Una de las principales actividades comerciales que marcan la relación entre Argentina y Bolivia es la comercialización de gas natural, regido mediante un contrato de provisión por 20 años.
En 2006, los entonces presidentes Néstor Kirchner y Evo Morales firmaron un contrato para que entre 2007 y 2026 la petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) provea gas natural a la igualmente estatal Enarsa (ahora IEASA) para contenerla incipiente crisis energética en Argentina, explicada por el aumento en el consumo de industrias y hogares en plena recuperación económica y la cada vez más evidente baja en la producción, por falta de incentivos de precios.
Ese contrato tuvo varias adendas y en febrero de este año el secretario Gustavo Lopetegui firmó la cuarta junto con el ministro de Hidrocarburos boliviano, Luis Alberto Sánchez.
Al amparo de esta renegociación, Argentina comprará entre 2019 y 2020 menos volumen de gas pero Bolivia tendrá una mejora de precio. Esto sirve para darle lugar a la creciente producción del fluido a nivel local, fundamentalmente por Vaca Muerta, ya que falta capacidad de transporte durante casi todo el año y tampoco existe la suficiente demanda de hogares, industrias y centrales termoeléctricas entre octubre y abril de cada año.
La cuarta adenda tuvo el novedoso agregado del canje de un avión de guerra argentino (el Pampa III, producido en la Fábrica Argentina de Aviones -FADEA- en Córdoba) como premio por si Bolivia entregaba más gas que los 18 millones de metros cúbicos por día (MMm3/d) pactados para los tres meses más duros del invierno (junio-agosto) y 16 MMm3/d en mayo y septiembre. Como esta cláusula se cumplió, Argentina adeuda la entrega de un avión valuado en u$s 15 millones (un precio menor que el valor de los combustibles que se hubieran tenido que importar si Bolivia vendía menos cantidad de gas).
Sin embargo, Israel, que participa a través de sus empresas en la fabricación de componentes del Pampa III -como la aviónica, por ejemplo- bloqueó el pacto por la alianza entre el recientemente renunciado presidente de Bolivia y el Gobierno de Irán, enemigo acérrimo de Israel, bastión occidental en Medio Oriente. Con todo, Argentina debe enviar el avión y serán los próximos gobernantes, tanto Alberto Fernández como quien presida Bolivia, los que determinen cómo y cuándo será.
Más allá de lo estrictamente energético, aunque relacionado, aparecen los mineros. Bolivia es el país con mayores depósitos de litio en el mundo, en un tridente en el que también están Chile y la Argentina. Las otras grandes reservas del mineral están en Australia y China. En el Salar de Uyuni, al sudoeste de Bolivia y a 3663 metros de altura sobre el nivel del mar (msnm), el país empezará la extracción del mineral vital para la fabricación de baterías que puedan almacenar en el futuro una creciente cantidad de energía renovable.
Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, Bolivia tiene recursos de litio por aproximadamente 21 millones de toneladas, más que las 14,8 millones de Argentina, segundo en el ranking.
La industrialización del litio será clave en las próximas décadas para fabricar cada vez más autos eléctricos, ahorrar emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y contener el efecto invernadero, causante del cambio climático. Argentina, al igual que Bolivia, se puede beneficiar de la extracción del litio -u oro blanco- para comerciar un mineral que puede almacenar en la próxima década la energía solar del norte y la eólica del sur del país y reemplazarlas importaciones de combustibles líquidos y de gas, incluso las compras a Bolivia, que terminarían en 2026