Con la irrupción de las divisas digitales en los últimos años, el oro parece haber perdido algo de protagonismo mediático. Sin embargo, este metal precioso, refugio paradigmático de inversores y ahorradores, amenaza con volver a escena y brillar más que nunca en medio de una desenfrenada impresión de dinero por parte de los bancos centrales.
Aunque la teoría cuantitativa del dinero (los precios se mueven al compás de la cantidad de dinero en circulación) no funcionó del todo bien en la última crisis, en esta ocasión (con otros factores en juego) una avalancha de dinero persiguiendo activos seguros puede disparar el precio del oro (cuya oferta crece forma mucho más estable), llevándolo a máximos históricos.
En la anterior crisis, las estímulos monetarios se quedaron atascados en el sistema financiero (generando un exceso de reservas bancarias), disparando el precio de bonos y otros activos, pero con un impacto escaso en la economía real y, por ende, en la inflación o IPC. El multiplicador monetario estaba y está roto. En la actual crisis del coronavirus, la reacción de gobiernos y bancos centrales está siendo contundente en muchos casos.
Los bancos centrales han lanzado programas de compra de activos y barras de liquidez sin parangón, mientras que los gobiernos completan la faena ofreciendo miles de millones de créditos blandos directamente a la economía e incrementando los estímulos fiscales (en muchos casos con transferencias directas de dinero a familias y empresas). En esta ocasión, la situación podría ser bien diferente a medio plazo para la inflación, que podría terminar siendo relativamente alta en un entorno de tipos ceros o negativos (lo que se conoce como represión financiera). Mientras tanto, el oro ha subido casi un 18% desde que comenzarán los grandes programas de estímulo monetario y fiscales a mediados de marzo. En la actualidad cotiza en el entorno de los 1.740 dólares.
Los analistas de Bank of America Merryll Lynch lo reflejaban muy bien en un trabajo titulado 'La Fed no puede imprimir oro'. "El tamaño del balance del banco central se ha mantenido estable en alrededor del 25% del PIB durante la última década, al igual que el precio del oro. A medida que la producción económica se contrae bruscamente con el coronavirus, los desembolsos fiscales aumentan y los balances de los banco centrales se duplican, las monedas fiduciarias podrían verse presionadas a la baja. Y los inversores apuntarán al oro. Por lo tanto, marcamos al mercado nuestras previsiones y ahora proyectamos un precio promedio del oro de 1.695 dólares en 2020 y 2.063 dólares en 2021".
Los analistas del banco norteamericano van más allá y auguran un futuro deslumbrante para el oro. "Más allá de los fundamentos tradicionales de la oferta y la demanda de oro, la represión financiera ha vuelto en una escala extraordinaria. Los tipos de interés en EEUU y en la mayoría de las economías del G-10, probablemente, estarán en o por debajo de cero durante un período de tiempo muy largo a medida que los bancos centrales intenten impulsar la inflación por encima de sus objetivos... A medida que los bancos centrales y los gobiernos duplican sus balances y déficits fiscales respectivamente, también hemos decidido aumentar nuestro objetivo de oro para dentro de 18 meses desde los 2.000 dólares hasta los 3.000 dólares". Este objetivo superaría con creces los máximos históricos de esta materia prima.
Estos expertos se declaran totalmente alcistas a largo plazo en el oro: "Prevemos más alzas, en gran parte porque los bancos centrales están apoyando los estímulos fiscales y a los mercados financieros a través de la impresión de dinero", sentencia el informe de BofAML.
Desde la firma de inversión Pictet WM ven con optimismo la tendencia del oro, pero no vaticinan unos precios objetivos tan elevados como los de sus colegas de BofAML. No obstante, los argumentos que esgrimen son similares. Luc Luyet, analista de la firma, señala en una nota que "a largo plazo, la expectativa de una depreciación del dólar y la perspectiva de unos tipos de interés globales muy bajos durante un período prolongado, junto con grandes déficits públicos apuntan a precios del oro más altos, potencialmente por encima de los 1.920 dólares por onza en los próximos tres años".
A medida que disminuya el estrés financiero, el dólar (el oro está denominado en dólares) podría perder fuerza, lo que debería ser un buen impulso para los precios del oro en el medio plazo, explica el experto de Pictet WM. Además, el gran aumento de la deuda pública para apoyar la economía real hará que sea aún más difícil normalizar la política monetaria, dejando los tipos bajos por mucho tiempo.
"En pocas palabras, es probable que aumente la demanda de oro como cobertura contra los posibles riesgos financieros vinculados a la expansión fiscal y monetaria. Desafortunadamente, este tipo de demanda es extremadamente difícil de evaluar, especialmente porque se basa en las dudas de los inversores sobre el sistema financiero global", concluye Luyet.
Es interesante la relación que guarda el oro con los tipos de interés reales (tipos nominales descontando la inflación) en EEUU. Por ejemplo, durante gran parte de 2018 se pudo ver la debilidad del oro, que cayó hasta los 1.200 dólares por onza. Si los inversores obtienen una rentabilidad que supera la inflación invirtiendo en bonos o en depósitos, el oro pierde atractivo. Este metal precioso no paga un cupón como los bonos, ni un dividendo como las acciones o un alquiler como la vivienda en propiedad, así que lo único que se puede esperar del oro para ganar algo es que su precio suba. En un entorno de represión financiera, el oro suele ser un valor seguro.