CATALINA BONTEMPO
La crisis política boliviana contrasta con su economía, ya que en los casi 14 años del gobierno de Evo Morales el país creció y los indicadores sociales mejoraron.
Dentro de la economía de Bolivia, la industria extractiva juega un rol fundamental. Cuando Morales asumió la presidencia, en 2006, comenzó un proceso de nacionalización a través de la expropiación de compañías que se encontraban en manos extranjeras, como la industria de los hidrocarburos. Pese a las tensiones iniciales, la nueva gestión logró luego convivir con el sector privado.
En la actualidad los sectores de gas y minerales representan el 80% de las exportaciones, el 20% de los ingresos fiscales y el 10% del PBI. Con ese control sobre los recursos, el gobierno boliviano pudo crear subsidios y aumentar los gastos sociales.
Si bien a partir de 2015 los precios internacionales de las commodities comenzaron a bajar, el crecimiento económico de Bolivia continuó, pero a menor ritmo. Incluso las perspectivas económicas para este fin de año superan a los principales países de la región.
Los índices del Instituto Nacional de Estadísticas de Bolivia (INE), las publicaciones del Banco Mundial (BM) y las proyecciones económicas del Fondo Monetario Internacional ( FMI) permiten trazar el escenario que deja Morales.
"Cuando ves los últimos cinco años, Bolivia debe haber sido uno de los pocos países de la región que creció", aseguró Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (Cepa).
No solo eso, desde 2004 que la economía boliviana crece por encima del 3%. De 2004 a 2014 la tasa anual promedio de crecimiento fue de 4,9% y el pico más alto fue en 2013, cuando alcanzó el 6,8%.
Entre las razones, se encuentran los altos precios de las materias primas y el aumento de las exportaciones de gas natural.
El PBI boliviano avanzó en 2018 un 4,2% y, de acuerdo con las perspectivas económicas, Bolivia registrará para fin de este año un crecimiento del PBI del 3,9%. Si se tiene en cuenta las expectativas de crecimiento de los principales países de la región, Bolivia lidera el ranking y se ubica por encima de países como Colombia, Brasil, Perú y Uruguay.
La pobreza extrema se redujo en más de la mitad entre 2005, cuando era de 38,2%, y 2018, cuando llegó a los 15,2%. A su vez, la pobreza moderada también cayó de 60,6% en 2005 a 34,6% en 2018.
La esperanza de vida de los bolivianos pasó de ser 56 años en 1990 a 62 en sólo 10 años. En 2010 la expectativa era de 68 años, y en 2017 alcanzó los casi 71 años.
En relación con la brecha social, entre 2004 y 2014 el coeficiente de Gini -mide la desigualdad- bajó de 0,60 a 0,47. Aunque la reducción de la pobreza y la desigualdad continuó cayendo desde 2014, lo hizo a un ritmo menor. El coeficiente se mantiene cercano al 0,47 desde 2011.
Bolivia tiene las expectativas más positivas de la región con respecto al desempleo. Se estima que cerrará 2019 en torno al 4%. Si se toma en cuenta la proyección estimada para otros países del continente americano, siempre según los números del FMI, Bolivia sólo se ubica por debajo de México (3,4) y Estados Unidos (3,7).
En 2005 la inflación de Bolivia era de 5,3% y, si bien en 2006 bajó a 4,2%, en 2008 tuvo un pico de 14%. A partir de ahí, tuvo altibajos, y en 2018 alcanzó un mínimo de 2,2%. En comparación con otros países de la región, Bolivia mantuvo una cierta estabilidad en los precios.
Se espera que para fin de año Bolivia sea el tercer país de los principales de América con menos inflación. El índice de precios de Bolivia será de 1,7%, mientras que el de Ecuador 0,4% y el de Estados Unidos 1,8%.
En relación con la deuda pública (que incluye la tomada con el sector público financiero), entre 2014 y 2019 aumentó de 38% a 53% del PBI, mientras que los depósitos del sector público en el Banco Central se redujeron de 24% al 13%.
En 2018 la deuda externa acumulada alcanzó los US$13.280 millones. Es un número muy menor a los más de US$300.000 millones de la Argentina (cuya economía también es mucho más grande).
Por otro lado, las reservas internacionales de Bolivia disminuyeron de US$15.100 millones (46% del PIB) en 2014 a cerca de US$8000 millones (20% del PBI) a mediados de 2019, según el Banco Mundial.