Las agresivas acciones de gobiernos y bancos centrales pueden desatar un brote de inflación en los próximos meses. En este contexto, el oro gana atractivo como sustituto de las monedas tradicionales.
Los inversores más tradicionales, que reparten su cartera entre Bolsa y renta fija, están viendo como su dinero vuelve a apreciarse tras el susto inicial de febrero y marzo, cuando los mercados anticiparon el frenazo total de la economía global por la pandemia del coronavirus.
Por un lado, las cotizadas se están recuperando ante el progresivo levantamiento de las restricciones a su actividad y los estímulos fiscales. Por otro, la deuda sube de precio y bajan las tasas de interés por la actuación de los bancos centrales.
De cara a los próximos meses, hay que volver a plantearse si merece la pena mantener el dinero repartido entre esos activos. Mientras la Bolsa todavía parece tener cierto recorrido, los bonos públicos están en máximos, ofreciendo una rentabilidad nula o negativa en muchos casos a quienes compren ahora estos títulos.
Según un informe de Bernstein Research, una opción para los inversores que mantienen una cartera tradicional de 60% en Bolsa y 40% en deuda, sería comprar oro para sustituir en parte a la renta fija.
El equipo de analistas de esta firma da cinco razones para apostar por la introducción del oro en las carteras.
Las acciones de los gobiernos pueden impulsar la inflación que transforman al oro en un refugio
1. Frente a la caída de rentabilidad de los bonos, la onza es un refugio de valor
2. El oro resiste mejor las correcciones del mercado, y es opción para diversificar inversiones
3. Las alzas de la cotización no impulsará una mayor producción de oro
La primera es que, una vez que las economías se estabilicen, las agresivas acciones de gobiernos y bancos centrales pueden desatar un brote de inflación en los próximos 12-24 meses. En este contexto, el oro gana atractivo como sustituto de las monedas tradicionales, que se deprecian cuando los precios suben.
El segundo motivo es la comparativa de rentabilidades. Un problema del oro es que no da cupones ni dividendos. Pero frente a una renta fija que en muchos casos da un retorno negativo, las onzas pasan a ser un refugio interesante.
Un tercer factor es la necesidad de diversificación. En los últimos años, el precio de los bonos ha tenido una relación positiva con la Bolsa, en lugar de actuar como contrapeso. El oro, por el contrario, suele resistir mejor si se produce una nueva corrección de los mercados. Por el contrario, en los últimos días el metal está cayendo mientras se revalorizan los parqués. Lo ideal sería un escenario de crecimiento e inflación, donde tanto Bolsa como oro podrían ganar terreno.
Un cuarto elemento es la evolución de la oferta de oro. Según Bernstein, las empresas mineras no van a lanzarse a incrementar su extracción de este metal como consecuencia de los mayores precios.
El sector parece estar más ocupado en ir hacia un proceso de concentración para reducir sus costes y tener más capacidad de descubrimiento de nuevas reservas, ya que ahora mismo es la industria minera con una menor rentabilidad sobre la inversión.
La última razón es la estrategia de los compradores. El informe señala que no es de esperar que los bancos centrales se lancen a vender sus reservas de oro, ya que ahora les interesa mantenerlas como cobertura ante la inflación.
La onza ronda ahora los u$s 1700, y algunos analistas creen que puede llegar a los u$s 2000. Para otros, no es oro todo lo que reluce; UBS espera un precio de u$s 1650, con un riesgo de caída a 1560 dólares.