María Luisa Ramos Urzagaste
Para contrarrestar dicha situación, EEUU ha emprendido la Iniciativa de Gobernanza de Recursos Energéticos (ERGI), a cargo del Departamento de Estado, que pretende alinear a sus intereses a los países ricos en recursos.
En coordinación con otras agencias, el Departamento del Interior de EEUU, publicó una lista de 35 minerales críticos, entre ellos litio, indio, uranio, aluminio, titanio y platino.
Estos productos califican como “minerales críticos” porque tienen una cadena de suministro vulnerable a la interrupción y porque cumplen una función esencial en la fabricación de productos, cuya ausencia tendría consecuencias significativas para la economía o su seguridad nacional.
En cuanto a los minerales denominados “tierras raras”, hay que decir que China acapara más del 80% de la producción global y este hecho podría ser un espacio de reyerta entre los dos colosos.
El mercado del litio, por su parte, se ha convertido últimamente en un espacio de forcejeo mundial por el acaparamiento y control de la materia prima.
A pesar de ser un elemento relativamente abundante en el mundo, estos últimos años vive una explosiva demanda, porque se convirtió en un insumo crucial para la fabricación de las baterías para vehículos eléctricos.
Se emplea también en ciertos medicamentos psiquiátricos y sirve para ahorrar peso en componentes estructurales de fuselaje y en cerámicas dentales. Además, el más liviano de los dos isótopos de litio, el Li-6, se utiliza en la producción de tritio para armas nucleares.
Así como el petróleo y el gas, este importante mineral energético ahora está en la mira de las corporaciones, lo que ha llevado a que el mercado haya experimentado cambios sustanciales.
Mientras que en el 2010 el principal importador de litio fue EEUU, seguido por Corea, Japón y China, para el año 2016 China se convirtió en el mayor importador de carbonato de litio, seguido por Corea, Japón y ahora, en cuarto lugar, EEUU.
Los recursos de litio en el mundo totalizarían 62 millones de toneladas con una capacidad de producción mundial anual de 91.000 toneladas de contenido de litio.
Según la misma fuente, Estados Unidos posee aproximadamente 7 millones de toneladas, Argentina 14,8 millones; Bolivia, 9 millones; Chile, 8,5 millones; Australia, 7,7 millones y China, 4,5 millones de toneladas.
Bolivia afirma, por su parte, poseer una reserva geológica de 21 millones de toneladas métricas de litio. Otras fuentes le atribuyen a Bolivia el 30% de las reservas mundiales.
Tal vez por eso es que la NASA se da la libertad de hacer monitoreo de lo que ocurre en Bolivia, concretamente en el salar de Uyuni.
Perú, por su lado, informó que ha descubierto grandes reservas de litio al norte del lago Titicaca, en lo que podría llegar a ser la mina de litio más grande del mundo.
Pero, además de estos datos, dos cosas son importantes: quién produce y qué produce.
Exportadores de materia prima
Si bien es cierto que Chile, Australia y Argentina producen alrededor del 80% del litio, en los hechos son las empresas chinas quienes ahora controlan la producción de hidróxido de litio.
Australia es el líder mundial de producción de la materia prima y produce un concentrado de espodumeno. El concentrado es exportado a China, donde se procesa para la obtención de carbonato e hidróxido de litio o se utiliza en la industria de vidrios y cerámica.
Chile, al igual que Argentina, exporta también carbonato de litio.
En el mundo, los principales compuestos de litio comercializados y producidos son el carbonato de litio, hidróxido de litio y cloruro de litio, siendo el carbonato el que da cuenta de la mayor producción.
¿Quién controla el negocio?
Durante casi dos décadas, la mayor parte del litio del mundo fue producido por unas pocas empresas que aún dominan el mercado: Albemarle, de EEUU; SQM Sociedad Química y Minera, de Chile; y FMC Corporation, de Estados Unidos.
