El nivel de deuda casi se duplicó de 2010, debido fundamentalmente a contraída por empresas estatales
SERGIO SERRICHIO
Un informe de la Oficina de Investigaciones del Congreso de los EEUU sobre los “Efectos económicos globales de COVID-19” describe un sombrío panorama, aún sin luz al final del túnel, para la economía mundial y es particularmente pesimista sobre las perspectivas de los mercados emergentes y sus posibilidades de lidiar con la situación.
El informe, actualizado al 26 de marzo, dice que el impacto combinado de la pandemia, el aumento del dólar y la guerra de precios petroleros entre Rusia y Arabia golpearon en forma particularmente dura a los mercados emergentes, que “no tienen los recursos ni la flexibilidad política para responder con efectividad”.
Si Trump finalmente acepta "recapitalizar" las instituciones multilaterales, el Congreso de los EEUU tendrá la última palabra
El trabajo destaca el alto endeudamiento generalizado como un serio problema y avizora un horizonte con una ola de defaults y “una nueva crisis de deuda”. Al respecto, cita la cifra -ya mencionada en otras notas de Infobae- de una deuda total de 253 billones (millones de millones) de dólares, superior al 320% del PBI global. Esa deuda, dice, corresponde en un 70% a gobiernos y corporaciones de países desarrollados y en un 30% a gobiernos y corporaciones de países emergentes o en desarrollo.
Pero el problema es más acuciante para los emergentes, que desde el 21 de enero sufrieron una salida de fondos que duplicó la caída que tuvieron en 2008/09 (quiebra de Lehman Brothers y crisis “de las hipotecas”) y empalidece aún más los shocks que recibieron, a través de los mercados de capital, en 2013, cuando el entonces titular de la Reserva Federal (Banco Central) de los EEUU, Ben Bernanke, dijo que la Fed desaceleraría la compra de bonos del Tesoro y generó un breve episodio de pánico conocido como “Taper Tantrum”, y en 2015, cuando China devaluó el renminbi (Gráfico).
La salida de fondos ha sido ahora muchísimo más veloz y pronunciada que en crisis anteriores y pone muchísima presión sobre las economías emergentes
La situación dependerá mucho, prosigue el informe, del nivel de reservas internacionales de cada país y de cuánto se extienda el retiro de capitales. “Algunos países pueden tener suficientes amortiguadores, pero otros necesitarán hacer ajuste de sus cuentas corrientes, reduciendo el gasto y aumentando los impuestos”, dice un pasaje, y menciona que Irán y Venezuela ya han pedido asistencia financiera al FMI y que “otros probablemente le seguirán”.
El trabajo ni menciona la cuasi-imposibilidad de los Estados de reducir gastos y aumentar impuestos en medio de la parálisis económica inducida por las medidas para combatir la pandemia y no se refiere a los fondos de ayuda sanitaria, sino a los típicos programas del Fondo para lidiar con crisis macroeconómicas de gran magnitud.
En ese contexto, el trabajo avizora una “crisis de deuda” a raíz de una “ola de defaults en todo el mundo”. En el caso de los mercados emergentes, precisa, el nivel de deuda casi se duplicó de 2010, debido fundamentalmente a la deuda contraída por empresas estatales. Esa situación, dice, hace a los deudores muy vulnerables a la interrupción (e incluso reversión) de los flujos financieros y a un shock disruptivo como es la pandemia de coronavirus que hará muy difícil a muchos particulares, empresas y gobiernos pagar sus deudas.
“Covid-19 golpeó el ingreso de las corporaciones en un rango de industrias, las fábricas cesan su producción, el comercio y los restaurantes cierran, el precio de los commodities colapsa (al respecto, el trabajo precisa el índice Bloomberg de commodities cayó 27% desde enero y está en su nivel más bajo desde 1986), los viajes internacionales y en muchos casos locales están prohibidos y las familias sufren un rápido aumento del desempleo”, secuencia el informe. “Con menos recursos, empresas y particulares, y en ausencia de alguna forma de intervención gubernamental, no pagan sus deudas, lo que lleva a una caída de los activos bancarios, que crea un problema de solvencia bancaria e imposibilita nuevos préstamos para sobrellevar la crisis. A su vez, los gobiernos están aumentando dramáticamente el gasto para combatir la pandemia y ven sus ingresos contraerse agudamente, lo que aumenta la probabilidad de defaults soberanos".
Devaluaciones de algunas monedas emergentres respecto del dólar, desde el 21 de enero al 25 de marzo
“La dinámica de la deuda es particularmente problemática en los mercados emergentes, cuyas deudas están denominadas en moneda extranjera y cuyas monedas se han devaluado fuertemente desde el brote del coronavirus, lo que aumenta el peso de su deuda respecto en moneda local (y respecto del PBI)”, enfatiza el trabajo, por lo que afrontarán “difíciles decisiones”.
