CLEDIS CANDELARESI
Por una mezcla de razones filosóficas, económicas y de orden práctico, ni el actual gobierno ni su eventual sucesor según las preferencias definidas en la PASO, Alberto Fernández, pesificarían de cuajo los precios energéticos aunque tampoco resignarían intervenir para moderar el impacto que este axioma tiene sobre los valores que pagan los consumidores de gas o nafta al final de la cadena. Junto a la reivindicación de Vaca Muerta como la panacea para succionar dólares genuinos desde el mundo, ese principio es un punto de contacto clave de las principales fuerzas electorales en pugna.
La diferencia más elemental es que los funcionarios de Cambiemos intervienen en el mercado exigidos por la falta de fondos, la necesidad política de no licuar del todo el stock de votantes y con mucha culpa. Los técnicos afines al Frente de Todos, en tanto, parecen menos pudorosos a la hora de echar mano de una resolución para frenar precios o capturar renta para la caja pública. Cuestión de estilo y formas, no de fondo.
Algo de este espíritu quedó demostrado en los encuentros que la industria de hidrocarburos está teniendo con unos y otros en estas semanas de mucha incertidumbre electoral y convulsión cambiaria y bursátil.
El miércoles de la semana pasada se reunieron en Olivos representantes de la nueva Cámara de la Energía, liderada por Carlos Magariños, e integrada hasta ahora por YPF, PAE, Total, Pluspetrol, Raizen, Shell, Exxon y Chevron. El expeditivo encuentro de presentación no habría sido óbice para que Mauricio Macri exprese la incomodidad que le produce el pseudo congelamiento hasta noviembre de los precios del gas y el petróleo y les reclame apoyo electoral, con la advertencia de que la oposición los podría desairar con una pesificación plena.
Ese fantasma no resultó muy amedrentador para la poderosa industria, que padece insatisfacción crónica pero es muy pragmática y no tiene su corazón embargado. Aunque el diálogo con este gobierno les resulte fluido, las empresas están resentidas por no poder gozar las bondades de una dolarización plena debido a las medidas que ya tomó la gestión de Cambiemos.
La flamante resolución 577 del miércoles 18 permitió ajustar $ 4 el valor de los combustibles, pequeño relax a la paralización de precios hasta después de las elecciones. Pero ratifica un esquema "artificial" de un barril a u$s 59, cotizado a un tipo de cambio de $ 49,30 por dólar. Tanto el costo internacional del Brent como el tipo de cambio están por arriba.
Algo similar ocurre con el gas, que desde abril a fin de año permanecerá fijo a u$s 4,5 el millón de BTU pero a un tipo de cambio de $ 41, de lo que resultaría que aquella cifra baja a cerca de u$s 3. Muy cerca del nivel suficiente para tener una renta aceptable y seguir invirtiendo, pero menos de lo que presuntamente podrían capturar en un mercado no intervenido. De ahí la queja.
Macri y el secretario del área, Gustavo Lopetegui, hacen saber a las firmas en cuanta ocasión tienen que esas regulaciones son contrarias a su cosmovisión pero imprescindibles para evitar males mayores como el de una revuelta ciudadana.
Los contactos informales y discretos con distintos economistas y técnicos afines al Frente de Todos dieron cierta tranquilidad a las empresas. Aún no se sabe quién sería ungido para comandar al sector, pero los distintos referentes no muestran voluntad de la pesificación total con la que los asusta Macri; sí cunde la idea de usar algunos mecanismos para controlar precios hacia el final de la cadena como en su momento fueron las retenciones. Casi un mal menor.
Las productoras prefieren un barril más barato pero siempre valuado en dólares y la mayor libertad posible para exportar con libre disponibilidad de divisas. Esto último, justamente, está contemplado en un borrador de proyecto de ley que el economista Guillermo Nielsen, del entorno de Alberto Fernández, está trabajando desde hace un año con especialistas en un atractivo marco legal para los inversores de gas en Vaca Muerta.
La idea es seducir capitales para que ese rico yacimiento de hidrocarburos no convencionales genere muchos excedentes exportables y así ingresen abundantes divisas al país. Cualquier referente con chances de llegar a la Rosada abraza la idea de mimar a los productores para que éstos generen el virtuoso círculo de más producción, no importaciones y venta a destajo al mundo.
Aunque no lo repitan en público y sus gruñidos sugieran algo diferente, las productoras de gas y petróleo descuentan que para producir y sostener un programa razonable de inversiones en Argentina es suficiente una remuneración de u$s 45 el barril y u$s 3 el MBTU, unidad calórica del gas. Y que las naftas hoy tienen un retraso del 15%, bastante menos de lo que acusan públicamente los estacioneros.
Ni las políticas en curso ni las que podría aplicar la oposición con más chances de suceder al macrismo parecen comprometer de modo certero este holgado cuadro de situación, forzando a cambiar los planes de largo plazo. Por eso las distintas firmas sugirieron al entorno de Fernández que estarían dispuestas a un par de años de "sacrificios" con tal que no se vulneren pautas como los precios en moneda dura.
Cada compañía tiene su historia y las medidas oficiales no las afectan a todas por igual. Pero ninguna puede dejar de ver los esfuerzos oficiales por complacerlas, a condición de que desembolsen dólares para animar la actividad. Un ejemplo ilustrativo quizás sea el esfuerzo fiscal enorme en esta coyuntura para pagar más de u$s 1500 millones por los subsidios del Plan Gas, casualmente diseñado por Axel Kicillof.