Desde la más remota antigüedad las piedras preciosas o semipreciosas han ejercido un poder mágico
Ricardo N. Alonso*
Desde la más remota antigüedad las piedras preciosas o semipreciosas han ejercido un poder mágico. Sus variados colores, sus diferentes durezas, su transparencia, traslucidez u opacidad, su brillo y demás características físicas atrajeron la atención de los seres humanos quienes las usaron como adornos personales, amuletos o talismanes. En las tumbas de casi todos los pueblos aparecen piedras o minerales que de por sí indican su uso como vehículo en el viaje final hacia el más allá con los augurios de la buena suerte.
Uno de los listados de minerales más antiguos que se conocen es el que figura en la Biblia, más precisamente en el Antiguo Testamento. Allí en Éxodo, capítulos 28 y 39, se menciona el Pectoral de Aarón, Sumo Sacerdote de los judíos, el cual fue confeccionado en el año 1250 antes de Cristo. Se dice que el pectoral fue enviado a realizar por orden de Moisés bajo inspiración divina. Se trataba de una tela cuadrada bordada en oro, de una palma por lado, donde estaban engarzadas 12 piedras que representaban a las doce tribus de Israel.
Esa especie de bolsa dorada, de unos 23 por 23 centímetros aproximadamente, debía llevarse colgada de manera de cubrir el corazón del sacerdote. Existen muchas representaciones del pectoral, pero tal vez la más impactante es una pintura de Harry Anderson que se conserva en el “Temple Square” de la Iglesia Mormona de Salt Lake City, en Utah (Estados Unidos). El pectoral a su vez se ataba al Efod y este tenía dos hombreras en cada una de las cuales había una piedra ágata que llevaban grabadas seis de las doce tribus de Israel.
Todo se envió a confeccionar en fino hilo de oro, lino torcido, azul púrpura y carmesí. Las piedras estaban ubicadas en cuatro hileras de tres cristales cada una. No existe un verdadero consenso sobre los nombres originales utilizados y lo que hoy representan. Incluso hay confusión sobre el tipo y el orden en que estaban los minerales y el de las tribus que simbolizan.
Lo cierto es que cada piedra debía estar montada en engarces de oro y llevar grabado el nombre, como se graban los sellos, de una de las tribus de Israel. La primera hilera debía llevar una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera un ligure, una ágata y una amatista; y la cuarta un berilo, un ónix y un jaspe. Ellas personalizaban, en igual orden, a las tribus de: Simeón, Dan, Rubén, Leví, Isacar, Zabulón, Judá, Gad, Neftalí, Aser, José y Benjamín. La idea de este artículo es rescatar cuáles fueron aquellos minerales que Dios le habría señalado a Moisés.
La piedra sárdica, sarda o sardio, sería una variedad de cornalina de color café. La cornalina pertenece al grupo de la sílice que forma las ágatas y calcedonias. El nombre de sarda proviene de Sardes, capital del antiguo reino de Lidia en lo que hoy es Turquía. Ágatas y calcedonias se encuentran por doquier en las geodas de amatista de los basaltos del Paraná. Forman las arenas de los ríos de esa región. Los egipcios tallaron muchas figuras zoomorfas en cornalina y la consideraban protección contra los enemigos y vida eterna para quien la llevara. Napoleón usaba un sello de cornalina que encontró en Egipto. Topacio es una de las gemas más importantes compuesta por un flúor silicato de aluminio.
Su color es ámbar pero puede adquirir otras tonalidades por elementos químicos que actúan como cromóforos. Hay una legendaria isla en el mar Rojo, frente a Egipto, que se conocía como Topazos de donde provendría el nombre. Hoy se llama Zebirget y en ella se encuentran ruinas de las viejas minas de topacio. Lo que no está claro es si el pectoral de Aarón tenía topacio o algún mineral con el que se lo confunde fácilmente como el cuarzo citrino.
El famoso diamante de Braganza de la corona portuguesa y que proviene de Brasil, es un topacio incoloro y con sus 1.680 quilates el más grande que se conoce. En Brasil se han encontrado cristales de topacio de más de 100 kilogramos. Se lo consideraba la piedra de la paz y la fidelidad. Carbunclo es el nombre antiguo del granate. Generalmente predominan los de color rojo. De allí que se diga a veces que esa piedra del pectoral era un rubí.
