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ANÁLISIS
Cledis Candelaresi: Pensamiento lateral para resolver dilema energético
MINING PRESS/ENERNEWS/El Cronista
05/05/2020

CLEDIS CANDELARESI

Las extrañezas de la pandemia habilitan imagénes poco ortodoxas. Alberto Fernández (Presidente), Matías Kulfas (ministro de Desarrollo Productivo), Sergio Lanziani (secretario de Energía), Guillermo Nielsen (presidente de YPF) y Miguel Pesce (jefe del Banco Central), entre otros funcionarios, sentados a prudente distancia y con barbijos en torno de una amplia mesa de trabajo haciendo ejercicios de pensamiento lateral. No para combatir el tedio, precisamente. El desafío es encontrar un enfoque creativo para resolver los dilemas energéticos minimizando el daño.

 
 

Difícil. Ni la técnica de Edward del Bono ayuda. El cuadro es tan complejo que sólo saliendo de los patrones de razonamiento habituales puede administrarse el presente y moldear el futuro sin muchos heridos, incluyendo las maltrechas finanzas públicas y trabajadores purgados. Pero más difícil resulta cuando aún no está resuelta la pregunta del millón en el área: cuál es el valor de las cosas y quién tiene que pagarlo.

Vaca Muerta quedó casi freezada al principio del verano. En rigor, las inversiones en el shale, básicamente en el gas, se paralizaron el año pasado, antes de que apareciera el primer caso de Covid en China y fue por el recorte al subsidio a esa producción, entre otras cosas. Aún así, parece que el frío que empieza esta semana no implica riesgo de escasez.

Bolivia puede aumentar a 18 millones de metros cúbicos día su despacho a la Argentina durante el frío y los 11 barcos de GLP que se compraron hasta ahora podrían subsanar algún eventual faltante. Finalmente, se podrían utilizar combustibles líquidos en lugar de quemar gas para producir electricidad, eso sí, a un costo muy superior que termina solventando las arcas públicas.

A menos que se quiera importar más gas natural licuado, aprovechando que está a precio de ganga en el mundo; u$s 1,80 que llega a 3,4 en mercado.

Pero aquí empieza a complicarse, incluso soslayando los problemas de la cadena de pagos semi paralizada, algo dañino pero coyuntural.

La cuestión es qué pasará en unos meses, cuando la demanda se reanime acá y en el mundo y tengan que regir nuevas reglas para saber cuánto vale el producto en el mercado interno. ¿Lo que cuesta producirlo en dólares, lo que estimula nuevas inversiones, lo que conviene a consumidores lastimados por la cuarentena, lo que un fisco sobreexigido se anime a completar con subsidios?...

El equipo de funcionarios "estudiosos" empieza, inquieto, a reacomodarse en su asiento, buscando esa mirada reveladora. Sin subestimar a nadie, ninguno parece muy cómodo con el ejercicio.

Donde el parate por la situación sanitaria se nota más es en el petróleo, cuya producción ya había empezado a declinar con el congelamiento del crudo local y combustibles y ahora se está desplomando al ritmo que lo hace la venta de combustibles, que se retrajo más del 70%. Refinerías paradas, suspensiones y más de 1000 estaciones de servicio a punto de ser arrojadas al abismo por el uso masivo de bicicletas en el interior del país.

Exportar hoy no es una opción, porque afuera no vale nada. Pero tampoco parece un recurso salvador el denominado "barril criollo" que obligaría a refinadoras y consumidores a seguir pagando un petróleo mucho más caro que en el exterior. Hay ensayos de fórmulas alternativas en borradores de decreto que no sólo den oxígeno a las empresas sino a las provincias que cobran regalías en base a lo que vale el producto que se extrae en su territorio. Pero la luz al final del túnel no aparece todavía.

Otra cuestión urticante es quién vende en un mercado deprimido el crudo que se produce y quién puede quedar fuera de juego en ese reparto, en particular si no son empresas integradas que extraen y refinan.

Algo más para enrevesar el cuadro. Hay yacimientos de gas que tienen líquidos asociados y limitada capacidad de almacenarlo: si no venden el crudo tendrán que dejar de producir gas. Porque arrojarlo al mar no parece una salida muy viable, incluso olvidando la militancia de Greenpeace.

El team oficial parece nervioso y, aunque los funcionarios giran la hoja de papel para descubrir el ángulo que habilite la salida, no hay caso. Cualquier decisión supone un pronóstico de futuro, que nunca fue fácil en el área. Menos en un mundo estremecido por un germen que hasta amenaza cambiar las relaciones de poder y jerarquía entre las potencias.

Pero hay coincidencia en que, como otros males, este pasará y los precios en el exterior volverán a subir en algún momento. La cuestión es cómo esa eventual mejoría encuentra parada a la Argentina.

Según entendidos del sector, los u$s 45 el barril del petróleo que consagran borradores de decretos oficiales es tan generoso que hasta permite desarrollar el oil de Vaca Muerta. Está bien por encima del internacional del momento y cerca de las apetencias empresarias.

Lo mismo pasa con un gas que se remunere u$s 3 el millón de BTU (el que se le compra a Bolivia se paga poco más de 6). Lo que no significa que eso alcance para que las firmas privadas muestren ya que están dispuestas a poner sus dólares en estas latitudes.

Finalmente, la trampita del profesor que complica el algoritmo: el tipo de cambio. "A nosotros más que la fijación del precio (en el caso de los hidrocarburos) nos importa el valor del dólar", comentaba el domingo un productor mientras se ejercitaba durante la cuarentena en su domicilio.

Ultima licencia cinematográfica: con el billete verde en mente, más de un funcionario del equipo de Alberto Fernández quiere abandonar la tarea y revolear hasta el tapabocas. La impotencia, sabemos, a veces conduce a la imprudencia.

 

 


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