ALEJANDRO TENA
El metal blanquecino es imprescindible para la elaboración de baterías y sistemas de almacenamiento de energía en el sector de las renovables. Bolivia presenta una de las mayores reservas del planeta, lo que ha llevado a algunos analistas a señalar a este elemento como uno de los detonantes del golpe de Estado contra Evo Morales. Pero, ¿hasta qué punto una materia vinculada al crecimiento verde puede desestabilizar economías?
En los tiempos modernos, el petróleo se ha erigido como uno de los principales motores de la economía mundial, llegando, incluso, a generar crisis contundentes en el seno de los países desarrollados durante algunos momentos del siglo XX. Sin embargo, ese líquido negro que, entre otras cosas, llena los tanques de los vehículos parece acercarse a su ocaso. Quizá, porque las reservas mundiales van encaminadas a su agotamiento. Quizá, también, porque la crisis climática ha abierto un espacio de transición energética que transforma los escenarios de inversión tradicionales. En ese sentido, el litio se ha presentado como uno de los elementos más emergentes de los últimos tiempos, ya que su uso es imprescindible para el desarrollo de baterías eléctricas y para la creación de infraestructuras de almacenamiento energético en el sector de las renovables.
No se puede afirmar que el litio sea o vaya a ser un elemento que concentre las mismas disputas geopolíticas que durante décadas han rodeado al petróleo y otros combustibles fósiles como el gas. No obstante, este oro blanquecino sí que es un elemento de interés para multitud de industrias que buscan mantener su estabilidad económica en un escenario de descarbonización y crecimiento verde. El impacto social, medioambiental y económico, en cualquiera de los casos, “depende del lugar donde se extraiga”, expone Gonzalo Escribano, investigador principal y director del programa de Cambio Climático y Energía del Real Instituto Elcano, que enfatiza las diferencias que puede haber entre explotaciones situadas, “por ejemplo, en Mongolia o Australia”. “No es lo mismo la extracción que la construcción de la batería o el reciclaje de la misma. La cadena de valor del litio es muy amplia y compleja”, apostilla el experto.
El impacto ambiental, asimismo, depende del modo en el que se consigue el recurso. Hasta el momento existen dos formas: la excavación en roca, algo más tradicional, y, por otro lado, el proceso de evaporación del agua de las salmueras, que consiste en bombear el agua mineral subterránea hasta la superficie, donde se evapora al sol dejando al descubierto, tras un proceso químico, el carbonato de litio. Esta última modalidad es la más extendida y apenas guarda impactos directos con el entorno, más allá del uso del agua. “La mayoría del litio se encuentra en capas superficiales de la corteza. Se piensa que puede provenir del impacto de meteoritos en la Tierra, por lo que se encuentra en los primeros estratos, aunque de una forma muy dispersa y diseminada”, detalla Antonio Turiel, científico titular del CSIC y autor del blog sobre recursos y energía The Crash Oil.
Elena Solís, responsable de la campaña de minas de Ecologistas en Acción, denuncia el problema que este último tipo de explotaciones guarda en relación a los usos del agua, ya que la producción se lleva buena parte de los recursos, en contra de los intereses de las economías agropecuarias. Esto es algo que se puede ver en el proyecto extractivista que se está planteando en Cáceres, que, según la activista medioambientalista, desatará disputas relacionadas con el acceso al agua entre los productores de vino y quesos de la zona. Esto es algo que ya se puede observar en ciertas partes del mundo como Chile, explica Escribano: “En el desierto de Atacama no se han detectado prácticas de explotación infantil, ni vulneración de derechos, pero sí problemas relacionados con el acceso al agua de las poblaciones de la zona y comunidades de pastoreo”, manifiesta Escribano.
Por lo que se refiere a los ritmos industriales, Turiel argumenta que “hay limitaciones en la cantidad de producción de litio al año” debido a la lentitud de su extracción, que requiere de al menos seis meses al sol para su evaporación. Además, el investigador detalla que el tamaño de las reservas no da para fabricar las baterías de todos los coches eléctricos que se desean desde el sector de la automoción. “Si acaso, se podrían crear unos cientos de miles de baterías nuevas, una cifra muy pequeña si se tiene en cuenta que en la actualidad hay cerca de 1.200 millones de coches en el mundo”, advierte.