Sin embargo, hay cambios sustanciales. Las empresas mencionadas todavía producen la mayor parte del litio, pero China a través de adquisiciones ahora tiene una importante participación en algunas de ellas.
El gigante asiático ha irrumpido en este sector con varias compañías, como Tianqi Lithium, que se concentra en avanzar en la cadena de procesamiento de litio hasta llegar a la producción de baterías.
Tianqi Lithium Corp, que es una de las tres principales mineras de litio del mundo, adquirió, por más de 4.000 millones de dólares, el 24% de su competidor chileno, SQM.
Según la misma fuente, en 2018 Tianqi ya era responsable de la mitad de la producción mundial de litio y tiene una participación del 51% en la mina de litio más grande de Australia.
En Argentina, la empresa china Tibet Samit Resources anunció, por su parte, una millonaria inversión y Bolivia recientemente firmó un acuerdo con la compañía china Xinjiang Tbea Group Baocheng. Otro socio de Bolivia es la empresa alemana ACI Systems.
Estos son algunos ejemplos, el listado es incompleto, pero donde el común denominador es que los países tienen contratos con empresas, fundamentalmente para la producción de materia prima.
¿Y los fabricantes de baterías?
En cuanto a los planes de las grandes compañías productoras de baterías de litio, éstas hicieron anuncios que implican la fabricación en sus respectivos países. Aquí algunos ejemplos:
Tesla anunció la construcción de una planta con capacidad de producir 500.000 baterías de ion-litio para automóviles por año. Toyota también realizó anuncios de producción a gran escala hacia 2020.
Por su parte, China produce casi dos tercios de las baterías de iones de litio del mundo y controla la mayoría de las instalaciones de procesamiento de litio en el planeta.
La industrialización del litio, ¿una simple promesa de amor?
Dicho esto, el futuro no parece ser sencillo, pues mientras unos pronostican que la demanda de carbonato de litio se triplicará en los próximos cinco años, otros especulan una alta probabilidad de sobreproducción de carbonato de litio en el medio plazo, entre 2020 y 2025.
Los tres países del llamado triángulo del litio, Chile, Argentina y Bolivia, han expresado su aspiración de fabricar baterías. La gran duda es si, quienes dominan la tecnología, como las empresas chinas, europeas o norteamericanas estarán dispuestas a instalar fábricas en Sudamérica.
El camino parece hacerse “cuesta arriba” para los actuales productores de materia prima, ya que necesitan capital extranjero, recursos humanos especializados y tecnología para procesar el litio.
Para muestra un botón: para la fabricación de baterías, se señalan varios aspectos a superar, por ejemplo el referido a la “distancia material”, dado que el litio representa apenas un 4% al 10% de la batería, y la provisión del resto de los componentes deberá importarse o desarrollarse localmente.
La diversificación de la producción es una opción que no debe descartarse, más aún cuando el litio tiene tan amplios usos.
El mundo vive un encarnizado enfrentamiento entre algunas potencias que luchan por lograr hegemonía y en ese panorama el litio es apenas una arista.
La historia muestra que el poseer riquezas naturales no tiene relación directa con el éxito socioeconómico en los países y se habla a menudo de la “maldición de los recursos naturales” o la “paradoja de la abundancia”, cuya explotación en países poseedores solo ha dejado pobreza y destrucción.
El laureado economista Joseph Stiglitz anota que existe un inevitable conflicto de intereses entre las empresas que explotan los recursos naturales, generalmente extranjeras, y los países dueños de la riqueza natural.
Por ello se hace necesario que las negociaciones de contratos sobre los recursos sean transparentes, bien diseñados, entre otros atributos, ya que solo así se podrá generar mayores ingresos y no solo “simples promesas de amor”, aconseja Stiglitz.
Los recursos naturales deben ser una bendición, no una maldición, pero eso no sucederá de manera automática y más aún, no va a pasar fácilmente. Mucho depende de la administración del recurso y finalmente de quien se beneficie de las ganancias.