En el mundo, el sector ha crecido casi cinco veces desde 2011, con 23 gigavatios instalados a fines de 2018.
MARIANA KAIPPER CERATTI
Con aproximadamente ocho mil kilómetros de costa, Brasil tiene un potencial considerado inmenso para una de las tecnologías más modernas de energía renovable: la energía eólica offshore (costa afuera), que utiliza turbinas fijas o flotantes instaladas en el mar.
Brasil se encuentra entre los países destacados en un estudio reciente, producido por el Programa de Asistencia para la Gestión del Sector Energético (ESMAP) y por la Corporación Financiera Internacional (CFI), el brazo del Grupo del Banco Mundial para el desarrollo del sector privado. Además de Brasil, el estudio analiza India, Marruecos, Filipinas, Sudáfrica, Sri Lanka, Turquía y Vietnam, que, en conjunto, tienen un potencial eólico marino (medido en 200 kilómetros de costa) de 3,1 terawatts, o aproximadamente tres veces la capacidad instalada de generación de electricidad de todos los países de la Unión Europea. De este total, 1,228 terawatts provienen de Brasil.
“En los países que elegimos analizar, sentimos que había más interés y potencial de recursos. Brasil es muy activo en energía eólica y, aunque todavía tiene mucho potencial onshore (tierra adentro) para explorar, el Gobierno ha expresado un gran interés en el desarrollo offshore”, afirma uno de los autores del estudio, el experto senior en energía de ESMAP, Oliver Knight.
En el último año, el Grupo del Banco Mundial y el Gobierno brasileño participaron en eventos y estudios conjuntos, que también condujeron al Mapeo de la Energía Eólica Marina en Brasil, y a lo largo de 2020 seguirán analizando formas de aprovechar el potencial del país.
Antes de pensar en el futuro de la energía eólica marina, incluso en Brasil, es importante entender dónde, cómo y por qué esta tecnología se volvió viable. Europa ha estado a la vanguardia de esta industria desde que se instaló el primer parque eólico marino en 1991, en Vindeby, en el este de Dinamarca. Tenía 11 turbinas, cada una de las cuales generaba 450 kilovatios para una capacidad total de casi cinco megavatios. Cerrado en 2017, allanó el camino para parques eólicos marinos en toda Europa.
A lo largo de la década de 2000, el sistema continuó expandiéndose en el sur del Mar del Norte, el Mar de Irlanda y el Mar Báltico, regiones de fuertes vientos. La industria eólica marina más grande del mundo, y con los costos más bajos, se encuentra hoy en el Reino Unido, con una capacidad acumulada de 8,5 gigavatios.
En el mundo, el sector ha crecido casi cinco veces desde 2011, con 23 gigavatios instalados a fines de 2018. Pero, a pesar de la expansión, las turbinas marinas permanecieron en gran parte instaladas en Europa y China.
Esto se debe a que la construcción en alta mar es más compleja, lenta y costosa que en tierra. El desarrollo de una planta en tierra firme normalmente demora de dos a tres años, desde el comienzo de los trabajos hasta la puesta en marcha, con costos que van desde un millón de dólares a dos millones de dólares por proyecto. Un parque eólico marino generalmente demora entre cinco y 10 años en desarrollarse, lo que requiere de 10 millones a 50 millones de dólares.
Los costos de generación reflejan esta complejidad. Durante muchos años, estuvieron en el rango de 150 a 200 dólares por megavatio por hora. Comenzaron a caer solo entre 2016 y 2017. Y continuarán en una tendencia a la baja gracias a “mejoras tecnológicas, economías de escala, maduración de las cadenas de suministro, mejores estrategias de compra y los esfuerzos de los desarrolladores de proyectos grandes y sofisticados, incluidos varios de los sectores de servicios públicos y petróleo y gas”, según el estudio de ESMAP.
A medida que los costos se reducen, la energía eólica marina generará interés en los mercados emergentes, como Brasil. Impulsada por estos países, la capacidad instalada en alta mar aumentará entre siete y 11 gigavatios por año hasta 2024, alcanzando entre 15 y 21 gigavatios por año de 2025 a 2030, según las proyecciones citadas en el informe.
La energía eólica marina actualmente recibe alrededor de 26.000 millones de dólares en inversiones anuales o el 8% de las nuevas inversiones mundiales en energía limpia. Al igual que la capacidad instalada, se espera que aumenten drásticamente, con inversiones estimadas en 700.000 dólares para 2030.
Según los datos más recientes de la brasileña Empresa de Investigación Energética, la energía eólica corresponde al 7,6% del suministro interno brasileño, con 48.475 gigavatios por hora producidos en 2018, lo que equivale a un aumento del 14,4% durante el año anterior. El desarrollo de la tecnología en alta mar ofrece innumerables posibilidades, como el desarrollo de proyectos más cercanos a la demanda en las grandes ciudades costeras, lo que retrasaría las inversiones en transmisión y evitaría los impactos sociales de los proyectos en tierra.
Sin embargo, también hay numerosos temas para la reflexión, tales como instrumentos de gestión ambiental, adecuación de la infraestructura portuaria y posibles conflictos socioeconómicos entre las actividades eólicas marinas y otras.
Tener todo esto en cuenta será importante para definir las tecnologías que utilizará Brasil en el cumplimiento de uno de los objetivos establecidos en el Acuerdo de París contra el cambio climático: para 2030, el 45% de su matriz energética deberá estar compuesta por fuentes renovables, aumentando la participación de energía eólica, solar y biomasa al 23%.
Mariana Kaipper Ceratti es productora online del Banco Mundial
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