La lucha por el agua plantea dudas sobre la minería de litio en Chile./ REUTERS
Hoy día, las principales reservas se encuentran en tres países del cono sur americano que conforman un triángulo estratégico, Chile, Bolivia y Argentina, así como en Australia y China. Según los datos del Observatory of Economic Complexity (OEC), Chile es el principal exportador de este recurso, seguido de Argentina y Luxemburgo. Los principales importadores, por su parte, son China, Japón y Corea del Sur, países con grandes inversiones en la industria tecnológica.
No obstante, las implicaciones geopolíticas que puede tener el litio distan mucho a las que han podido caracterizar al petróleo y el gas. “Aunque la mayor parte se produzca en esos países latinoamericanos, las compañías que los extraen son occidentales. Es decir, no hay un control nacional sobre los recursos que pueda generar grandes conflictos económicos”, opina escribano. Además, “el litio representa un pequeño porcentaje de la masa económica de los materiales en las baterías”, tal y como destaca un trabajo científico de los profesores Luis de la Torre Palacios y J. Antonio Espí.
Para Turiel, otorgar al litio un papel determinante en el conflicto Boliviano es “un poco estúpido”, ya que el tipo de producción que se halla en el país latinoamericano requiere de procesos químicos de separación de magnesio que no están muy desarrollados a gran escala y que son muy costosos. “El nivel comercial del litio boliviano es muy bajo”, señala el experto del CSIC, que subraya las difíciles condiciones meteorológicas del entorno para su extracción respecto a las de Chile o Argentina.
En cualquier caso, hay personalidades internacionales, como el expresidente de Uruguay, José Mújica, que han señalado de manera frontal al litio como uno de los múltiples detonantes del golpe de Estado contra Evo Morales, que había iniciado un proceso de industrialización de los salares bolivianos a través de acuerdos con empresas alemanas y chinas, pero con una participación mayoritaria del ente público. Si bien es cierto que no se observan injerencias externas directas como las que a lo largo de la historia ha generado el petróleo en Oriente Medio, este material ya ha comenzado a desencadenar fuertes disputas. “Aquel que tenga el control sobre este tipo de materias será quien termine moviendo la batuta”, argumenta Solís, señalando a otros elementos importantes como las denominadas tierras raras.
En esta revolución energética el litio no se presenta como un ente aislado, ni mucho menos. Las producciones dependen de otros elementos como el cobalto o el cobre. Este último, un metal esencial desde la segunda mitad del siglo XX, debido a su poder en la generación, transporte y distribución de electricidad. Apostar todo a estos elementos para una transición plena esconde trabas importantes, debido a que se trata de minerales de unas capacidades limitadas si se interpretan por sí solos.
“Ahora mismo, el problema más gordo es el cobalto”, señala Turiel. Este material, también esencial para la creación de baterías, no tiene concentraciones de gran envergadura, aunque existen pequeñas alternativas a este elemento en la creación de baterías. Además la extracción de este metal suele ir acompañado de vulneración de derechos humanos, ya que “más del 50% de la oferta mundial de cobalto procede de la República Democrática del Congo, un país políticamente inestable y con conflictos internos y donde la minería se ha relacionado con el trabajo infantil”, expone un reciente estudio del Real Instituto Elcano.
El cobre, con sus mayores reservas en Chile, podría ver cómo sus reservas menguan debido a sus diversos fines, en tanto que se utiliza para cableado, pero también para la creación de bobinados, imprescindibles en los alternadores de los sistemas de generación eléctrica.
“A corto y medio plazo, los problemas están situados en las cantidades que se pueden extraer de cobalto y cobre. El litio no va a manifestar problemas en sus reservas de una forma evidente hasta dentro de unos quince años”, zanja Turiel.