Sin embargo son cosas absolutamente distintas, ya que el granate es un silicato y el rubí un óxido de aluminio, variedad del corindón. El granate era considerado como la piedra que representaba el freno contra la lujuria y el mal carácter. Esmeralda es la gema de color verde y variedad del berilo, químicamente un silicato de berilio. Eran famosas las minas de Cleopatra en el alto Egipto. No se tiene seguridad si la piedra de Aarón era una esmeralda o un granate verde. Zafiro es la variedad azul del corindón, el óxido de aluminio. Lo que se sabe es que se trataba en realidad de lapislázuli, un mineral azul muy común en la antigüedad.
Los egipcios se lo dedicaron a la diosa Isis y los griegos y romanos a Venus. Los primeros cristianos a la Virgen María. Se considera que los que portan adornos de lapislázuli son favorecidos en el éxito personal y los buenos negocios. Luego aparece el diamante, pero casi con seguridad se trata de cuarzo hialino o cristal de roca transparente. Por su dureza nadie habría podido escribir allí el nombre de la Tribu de Zabulón. La tercera hilera del pectoral menciona ligure, ágata y amatista. Ligure es la única piedra que no pudo ser identificada. Se especula con que se trataría de jacinto de Oriente, distinto al jacinto de Compostela que es una variedad roja de cuarzo. Ágata era el mineral de las hombreras del Sumo Sacerdote y una de las piedras del pectoral. Se trata de sílice que se presenta formando bandas de distintas tonalidades.
Era muy apreciada ya que se la consideraba la piedra de la ciencia y la sabiduría. Un antiguo proverbio dice que una mujer que se adorne con un ágata obtendrá todo lo que quiera de los hombres, quienes serán muy pródigos con ellas. Por su parecido con ojos se la usaba contra el mal de la vista y para rellenar las cuencas oculares de dioses y momias egipcias. Un anillo de ágata que se exhibe en la Catedral de Perugia (Italia) se cree que perteneció a la Virgen María. Amatista es la variedad violeta del cuarzo. Se creía que quien tomara vino en una copa de amatista no se emborracharía. Era la piedra protectora de los peligros y por ello la llevaban soldados, marineros y los cruzados.
También se entendía que un talismán de amatista era infalible para conquistar el amor de una mujer de la nobleza. San José y la Virgen María solemnizaron su boda con un anillo de amatista. La última hilera del pectoral estaba formado por berilo, ónix y jaspe. Es probable que berilo haya sido en realidad olivino, un silicato de hierro y magnesio de color verde botella. La variedad gema se llama peridoto. En la antigüedad se conocía también con el nombre de crisolito. Estaba considerada la gema nocturna, por su color verde oscuro y porque solo revelaba su brillo en la oscuridad. Se decía que sus virtudes era la de ahuyentar los terrores de las noches. Hermosos ejemplares se encuentran en la isla Zebirget o Geziret Zabargad, de la costa occidental del Mar Rojo, que se mencionó antes como localidad del topacio.
En los cimientos de una casa de Alejandría en Egipto, se encontraron hermosos peridotos puestos allí con algún fin mágico. Ónix es un mineral muy común, formado por carbonato de calcio, con dureza baja y un amplio abanico de tonalidades. La provincia de Salta es poseedora de canteras de ónix de gran belleza por la rareza de sus colores. El ónix verdadero es sílice, por ello al carbonato muchos prefieren llamarlo ónice. Jaspe, la doceava piedra del pectoral, es un cuarzo criptocristalino y opaco de color rojo, café o amarillo. Hermosos jaspes se encuentran en algunos troncos de árboles fosilizados.
La palabra jaspeado tiene origen en el bandeado de este mineral. El pectoral de Aarón se perdió cuando Jerusalén fue saqueada por los babilonios. La discusión sobre la naturaleza original de las piedras no ha permitido una reconstrucción exacta del objeto original. Muchos han intentado reproducirlo para utilizarlo como un poderoso amuleto en rituales religiosos. ¡Nada menos que el talismán de los minerales elegidos por Dios!