratificado que él hace su aporte, pero quienes deciden son el presidente y el ministro de Economía. Ha logrado que el equipo económico escuche a los fondos, pero también les advirtió que no deben tirar demasiado del hilo, porque si no se puede cortar, cuando hay voces en el oficialismo que siguen pensando que es mejor cortar la negociación. Ex intendente y posiblemente algún día candidato a presidente, Massa trata de que prevalezca la paciencia que lo ha acompañado en su carrera política.
Federico Isenberg, de UBS
El joven ejecutivo del banco UBS en la Argentina -que cumple años hoy- es adorado por el equipo económico actual, por su rol (y el de sus jefes), como poleas de transmisión entre el Gobierno y los bonistas. “Federico es un fenómeno”, dijo uno de los principales negociadores oficiales argentinos, aunque en el mercado consideren que todavía le falte recorrido para cumplir con este rol. “Promete más de lo que puede cumplir”, dijo, punzante, uno de sus colegas del sistema. Sin embargo, ha recibido elogios no solo de este equipo económico, ya que en el gobierno anterior lo tantearon para ser subsecretario de Finanzas y declinó la invitación con cortesía.
Recibido con honores en la Universidad de San Andrés, trabajó en PWC, BNP y esta es su segunda etapa en la Unión de Bancos Suizos. Su jefe es Enrique Vivot, un ex Merrill Lynch recibido en la Warthon School que maneja la región del Cono Sur de UBS, metido a último momento por el Gobierno como mensajero con los bonistas, pese a que para este rol ya habían sido contratados Lazard, HSBC y Bank of America.
Hans Humes, un acreedor que tiene una larga historia con la Argentina
Sus apariciones públicas son bastante más relevantes que su representatividad como líder de los acreedores, pero su habilidad para dejar sentada su posición le ha permitido ganarse un lugar en la mesa de la discusión con la Argentina, una vez más. Nacido en Maryland en 1964 y criado entre Nigeria, México, Marruecos y Chile, ya estuvo frente a frente con el gobierno como colíder del Global Committee of Argentina Bondholders (GCAB) y del fondo de inversión que fundó, Greylock, durante el kirchnerismo.
“Estuve en más de 20 reestructuraciones de deuda y nunca, antes o después, encontré representantes de un país que fueran tan engañosos, arrogantes o que demonizaran tanto a los representantes del otro lado de la mesa”, se quejó en una columna en The Guardian en 2014. En 2019, cuando muchos inversores huían, el vio una oportunidad para comprar títulos del país a un precio bajo. Y, ahora, en esta etapa, ha cumplido el rol de componedor. Con una cartera de inversiones cercana a los USD 1000 millones, pasó la cuarentena en una bella casa en Vermont, en medio del bosque, a la espera de que el Gobierno se acercara a la postura del comité que integra junto con Gramercy y Fintech, entre otros, representados por Marcelo Delmar de UBS.
Finalmente, el Gobierno ahora debe decidir si avanza solo con una parte de este grupo hacia un nuevo canje, o espera a ver qué postura toman los fondos más grandes, contra los que Humes, veterano de las finanzas que pasó por Lehman Brothers y el Santander, guarda un rencor especial por motivos que, tal vez, algún día se conocerán.