La situación expone y agudiza el status del dólar como moneda internacional dominante. Al respecto, el trabajo precisa que según un reciente survey del Banco de Ajustes Internacionales de Basilea el 88% del movimiento de los mercados globales de cambio se realiza en dólares, que es también clave como moneda de reserva y de cuenta para transacciones financieras y comerciales internacionales: dos tercios de las reservas de los bancos centrales del mundo (excluida la Fed estadounidense) son en dólares, la mitad de depósitos en moneda extranjeras en bancos no norteamericanos son en dólares, dos tercios de los préstamos bancarios a empresas no-norteamericanos son en dólares y dos tercios del movimiento de los mercados de bonos se nominan en dólares.
Por todo eso, dice el trabajo, “cualquier disrupción al buen funcionamiento del mercado global de dólares puede tener amplias repercusiones en las transacciones financieras y comerciales”, lo que obliga a la Fed a “asumir un rol líder como prestamista global de última instancia”, como lo hizo durante la crisis 2008/09. De todos modos, el informe aclara que esta vez las medidas monetarias son menos eficaces, porque a diferencia de entonces ahora se está ante una crisis que golpea tanto la oferta como la demanda mundial.
Ante la posibilidad de una “ola de defaults”, el Congreso de EEUU repasa los recursos de los organismos multilaterales de crédito. Al respecto, señala: “El Fondo Monetario Internacional y los países aportantes deberán evaluar si el Fondo tiene recursos adecuados para responder a esta crisis, cómo asignar recursos si la demanda excede los que tiene disponibles y bajo qué condiciones deberá distribuir esos “fondos de rescate” o si los nuevos programas deberán ir a la par de restructuraciones de deuda y esquemas de “compartir el costo” con los inversores privados.
El FMI tiene en la actualidad un capital de poco más de 750.000 millones de dólares y una “capacidad prestable total” de un billón de dólares, cuando al capital propio se suman aportes bilaterales de países como EEUU, Japón, Alemania y China. El último aumento del capital del Fondo fue autorizado precisamente durante la crisis de las hipotecas, cuando se triplicó desde una base de 250.000 millones. En 2017, La entonces directora del Fondo, Christine Lagarde, obtuvo de Donald Trump la promesa de acordar un aumento adicional del capital, que hasta ahora no se materializó. La cuestión probablemente resurja a la luz de la crisis internacional por el coronavirus.
El informe señala que es todavía muy difícil estimar el impacto de “Covid-19” sobre la economía global, por tratarse de un fenómeno en pleno desarrollo. Como ejemplo de esa dinámica cita que la OCDE había estimado inicialmente una pérdida de 0,5% del PBI global, pero pocos días después triplicó esa estimación a 1,5%. Y cita al secretario general de la OCDE, el mexicano José Ángel Gurría, quien dijo que “La magnitud del shock introduce una complejidad sin precedentes al pronóstico económico” y que la prognosis inicial del organismo, a principios de marzo, fue superada por la dinámica d la crisis. “Ya nos hemos movido mucho más allá del más severo escenario que avizorábamos entonces. La pandemia ha puesto en marcha una gran crisis que abrumará nuestras sociedades en los años por venir”.
La ex directora del FMI, Christine Lagarde, y Donald Trump
Además, el trabajo tiene un detallado anexo con las medidas (e incluso las fechas) tomadas por 74 países, la Unión Europea y otras “acciones multilaterales” en reacción a la pandemia.
La Oficina de Investigaciones (Congressional Research Service) del Congreso de EEUU dista de ser la CIA o el FBI, pero sus papers no son de acceso público inmediato, sino un insumo para los legisladores norteamericanos. Sin embargo, regularmente, la Federación de Científicos Americanos (FAS, por su sigla en inglés) los consigue y distribuye, en su eterno combate al “secreto” en las instituciones de gobierno.
La Federación fue fundada en 1945 por un grupo de ingenieros nucleares que trabajaron a las órdenes de Werner Von Braun en el ultrasecreto "Proyecto Manhattan”, que derivó en la construcción de la bomba atómica. Abrumados por ese peso moral, los fundadores de FAS se impusieron, en adelante, “la obligación ética de asegurar que los frutos tecnológicos de nuestra labor intelectual sean aplicados para beneficio de la humanidad”. En 1996 FAS publicó un informe sobre el uso y abuso de “fondos reservados” en la Argentina durante el gobierno de Carlos Menem. Uno de los autores fue Miguel Pesce, actual presidente del Banco Central de la República Argentina.