La sequía record en algunas zonas supera las históricas de los años 1900 y 1902
Una sequía en partes de Australia que arrojó un nivel récord de precipitaciones bajas plantea riesgos potenciales para la producción en minas de oro clave en el segundo mayor productor del mundo.
La lluvia en el estado de Nueva Gales del Sur ha estado en uno de cada 100 años en los últimos dos años, dijo el jueves Newcrest Mining Ltd., señalando que la producción en su operación insignia de Cadia podría verse afectada a fines de este año si las condiciones persisten.
La mina es la más rentable de Newcrest y representó más de dos tercios de las ganancias en el último año fiscal, según los documentos presentados por el principal productor de metal del país. Sus acciones cayeron hasta un 5,1% en Sydney.
Australia experimentó el total de precipitaciones de diciembre más bajo registrado el mes pasado, dijo la Oficina de Meteorología en un comunicado el 7 de enero. Las condiciones áridas en partes de la región de la cuenca Murray-Darling, que cubre varios estados y distritos mineros clave, han persistido desde principios de 2017 y están limitando severamente los recursos hídricos.
Los bajos totales de lluvia en los últimos 36 meses en partes de la región de la cuenca Murray-Darling han batido los récords establecidos durante la sequía de la Federación de Australia entre 1900 y 1902, dijo la oficina el jueves en un correo electrónico.
Nueva Gales del Sur "sigue afectada por una severa sequía", dijo Newcrest en su comunicado. "Cadia ha implementado importantes medidas de eficiencia de ahorro de agua y continúa buscando nuevas iniciativas de ahorro de agua". La operación escaparía de cualquier impacto en la producción si la lluvia volviera a niveles históricos más típicos, dijo la compañía.
Los productores de cultivos para los productores de vino también se encuentran entre los sectores industriales que han estado lidiando con el impacto del suministro restringido de agua en el este de Australia. GrainCorp Ltd. en agosto redujo su estimación de ganancias, citando problemas que incluyen la sequía, mientras que Treasury Wine Estates Ltd. dijo el martes que su cosecha australiana de 2020 experimentaría un impacto.
Evolution Mining Ltd., que opera la mina Cowal en NSW en el borde de un lago a unos 350 kilómetros (217 millas) al oeste de Sydney, dijo el miércoles que había pasado los últimos 12 meses tratando de frenar la dependencia de la operación en aguas superficiales y cumplir con restricciones estatales.
"Debido a las condiciones de sequía sostenida, es posible que aumenten estas restricciones de agua", dijo el productor en un comunicado.
China Molybdenum Co., que controla la mina de cobre y oro Northparkes en el centro de Nueva Gales del Sur, también dijo anteriormente que está explorando opciones para impulsar la conservación del agua.
Los mineros de oro requieren grandes cantidades de agua para procesar el mineral excavado en metales preciosos, generalmente utilizando más de 250 megalitros para producir una tonelada de oro, según la agencia nacional de ciencias de Australia. El enfoque del sector minero para la administración del agua está bajo un escrutinio creciente a medida que los inversores se centran más en el desempeño ambiental.
El Mundo
CARLOS FRESNEDA
La temporada de incendios se adelantó en el 2019 a septiembre (la primavera austral). Aunque se sospecha que algunos pudieron ser intencionados, la combinación de la sequía con las altas temperaturas tuvo un efecto letal.
El 18 de diciembre fue el día más caluroso jamás registrado en Australia, con una temperatura media de 41,9 grados y máxima de 49,9 grados en Nullarbor. En el momento más crítico se detectaron más de 200 focos en el sureste de Australia. La superficie afectada por los incendios es ya superior a la de Andalucía.
Aunque los fuegos de 1974 afectaron a una extensión aún superior, la magnitud de la devastación ha sido esta vez mucho mayor. Más de 1.500 hogares fueron destruidos y decenas de pueblos fueron evacuados. Miles de australianos y de turistas encontraron refugio temporal en playas como Mallacoota.
La respuesta ante la emergencia fue muy tardía. El primer ministro, Scott Morrison, se encontraba de vacaciones en Hawai en el momento crítico. Desde su victoria en mayo al frente del Partido Liberal, el político conservador se ha alineado con el presidentes de EEUU, Donald Trump, y con el de Brasil, Jair Bolsonaro, en el frente “negacionista”.
En su mensaje de Navidad pidió “paciencia” a sus compatriotas y apeló al espíritu combativo para emular a “pasadas generaciones que se enfrentaron a desastres, inundaciones, fuegos, epidemias y sequías”. Morrison se resistió durante semanas a establecer un posible vínculo con el cambio climático y un miembro de su equipo llamó “lunáticos” a los activistas.
