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ANÁLISIS
Escribe Juan Biset: ¿Cómo será la minería en el mundo del post Covid-19?
MINING PRESS/ENERNEWS

"Es muy probable que el mundo que conocimos haya cambiado para siempre"

02/04/2020

JUAN BISET*

Juan Biset

 

Todavía es pronto para saber qué forma tendrá, pero nuestras certezas y problemas ya no volverán a ser los de enero de 2020. Si Dios quiere, aburriremos a nuestros nietos con las enseñanzas y anécdotas de estos días tan extraordinarios que nos está tocando atravesar.

Estos cambios se sentirán en todos los órdenes de la vida: las relaciones entre las naciones y entre las personas, la salud pública, las instituciones, la industria del seguro, el concepto de globalización…todo será más o menos distinto luego de la “crisis del coronavirus”.

La minería naturalmente no va a ser la excepción. Pero ¿cómo será esta industria en los años post-coronavirus?

Hay por supuesto áreas del sector que ya están anticipando “lo que viene”.

La necesidad mundial de metales y la previsibilidad de la relación oferta/demanda en un mundo en el que China y la economía toda pueden detenerse, es muy distinta a como era.  ¿Cómo planificar en esas condiciones?

Consideraciones logísticas, de “procurement” o de manejo de stocks también serán diferentes: ¿cómo asegurar la operación de la mina si los insumos que necesita para funcionar dejan de estar disponibles? ¿Será necesario pensar en el desarrollo de clusters o centros locales de provisión de bienes y servicios? ¿En arreglos de pooling y recursos compartidos con competidores?

¿Qué pasa con las personas, en un contexto de pandemia? ¿Debe pensarse en su paulatino (o acelerado) reemplazo por operaciones automatizadas y remotas? ¿Prever un fondo “anticíclico” para hacer frente a paradas más o menos prolongadas?

Imaginando disrupciones todavía mayores a la que estamos viviendo: ¿es necesario planear la autosuficiencia energética de las operaciones mineras?  ¿Implica esto la electrificación de la operación, y un mix de energías que enfatice las fuentes renovables locales? ¿Qué pasa cuando éstas no están disponibles?

Muchas de estas preguntas se responderán de una u otra forma, dependiendo de si se considera a la crisis del COVID-19 como un suceso único y epocal, o si, por el contrario, pandemias futuras son un nuevo tipo de problemática que ha llegado para quedarse. Todavía no está claro el consenso en torno a este punto, y seguramente no lo esté por bastante tiempo.

Pero sí hay algunas certezas: estamos ante un escenario de marcada desaceleración económica y —algunos argumentan— en el umbral de una profunda recesión mundial.

De acuerdo al Foro Económico Mundial, la economía global se contrajo 12% en el período entre enero y marzo de 2020, y las acciones en los mercados bursátiles sufrieron la caída más pronunciada desde la Gran Depresión de 1929.

En la semana terminada el 21 de marzo, 3 millones de personas se registraron para recibir el seguro de desempleo en Estados Unidos, alcanzando un record de 3.3 millones de beneficiarios totales (el número total, antes de esa suba, era de 281.000 personas, y el anterior record para una semana es de 1982, con 695.000 inscriptos).

Industrias enteras como el turismo, la hotelería, los cruceros y las aerolíneas se encuentran prácticamente paralizadas, y el gasto de consumo —del que dependen aproximadamente dos tercios del total de la actividad económica mundial— se enfrenta a una muy marcada retracción.  Consideraciones culturales y hasta psicológicas generan dudas respecto de la reactivación del consumo, incluso luego de dominado el COVID-19.

Dependiendo de la duración de la pandemia, y del acierto en las medidas de salud pública y política económica y monetaria de los países, estaremos ante una crisis profunda pero breve (según estiman algunos) o directamente sin precedentes desde las grandes crisis de la humanidad.

Y aquí entonces el interrogante que se plantea en relación con un aspecto esencial y de los más polémicos de la minería mundial, y del que quiero ocuparme hoy: el de la llamada “licencia social”.

En efecto, ¿cuál será la actitud de las comunidades y de los gobiernos con relación a la minería?

Asumiendo que las cosas van a cambiar, se pueden imaginar dos escenarios:

Uno en el cual el mundo es todavía más cauteloso (incluso más receloso) que antes respecto de la actividad. Todo lo que pueda introducir un peligro para las personas o el ambiente es mirado con resquemor y cuidado. Los permisos son aún más difíciles de obtener que antes, las minas nuevas o “greenfield” se vuelven directamente excepcionales y las ya existentes obligadas a cumplir puntillosamente con una siempre creciente lista de requisitos y recaudos.

Las ONGs que se oponen a la actividad reciben un poderoso apoyo por parte de la comunidad, que prácticamente duda de todo. Los Estados que en algunos casos ya antes arrastraban sospechas de fiscalizar indebida o insuficientemente, han perdido todo crédito a los ojos de la gente, y la licencia social se vuelve esquiva, transitoria y precaria.

La minería entra en una fase de retracción y, como las costumbres de consumo han variado tanto, el mundo tolera esta industria ralentizada y una producción minera en estado vegetativo.

El otro escenario es uno en el cual la minería es percibida como una actividad proveedora de muy necesaria prosperidad para las localidades y los gobiernos, y de fuentes de trabajo para la población.

Los países, apremiados por salir de las respectivas crisis económicas, se concentran en la reconstrucción.  Una actitud general de vitalidad, crecimiento y “we can do it” (al estilo de la Rosie the Riveter, de la Segunda Guerra) se apodera de las personas y de los gobiernos, quienes se ven obligados a concentrarse en sus respectivas ventajas comparativas.

Así, aquellos países con una rica geología se apuran a ponerla en valor, y las comunidades anteponen la necesidad de reconstruir a los “cantos de sirena” de una oposición basada en miedos infundados, y slogans machaconamente repetidos y quizás insuficientemente meditados (“No a la mina. Sí a la vida”, por poner un ejemplo).

Reglas más sencillas y políticas públicas enfocadas en los verdaderos aspectos de cuidado y sostenibilidad ambiental, económica y social, permiten aprovechar las riquezas minerales y poner al país y a muchas de sus comunidades más postergadas en rápido y sostenido movimiento.

La minería sustentable, al estilo de la practicada en los países líderes en el sector, ha llegado para quedarse, y sus productos son demandados por un mundo que se “bebe la vida” al estilo de los picos de prosperidad de los años 20 del siglo pasado, o del larguísimo boom que durante más de un cuarto de siglo experimentó el mundo al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Todo esto, además, profundizado por una decisión planetaria de dar batalla a esa otra “pandemia” consistente en el cambio climático, con su consiguiente demanda adicional de minerales y metales críticos.

Dos escenarios prácticamente antagónicos, pero quizás igualmente posibles. ¿Será éste el tiempo de planificar para alguno de ellos? ¿De poner en marcha las ideas, discusiones y políticas que den lugar a las condiciones apropiadas para que alguno ocurra?

Quedan planteadas las dudas.

*Consultor Energy Consilium y ex Secretario de Política Minera y Sustentabilidad


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