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Cepo by Macri: Cómo impacta en las exportadoras
02/09/2019

Las exportadoras tendrán que pedir autorización al BCRA para girar divisas

ENERNEWS/MINING PRESS/Ámbito

El Central estableció que las empresas exportadoras deberán liquidar las divisas producto de sus ventas en el país y que todas las compañías, no solo los bancos, tendrán que pedir autorización a la entidad monetaria para girar divisas al exterior. La medida, que regirá hasta el 31 de diciembre, se adopta en medio de una grave crisis financiera que sufre el país.

El Banco Central estableció que las empresas exportadoras deberán liquidar las divisas producto de sus ventas en el país y que todas las compañías, no solo los bancos, tendrán que pedir autorización a la entidad monetaria para girar divisas al exterior. 

Así lo estableció el Gobierno a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 596 del 28 de agosto, que se comunicó hoy a la prensa.

En sus considerandos, la norma explicó que "ante diversos factores que impactaron en la evolución de la economía argentina y la incertidumbre provocada en los mercados financieros, el Poder Ejecutivo Nacional se vio en la necesidad de adoptar una serie de medidas extraordinarias tendientes a asegurar el normal funcionamiento de la economía, sostener el nivel de actividad y empleo y proteger a los consumidores".

Estas medidas buscan "fortalecer el normal funcionamiento de la economía, contribuir a una administración prudente del mercado de cambios, reducir la volatilidad de las variables financieras y contener el impacto de oscilaciones de los flujos financieros sobre la economía real", agregó el DNU.

La medida, que regirá hasta el 31 de diciembre, se adopta en medio de una grave crisis financiera que sufre el país con una profunda caída del peso y salida de depósitos desde los bancos, junto a una notoria retracción en las reservas internacionales, todo dentro del marco de las dudas políticas que dispararon las recientes elecciones primarias.

En lo que respecta a las personas jurídicas, se estableció que los exportadores deberán vender las divisas fruto de sus exportaciones en el mercado local dentro de un máximo de 5 días hábiles después del cobro o 180 días después del permiso de embarque. En el caso de los commodities será de 15 días corridos.

También, para este grupo, no habrá restricciones para la importación o pago de deudas a su vencimiento. Pasado ese monto, se deberá pedir una autorización al BCRA que tendrá un área dedicada a este tipo de operación. Las medidas apuntas a que las empresas no podrán comprar dólares para atesorar.

Puntos salientes de la medida para las Personas Jurídicas:

+ Los exportadores tienen que vender las divisas fruto de sus exportaciones en el mercado local dentro de un máximo de 5 días hábiles después del cobro o 180 días después del permiso de embarque (15 días para las commodities)

+ No hay restricciones para la importación o pago de deudas a su vencimiento.

+ Las empresas no podrán comprar dólares para atesorar.

Cabe recordar que a comienzos de noviembre del 2017, y luego de medio siglo de vigencia del sistema, el Gobierno había eliminado la obligación de liquidar en el mercado de cambios las divisas provenientes de exportaciones de bienes, servicios y materias primas.

Así lo había dispuesto mediante el decreto 893/2017, que llevaba las firmas del presidente Mauricio Macri, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el entonces ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Soja sin liquidar

Clarín

SILVIA NAISHTAT

Los exportadores tenían hasta 10 años para ingresar las divisas. El pazo se redujo ahora a los seis meses. Hay unas 26 millones de toneladas de soja sin liquidar. Y en lo que va de 2019 ingresó casi lo mismo que en 2018 cuando se padeció la peor sequía en 50 años.

Veintiséis millones de toneladas de soja no pasan inadvertidas. Son un poco menos de la mitad de las 55 millones de toneladas que se cosecharon entre 2018 y este año y equivalen a US$ 9.000 millones. Esa es la cifra que estaba en a cabeza de los funcionarios cuando recurrieron a un giro en la norma para la liquidación de divisas por parte de los exportadores.

Aunque se trata de una solución que estuvo sobre la mesa desde los tiempos de Nicolás Dujovne, que al final no se atrevió, el decreto establece que los exportadores de bienes y servicios deberán liquidar los dólares como máximo 5 días hábiles después del cobro o 180 días después del permiso de embarque. Para los egresos de dólares para el pago de importaciones no hay restricciones de divisas

La demora en aplicar esa normativa en medio de esta crisis ha dado mucho que hablar.  Tenían hasta 10 años de plazo que se redujeron a seis meses. Y la pregunta es si de esta manera los dólares volverán a aparecer.

Los exportadores agroindustriales aseguran que ingresan las divisas en cuanto le compran la mercadería a los productores y bastante antes de que esos granos lleguen a puerto o a sus plantas para la molienda. Claro que grandes volúmenes se adquieren con precio a fijar a aquellos productores que entregan los granos pero prefieren recibir el dinero más adelante. Y aquí se explica la urgencia del Gobierno, admitió un operador con décadas en el comercio de granos.

