El oro desciende este lunes en Asia, aunque manteniéndose por encima de la marca de 1.700 dólares.
Los futuros del oro bajan un 0,26% hasta 1.709,60 dólares a las 6:58 horas (CET), subiendo las acciones asiáticas. El metal precioso y las acciones generalmente se mueven en direcciones opuestas.
Pero tras los informes de una posible segunda oleada en China y Japón, los inversores podrían recurrir al oro como refugio seguro.
China ha informado este 10 de mayo de 17 nuevos casos y ha puesto a la ciudad nororiental de Shulan, en la provincia de Jilin, bajo confinamiento.
La ciudad está en la frontera con Corea del Norte y el confinamiento plantea preguntas sobre cómo está gestionando la nación la pandemia del COVID-19.
Mientras tanto, en Corea del Sur, los temores de una segunda oleada de casos de COVID-19 han surgido al anunciar el país 27 casos este 10 de mayo, su cifra más alta desde marzo.
El país está observando un brote de casos relacionados con clubes nocturnos en la zona de Itaewon de Seúl, pocos días después de haber relajado las medidas de distanciamiento social.
Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional, dijo el viernes que la organización está considerando una revisión a la baja de las previsiones económicas mundiales.
También advirtió a Estados Unidos y China contra la reanudación de una guerra comercial que podría obstaculizar la recuperación económica mundial.
Los directores regionales de la Reserva Federal de Estados Unidos, James Bullard, Loretta Mester y Patrick Harker, comparecerán en varios eventos el martes.
El País
ÓSCAR GRANADOS
El oro es cautivador. Hasta hace no mucho se mataba y se moría por él. Pero, si se le compara con otras materias primas, sirve para muy poco. No se come (como el trigo o la soja), no genera energía (como el petróleo o el gas natural) y su uso industrial es residual (es demasiado caro). Casi la mitad de su producción se destina a la joyería. El resto va a las arcas de los bancos centrales del mundo y a las carteras de los inversores que buscan en él un sitio seguro frente a la incertidumbre.
“A medida que su encanto insaciable brilla como el sol, las personas recurren a él para protegerse contra la oscuridad que se avecina”, escribió el economista e inversor estadounidense Peter L. Bernstein en su libro El poder del oro. En esta crisis sanitaria causada por la covid-19 —que ha provocado un terremoto inédito en la economía—, el metal ha reivindicado su posición como activo refugio, disparándose su demanda y precio.
Tan solo en el primer trimestre del año, los inversores de todo el mundo adquirieron 539,6 toneladas de oro, un 80% más que en el mismo periodo de 2019, según los datos del Consejo Mundial del Oro. La gran estrella fueron los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés), con respaldo físico en oro: sumaron 298 toneladas, casi seis veces más que en el primer trimestre del año pasado. Con ello, la tenencia total en esos instrumentos ha alcanzado un récord de 3.185 toneladas, por un valor de activos bajo administración inédito: 23.838 millones de dólares (unos 21.800 millones de euros).
La ola de compras ha ayudado a impulsar los precios del metal a un máximo nunca visto en siete años (más de 1.700 dólares por onza). Esto ha sucedido mientras el consumo para la elaboración de joyas (principalmente proveniente de China y la India, que copan el 73% del mercado) se ha desplomado un 39%.
“La pandemia ha tenido un impacto significativo y sin precedentes”, reconoce Louise Street, experto en el Consejo Mundial del Oro. Aunado a ello, el precio del metal (que en lo que va de año se ha revalorizado un 12,5%) también se ha avivado por la bajada en los tipos de interés que ha hecho la Reserva Federal de Estados Unidos. “La Fed ha utilizado todo su arsenal para apoyar la economía”, dice Georgette Boele, coordinadora de divisas y metales en ABN Amro. “La flexibilización agresiva de la política monetaria es música para los oídos de los inversores en oro, porque este ofrece mayores rendimientos frente a otros instrumentos, como los bonos del Gobierno”, destaca Boele. Durante los próximos meses, la tendencia será al alza.
“Nosotros creemos que el precio llegará a los 2.000 dólares por onza al final de este año”, vaticina Bill Baruch, analista de materias primas en la consultora estadounidense Blue Line Capital. La caída de la economía mundial (de un 3%, según el FMI) y la incertidumbre generada por el coronavirus podrían contribuir a que el oro sobrepase su marca histórica, lograda en septiembre de 2011, de 1.921 dólares por onza. Una de las estimaciones más extremas la hizo Bank of America el 21 de abril, un día después del desplome del petróleo. En un análisis, la firma financiera indicó que en los próximos 18 meses el metal alcanzaría los 3.000 dólares por onza.
“Podría ocurrir, pero ahora mismo los compradores ya están posicionados y en el mercado no hay nuevos clientes para impulsar el metal a ese nivel”, arguye Boele. Para Carsten Menke, analista de Julius Baer, la demanda de inversión en oro se mantendrá fuerte mientras persista la crisis. “La pregunta clave sigue siendo si el entorno económico mejorará después de una recesión corta y aguda o si se deteriorará aún más, lo que conducirá a una depresión más duradera”, comenta en un análisis. Kieran Clancy, de la consultora Capital Economics, es positivo y estima que la inversión disminuirá a lo largo de 2020. “Es probable que se desvanezcan muchos de los factores que han impulsado el atractivo”, asegura.