JUAN CARLOS VILLALONGA*
A comienzos de los ´90, cuando las negociaciones climáticas ganaban relevancia política, se diseñaron los primeros escenarios energéticos que trazaban un recorrido tecnológico que permitiría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero acorde a la exigencia de la ciencia climática. No era sencillo, nuestra dependencia de los combustibles fósiles era tan importante como lo es ahora, pero las energías renovables estaban aun prácticamente fuera del mercado.
La prospectiva tecnológica de entonces indicaba que la evolución de la energía eólica y solar sería inexorable y en el corto plazo. Esto sucedió con la moderna tecnología eólica durante esa misma década y el despegue de la energía solar se logra una década después. En aquellos escenarios aparecía también un actor dominante para la segunda mitad del siglo XXI, el hidrógeno.
El hidrógeno resulta ser el vector ideal para almacenar y distribuir energía hacia diferentes usos finales como movilidad, generación eléctrica, energía industrial, etc. El modo más atractivo de obtenerlo es a través de la electrólisis del agua, es decir, separando el hidrógeno y el oxígeno por medio de energía eléctrica. El hidrógeno es altamente combustible, al quemarse produce vapor de agua y energía térmica. Además, en las llamadas celdas de combustible, se puede recombinar químicamente con el oxígeno y se produce nuevamente agua y, lo más importante, energía eléctrica.
Cuando las negociaciones climáticas avanzaron un poco más, aunque no la acción climática, el tiempo disponible para limitar la suba de la temperatura a 2°C se acortó dramáticamente. Es así que los escenarios de reemplazo de los fósiles debían acelerarse y no extenderse más allá de la primera mitad de este siglo. La transición energética se comenzó a planificar, fundamentalmente, en base al ingreso masivo de las renovables. Por razones de costo, el hidrógeno quedó relegado al no contarse con él en el corto plazo.
Hoy ese panorama está cambiando, el hidrógeno vuelve a estar presente en los escenarios energéticos de transición a corto plazo. Esto se debe a que ha ocurrido una baja muy importante en los costos en los equipos electrolizadores, en la economía de escala que va ganando la industria de las celdas de combustible y la extraordinaria baja de los costos de la electricidad renovable.
Todo indica que los costos del hidrógeno se reducirán a la mitad para 2030 e ingresará en una zona de competencia con sus reemplazos fósiles. El costo del hidrógeno “verde”, obtenido a partir de fuentes renovables, se presume que entonces estará compitiendo económicamente con sus alternativas fósiles en la industria. Cuando eso ocurra, el hidrógeno será imparable.
Además de varias automotrices que ya están produciendo automóviles a hidrógeno, se espera que este elemento cumpla un rol fundamental en la transición energética en sectores donde resulta más complejo el reemplazo de los fósiles. Se trata de actividades que requieren una gran densidad energética en sus combustibles como es el caso del transporte de cargas de larga distancia -tanto camiones como trenes-, navegación marítima, maquinaria pesada e industrias como la siderurgia. Todos estos sectores adoptarán al hidrógeno de la mano de la caída del precio de la electricidad verde.
En Alemania el ingreso del hidrogeno en el sector ferroviario está en pleno desarrollo. Trenes en base a celdas de combustible serán el sustituto de las locomotoras a diésel en aquellos ramales que no han sido electrificados. Algo similar está ocurriendo con el transporte automotor de cargas. Son varias las compañías que lanzarán al mercado el próximo año camiones y vehículos pesados a hidrógeno.
En el marco de las acciones de recuperación de su economía, Alemania incluyo un monto de algo más a USD 10.000 millones para impulsar el desarrollo de la industria del hidrógeno durante esta década. Planes similares se están multiplicando en muy diferentes sitios. Muy cerca nuestro, en Chile ya existe una sólida apuesta del Ministerio de Energía, la agencia gubernamental de fomento a la producción y empresas privadas trabajando en la incorporación del hidrógeno en la maquinaria empleada en la minería.
La aceleración del ingreso del hidrógeno a la economía de la energía es una excelente noticia. Las renovables, en su amplia gama, pueden proporcionar una fuente inagotable de energía limpia, las modernas tecnologías de gestión de redes eléctricas y equipos de almacenamiento pueden administrar flujos variables de generación y consumo. El hidrógeno no sólo permitirá almacenar energía verde, también podremos disponerla en cantidades y potencias adecuadas para la industria pesada.
Argentina tiene aquí una gran oportunidad para sumarse a esta nueva etapa del desarrollo tecnológico e industrial. Tenemos posibilidades de generación de energía verde a escalas inmensas y a costos que pueden competir a nivel mundial, condición necesaria para la nueva economía del hidrógeno que finalmente parece aproximarse.
*Consultor en energía y ambiente. Diputado Nacional (MC). Asesor en políticas públicas y gobierno del Círculo de Políticas Ambientales.