Australia es el tercer mayor exportador de combustibles fósiles del mundo: entre el 2000 y 2015, sus exportaciones de carbón se duplicaron y actualmente representan el 29% del comercio mundial. Pese a contar con el 0,3% de la población mundial (24 millones de habitantes), es el decimocuarto emisor más grande.
Los incendios del sureste de Australia pueden haber afectado -o causado la muerte- a 480 millones de animales, según estimaciones del profesor Chris Dickman, de la Universidad de Sydney (a partir de un censo de mamíferos, reptiles y aves realizado por la organización conservacionista WWF en el 2007).
Se cree que un 30% de la población de koalas de Nueva Gales del Sur puede haber muerto en los incendios, al igual que gran parte de su población en el “santuario” de Isla Canguro. “Han desaparecido de muchas zonas, y los que han sobrevivido no tienen donde comer porque sus hábitats han sido destruidos”, advierte Mike Letnic, profesor de la Universidad de Sydney.
Decenas de especies autóctonas o amenazadas, como los antequinos o las cucaburras, han visto también mermadas sus poblaciones. Los fuegos han causado también enormes pérdidas en la agricultura y en la ganadería (se estima que más de 100.000 ovejas murieron también en Isla Canguro).
Por la riqueza de su fauna y su flora, Australia está considerado como uno de los 17 países megadiversos. Se estima que en su territorio alberga entre 600.000 y 700.000 especies, y que más del 80% de las plantas y de los mamíferos son “endémicos” y no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.
Los satélites de la NASA han detectado cómo el humo de los incendios de Australia ascendió hasta 17,7 kilómetros en la estratosfera y dio la vuelta al mundo en las dos primeras semanas de enero. Se estima que la cantidad d CO2 liberada por los fuegos equivale a las emisiones de ocho meses de Australia.
El humo tiñó de gris los glaciares de Nueva Zelanda y llegó incluso a las costas de Suramérica. Los incendios hicieron casi irrespirable el aire en la capital, Canberra, que llegó a registrar niveles hasta 20 veces por encima de los niveles máximos de partículas contaminantes. En Sydney, Melbourne y Adelaida se instaló una capa de smog que obligó a suspender el arranque del Open de Australia de Tenis.
El humo de los incendios dejó paso a las lluvias torrenciales, con máximas de 54 milímetros por metro cuadrado en apenas media hora en la localidad de St. Albans. Días después, una nube de polvo de más de 200 kilómetros de ancho (procedente de las tierras agrícolas afectadas por los incendios) barrió gran parte del interior de Nueva Gales del Sur y produjo escenas apocalípticas en poblaciones como Dubbo, Broken Hill, Nyngan y Parkes.
Aún no existe una evaluación de los daños causados, se teme que los incendios tengan un grave impacto en la economía en el 2020. Pese a la sensación de que lo peor ya ha pasado, los meteorólogos advierten que, pasadas las lluvias, puede volver a una situación de alto riesgo hasta el final del verano austral.
Un estudio del Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia predice que el 2050 no habrá “invierno” en el país (salvo en la isla de Tasmania). El informe sugiere la irrupción de una estación que podría llamarse “nuevo verano”, con temperaturas sostenidas por encima de los 40 grados.
“En el sureste de Australia, la frecuencia del riesgo extremo de incendios subirá del 4% 25% en el 2020”, advertía ya en el 2007 el Informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que preveía “una mayor intensidad y un menor intervalo entre los fuegos” por el aumento de las temperaturas.
En el 2008, Australia tomó medidas potenciando la investigación en recursos de prevención, mitigación y adaptación al cambio climático. Como ministro del Tesoro, antes de su llegada al poder, Scott Morrison, retiró prácticamente la financiación de esos programas.
La oleada de incendios ha dejado en evidencia la ausencia de compromisos políticos ante la evidencia científica. En marzo del 2019, 300 científicos escribieron a los gobiernos federales y locales criticando la gestión territorial y las prácticas de “desbroce de vegetación nativa” que en su opinión han contribuido a la sequía.
En abril, la organización Emergency Leaders for Climate Action escribió al Gobierno australiano demandando una nueva flota de aviones contraincendios, pero la respuesta se demoró durante meses y los cuatro nuevos aviones no estuvieron disponibles hasta bien avanzada ya la temporada de incendios.
La falta de medidas preventivas y de coordinación entre el gobierno central y los gobiernos locales de Nueva Gales del Sur y Victoria saltaron a la vista en los momentos más críticos de las tareas de extinción, que requirieron la movilización de 3.000 soldados reservistas.