ROBERT ARMSTRONG
Las empresas que se vieron más afectadas por el Covid-19 se dividen mayormente en cuatro categorías.
+ En la primera se ubican las compañías para las que el distanciamiento social presenta un problema insalvable porque necesitan que sus clientes consuman estando cerca unos de otros.
Las aerolíneas son el ejemplo paradigmático. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que estemos tan cómodos en los aviones como lo estábamos antes, si es que alguna vez ocurre? La semana pasada, los pasajeros que pasaban por los controles de seguridad de los aeropuertos estadounidenses todavía eran casi 80% menos respecto al año pasado, según la Administración de Seguridad del Transporte. Y la recesión causada por el Covid-19 podría tener un impacto más prolongado en la industria aeronáutica que el propio virus. Tras la gran crisis financiera, las millas voladas recién volvieron a los niveles de 2007 a fines de 2013. Boeing y Airbus están entre los principales perdedores del año debido al temor a que la caída de la demanda de aviones se mantenga en el tiempo.
Normalmente el alcohol se considera una inversión defensiva. Pero resulta que mucha cerveza se consume en bares y restaurantes abarrotados de gente. En abril, AB InBev vendió casi un tercio menos que el año anterior. Los casinos y las empresas de catering también entran en esta categoría. En el extremo, está la propietaria de centros comerciales Simon Property, cuyas acciones se redujeron a la mitad este año.
Incluso la poderosa Disney, que produce gran parte del entretenimiento que se consume durante la cuarentena, recibió un golpe directo. Es probable que un cuarto de sus ingresos y una porción desconocida del valor de su marca se generen en los parques temáticos donde las multitudes son, o eran, parte de la diversión.
+ Luego está la industria pesada, que ha sufrido no sólo la caída de la demanda.
Las líneas de producción hay que adaptarlas para mantener la seguridad de los trabajadores, y algunos de estos cambios quizás deban ser permanentes. La fabricación se basa en la eficiencia. Las modificaciones a los procesos altamente especializados son costosas. En esta categoría encontramos desde las automotrices hasta los grupos de productos químicos. Las acciones de General Electric, que se tambalea hace décadas por sus malas decisiones de inversión, perdieron un tercio de su valor este año.
+ Después están las energéticas, donde el problema es el exceso de oferta.
Los sauditas abrieron las canillas de petróleo justo cuando la pandemia tomaba impulso. Luego la demanda se derrumbó. La Agencia Internacional de Energía prevé una caída de 20% para la demanda de petróleo en el segundo trimestre, y el precio del crudo Brent se ubica 40% por debajo del nivel de enero, incluso después de haber rebotado de sus mínimos de mayo.
Los gigantes como Shell y Saudi Aramco están pasando por un mal momento, pero el sufrimiento es mayor en el sector del shale estadounidense donde los actores siempre han sido marginalmente rentables y necesitan grandes inversiones. Muchos han quebrado y habrá otros.
+ Por último, los bancos, las aseguradoras de vida y las administradoras de activos.
Las utilidades de todas estas compañías son sensibles a las tasas de interés, las cuales se derrumbaron debido al Covid-19. Debido a la política del banco central estadounidense y a la disminución de las expectativas de crecimiento, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años cayó de 1,9% a 0,7% desde principios de año, y las tasas cortas se ubicaron en cero. Para los bancos, el riesgo de que la recesión derive en olas de incumplimiento en las cancelaciones de préstamos es otra preocupación que se suma al derrumbe del rendimiento. Incluso los grandes bancos bien capitalizados, como JPMorgan y Bank of America, que tienen enormes economías de escala, perdieron una cuarta parte de su valor este año.
Vale la pena mencionar que, excepto para el primer grupo, lo que el virus hizo fue acelerar las tendencias existentes. La industria pesada muestra un estancamiento de la inversión en bienes de capital hace años; la industria petrolera hace mucho tiempo que sufre por la menor demanda de combustible basado en el carbono; y la caída de las tasas de interés cada tanto presiona a los bancos desde la gran crisis financiera (las tendencias positivas también tomaron impulso en varias áreas, desde las ventas online hasta la computación en nube).
Un ejemplo perfecto de cómo la pandemia ha empeorado los problemas existentes es Berkshire Hathaway de Warren Buffett. No es sólo que la cartera de Berkshire esté masivamente sobreponderada en el sector financiero, también tiene mucha exposición a la industria manufacturera y a la energía. El uso agresivo de la hoja de balance por parte de la Reserva Federal también le quitó potencia a la liquidez que acumuló Berkshire.
Después de la última crisis, Berkshire brindó liquidez a los bancos en dificultades a altas tasas de interés y se quedó con opciones sobre acciones. Hizo un paquete. Esta vez, dada la generosidad de la Reserva Federal, nadie necesita una ayuda tan cara, tal como reconoció Buffett con tristeza. En cuanto a las adquisiciones, el furioso rally le dio poco tiempo a Buffett para salir a buscar un buen negocio. La hoja de balance de Berkshire, que antes era una vela, ahora es un ancla.
En Berkshire y en otras innumerables compañías, las decisiones que antes se podían retrasar ahora son urgentes. ¿Cuántas sucursales pueden mantener abiertas los bancos? ¿Es razonable hacer una mayor inversión en los campos de shale? ¿Debe la industria automotriz tomar medidas para reducir la capacidad? ¿Tiene Berkshire Hathaway, en su forma actual, sentido financiero? El Covid-19 ha arrastrado el futuro hacia el presente.