“Por un problema político en Argentina se generó un serio problema financiero”, señalaron en una de las grandes cerealeras que dijo que la normativa no cambiaba su forma de operar. “Entendemos las medidas, el Gobierno como pasa en la náutica, no puede abandonar el timón”.

Del lado del Gobierno creen, sin embargo, que una vez que los exportadores de todo tipo cobran la mercadería dejan el dinero depositado en sus cuentas del exterior y luego lo traen de a cuenta gotas cuando necesitan hacerse del producto.

También se cerró la posibilidad que tomasen créditos en pesos para comprar dólares como sucedió en los últimos años.

Para los exportadores tecnológicos, el nuevo paquete de medidas en plena emergencia es “volver atrás. El problema no es la compra de dólares ni el ingreso de divisas, sino el retiro de los bancos”, remarcaron a Clarín solicitando el off the record. De acuerdo a sus cuentas, las entidades están líquidas y disponen de unos US$ 25.000 a US$ 26.00 millones. “Son solventes”, aseguraron.

La buena noticia es que la semana pasada por la combinación de una abrupta devaluación, un precio internacional que con vaivenes se mantiene en torno a US$ 315 por tonelada en el caso de la soja y sobre todo el pánico a que puedan aumentar las retenciones, muchos se lanzaron a liquidar parte de los granos retenidos. Y los expertos esperan otra lluvia de soja en estos días.

Hace falta. En lo que va de 2019 la liquidación del campo ronda US$ 16.000 millones, similar a la de 2018, cuando se sufrió la peor sequía en 50 años.

Medidas para salvar al gobierno

La Nación

CLAUDIO JACQUELIN

Se demoró (tal vez demasiado), pero llegó. Mauricio Macri empezó a admitir que lo que le queda es intentar salvar su gobierno para que, al menos, llegue al final en tiempo, si no en forma. Para eso comienza a aceptar que debe hacer hasta lo que no le gusta, como reestructurar la deuda pública y disponercontroles de cambios. Contra su voluntad. También el Presidente está obligado a asumir que carece de margen para más enojos o peleas inconducentes.

Y aprender a tolerar críticas impiadosas o injustas. Incluso agravios. No tiene muchas opciones.

Es un hecho que los principales funcionarios dedicarán todas sus energías a estabilizar la economía y, con ese fin, aplicar toda su capacidad de interlocución con la oposición menos querida, que se apresta a ser el oficialismo más indeseado para el macrismo. Solo en la plenitud del poder se puede elegir a los rivales. En la adversidad, se imponen. Demasiado tarde para lágrimas por haber errado también en ese cálculo. Los yerros no fueron solo económicos. La monocausalidad y la unidimensión se llevan mal con la administración del Gobierno.

El núcleo más realista y menos dogmático (para no decir más político) de los funcionarios y dirigentes macristas debió batallar duramente a lo largo de dos semanas para que el Presidente llegara a la conclusión de que debía archivar la ensoñación de revertir los resultados de las PASO en la elección general del 27 de octubre y adoptara decisiones que no entraban en su manual. Sin estabilidad y sin gobernabilidad hasta la participación en los comicios puede ser una quimera, especialmente cuando se es candidato.

 

 
Fuente: LA NACION

 

En el envío al Congreso del proyecto de ley de reestructuración de los vencimientos de la deuda y en la búsqueda de los votos necesarios para su aprobación se plasmó la nueva etapa, la asunción de las prioridades y una puesta a prueba para reencauzar la situación política y económica. La búsqueda de consensos básicos empezará por ahí. Puro sentido práctico.

El camino fue pavimentado por el control de cambios finalmente adoptado por el Banco Central, después de haber sido férreamente rechazado. Tal vez no sea lo mismo, pero se parece mucho a lo que impulsaban no solo Alberto Fernández y su equipo, sino también desde el espacio de Roberto Lavagna. Es un paso para estar más cerca después de haber estado tan lejos. Con los resultados de la confrontación a la vista.

Macri había resistido hasta lo imposible la adopción de esa medida que le propuso Lacunza casi desde el momento mismo de su arribo al Palacio de Hacienda. La liberación del mercado cambiario había sido una de las banderas de su gestión que el Presidente enarbolaba orgulloso. Debió arriarla. Y sacrificarla en el altar de la crisis.

La mala reacción de los mercados a la mera postergación de los pagos de deudas precipitó la medida que debió difundirse durante un domingo, recordando otras crisis argentinas, antes de que se reanudara la actividad financiera y se activaran otras alarmas en los bancos. La realidad se impuso a la tozudez y el disenso.

Pese a las urgencias, en la Casa Rosada estaban más convencidos que en Hacienda de que la reestructuración era suficiente y que contaban con el tiempo que demandaría alcanzar los acuerdos legislativos para convertirla en ley. Hasta que abrieron los mercados el jueves pasado y votaron. "Con las medidas tomadas tenemos casi 10.000 millones de dólares más para hacer frente a nuevos intentos de corridas y ya no dependemos exclusivamente de que el Fondo nos confirme ya mismo el envío de los 5400 millones que faltan del préstamo stand-by", afirmaban en el Gobierno 48 horas antes de disponer el control de cambios. En el Banco Central temieron (o aceptaron) que no fuera suficiente.

Las reuniones de la semana pasada en la Casa Rosada y en Olivos fueron el ámbito donde se libró la disputa entre las visiones más confortables para el Presidente y las más descarnadas.

Un nuevo círculo integrado por Lacunza, Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta logró imponer la crudeza de su diagnóstico. No fue sencillo. Hasta debieron recurrir a algún golpe sobre la mesa para que no quedaran dudas de su convicción sobre la crítica situación y el volumen de la emergencia, como de la inviabilidad de seguir aferrados a dogmas ya tan depreciados como el peso. O a fantasías capaces de hacerles perder lo poco que realmente les queda.

Lejos de cualquier expresión altisonante, como es habitual, la adhesión de Marcos Peña a algunos de los planteos del "Cuarteto real" terminó por empezar a torcer el equilibrio de fuerzas. Macri sigue siendo el dueño del espacio y actuando como tal, pero la empresa está en demasiados problemas.

Los macristas duros, que perdieron el adverbio "no" desde que se dieron cuenta de que era una concesión necesaria para ocupar un lugar privilegiado en la mesa presidencial, siguen siendo escuchados y, a veces, hasta empoderados, pero están en franco retroceso y sin poder evitar que se advierta que su fe flaquea. Los programas políticos de televisión de la semana pasada dejarontapes concluyentes para la historia.

Un giro real

La reestructuración de la deuda y el flamante control de cambios podrían propiciar no solo una recuperación del control sobre la situación financiera, sino también devolver alguna estabilidad y racionalidad a la dinámica política. Los hechos tal vez puedan más que las palabras.

Demasiadas interferencias, diferencias y viejos odios dinamitaron hasta acá casi todos los intentos de alcanzar algún acuerdo firme entre el actual y el más que probable próximo presidente.

Ambos ven en cada voluta de humo una confirmación del fuego de sus desconfianzas, sus desprecios mutuos y sus abismos políticos, culturales, económicos y sociales. El sesgo de confirmación se impone ante la más mínima discrepancia. Cada uno solo puede interpretar los mensajes según sus prejuicios y hasta acá solo han logrado escalar en la confrontación. Como contadores públicos del desastre, cambiemitas y peronistas solo buscan (y lo logran) repartirse culpas sin advertir ni admitir que cada uno ha aportado su cuota al desastre, y que para los que lo sufren poco importará al final quién hizo más por agudizarlo o menos por evitarlo.

Macri y Fernández simbolizan la existencia de algo más profundo que una grieta entre los argentinos. Parafraseando a Tulio Halperín Donghi, se podría decir que en el desierto de coincidencias de la Argentina cada vez hay más ausencia de nación. Pocos comparten lo mismo, ninguno lo siente de todos y los universos cada vez están más distantes.

Fernández acaba de salir de la escena local por unos días, pero su figura se parecerá aún más que antes a la de un presidente electo.

Sus reuniones con jefes de Gobierno de Europa y sus dichos se proyectarán más allá de las de un simple candidato, y tendrán más impacto.

Sobre todo después de que el Presidente en ejercicio de su país adoptara medidas que él propiciaba (o le impuso). En el entorno del candidato se solazaban apenas se conoció la medida del Banco Central.

No salieron corriendo a dar su apoyo, pero su silencio fue elocuente. Dicen en off que no los sorprendió la decisión porque no solo era inevitable, sino que hasta tenía algo más que la anuencia del Fondo Monetario Internacional, casi como paso necesario para desembolsar el penúltimo tramo del préstamo aún vigente. Una forma de explicar (o justificar) el duro documento que el Frente de Todos emitió luego de reunirse con los enviados del organismo.

En ese pronunciamiento, que alteró más a los mercados y enfureció al Gobierno, Alberto Fernández y su equipo demandaban lisa y llanamente el control de cambios y advertían al FMI de su responsabilidad ante la salida de capitales, además de otras filtraciones de tenor político poco tranquilizadoras.

En el Gobierno, donde antes argumentaban que no se toleraría una limitación de este tipo, dicen ahora que la medida fue comunicada al organismo y que este no puso reparos. ¿Habrá empezado un período de impensables coincidencias?

Todo dependerá de la prudencia y de la tolerancia. Esta vez, ¿será diferente? Para el mundo, la Argentina solo confirmó que sigue siendo la de siempre.


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