MATIAS ORTEGA
La Argentina es el tercer productor mundial del "oro blanco". Se espera un fuerte incremento de la demanda mundial, pero también de la oferta, lo que genera dudas sobre lo que ocurrirá con su precio. Nuevas tecnologías podrían poner fin al boom.
Lo llaman “el oro blanco” y no es para menos. El litio es uno de los materiales con mayor crecimiento de demanda en los últimos años y lo será por algunas décadas más. Sin embargo, este metal blando, alcalino y muy reactivo, que se utiliza principalmente para la fabricación de baterías como las que usan los teléfonos celulares, las notebooks, y cada vez más los autos eléctricos y en dispositivos usados para almacenar energía solar y eólica, tiene por delante nubarrones que podrían empañar su futuro.
La demanda de litio a nivel mundial fue constante hasta 2015, cuando pegó un primer salto importante. Desde ese momento y hasta 2017, la Argentina, tercer productor mundial, incrementó su cuota un 50%. Según un informe de este año del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la demanda del metal continuará subiendo casi un 80% al menos hasta 2025 pasando de 234.788 a 422.614 toneladas. Algunos analistas estiman que ya para la década de entre 2030 y 2040 la demanda alcanzará el millón de toneladas.
El impulso estará apalancado principalmente en su uso para baterías recargables, en particular para los autos eléctricos e híbridos, ya que las automotrices están, aunque con demoras, profundizando su desarrollo. La cuestión es saber cuánto más tendrá vida el boom de litio en la medida en que surjan nuevas alternativas.
Más allá de la denominación de “oro blanco” al referirse al litio, el informe del BID hace una aclaración. “En primer lugar, en relación con otros productos mineros como el oro y el cobre, el mercado del litio es casi insignificante. El volumen comercializado de oro en el mundo asciende a casi u$s125.000 millones, y el de cobre a u$s95.000 millones.
El mercado del litio, en tanto, se ubica en torno a los u$s2.000 millones, con una proyección optimista de u$s7.700 millones para el año 2022”, explica. Y agrega: “Aun para la Argentina se trataría de una modesta fuente de divisas: un informe del entonces Ministerio de Energía y Minería señala que las exportaciones de litio en 2016 llegaron a u$s190 millones y, en 2017, la cifra aumentó a u$s224 millones. Si se concretan algunos de los proyectos en desarrollo, esa cifra podría escalar hasta u$s880 millones en los próximos años.
Sin embargo, estos valores no resultan significativos cuando se comparan con las exportaciones totales del país, que en 2017 rondaron los u$s58.000 millones, y tampoco son demasiado elevados dentro de la propia minería, cuyas exportaciones oscilan entre los u$s3.520 millones el mismo año.
El flujo neto de divisas sería aún menor si se consideran las importaciones de bienes y servicios realizadas para la operatoria de los salares, y los dividendos y regalías girados al exterior por parte de las empresas concesionarias”.
Argentina produce hoy algo más de 30.000 toneladas de litio. Franco Mignacco, presidente de la Cámara Minera de Jujuy y prosecretario de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), sostiene que “si todos los proyectos que están en análisis se concretan, y se alcanza una producción cercana a las 200.000 toneladas, Argentina podría estar exportando en litio lo mismo que de carne, y así se convertiría en un producto muy importante en la balanza comercial del país”.
El trabajo del BID afirma que “dado el carácter de capital intensivo de los procesos mineros, tampoco se puede esperar un gran impacto en materia de empleo (más aún si se consideran las tendencias a la automatización en el sector). “En síntesis, la influencia que la minería del litio tendría sobre los agregados nacionales sería muy limitada aunque, por supuesto, no despreciable en un país siempre urgido por la necesidad de inversiones, divisas y empleo”, remata. Sin embargo, sí tienen un fuerte impacto en los presupuestos provinciales, especialmente en Catamarca, Jujuy y Salta.
Existe cierto consenso sobre la existencia de una “ventana de oportunidad” (algunos la sitúan en torno a los 20 años) para explotar la riqueza del litio disponible en la Argentina, ya que los pronósticos sugieren que, tarde o temprano, dicho material será reemplazado por otros o incluso por el reciclado de las baterías agotadas.
Argentina se encuentra en lo que se denominó “el triángulo del litio”. Lo conforman también Chile y Bolivia. En el caso de este último país aún no están cuantificadas con certeza las reservas del metal. En materia de producción, Australia ocupa el primer lugar con más de 100.000 toneladas al año, seguido de Chile con 75.000. Nuestro país está en el tercer escalón con 30.400, casi el doble que China. Pero la producción en la Argentina podría crecer significativamente de concretarse los proyectos en danza.
Mignacco explica que gracias a los proyectos que están en marcha, para 2023 habría unas 70.000 toneladas adicionales. Una ventaja que tiene la Argentina es que el estado en el que se encuentra su litio en la naturaleza tiene un costo más bajo de extracción. Pero el directivo de la cámara minera afirma que “hay que trabajar fuertemente los costos, porque si hay un ajuste hacia abajo del precio podés quedar rápidamente fuera del mercado”.
“El precio subió bastante desde 2016. Pasó de cerca de entre u$s6.000 y u$s7.000 la tonelada a entre u$s13.000 y u$s14.000, aunque ahora hubo un ajuste porque se contrajo un poco la demanda. Pero para adelante, con la proyección de demanda que hay, tampoco se ven muchas fluctuaciones; quedará entre los u$s10.000 y u$s12.000”, explica.
Además, es optimista sobre la demanda: “Lo que está un poco demorado es la fabricación masiva de autos eléctricos, que se pensaba que en 2025 iba a haber una demanda mayor, pero si se mira para adelante todas las compañías automotrices están trabajando para tener entre 2030 y 2040 más de la mitad de sus autos eléctricos. De la mano de eso va a venir el gran empuje en la demanda de litio, que se prevé se puede cuadruplicar de cerca de las 250.000 toneladas de la actualidad”.
Pero para que el litio genere riquezas exorbitantes al país hay algunos obstáculos.
El primero es que el boom contagió a otras regiones, como África, donde también se está expandiendo la producción. Una sobreoferta podría provocar una mayor caída del precio de la tonelada. Lo mismo si en función de los constantes avances se descubren recursos más eficientes para sustituirlo. De hecho, hay científicos que analizan que el sodio, mucho más abundante que el litio, puede generar el mismo resultado y a un costo menor. Por otro lado, está la cuestión geográfica.
“El viento en contra sopla más fuerte que el viento en la espalda”, dice Sam Jaffe, director general de Cairn Energy Research Advisors, consultora norteamericana especializada en almacenamiento energético, en conversación con BBC Mundo.
El especialista asegura que al estar lejos de los grandes centros de fabricación automotriz “la idea de que los países sudamericanos serán exportadores de baterías para autos eléctricos no tiene mucho sentido”, por lo que probablemente estén limitados a exportar la materia prima.
Es decir, ¿por qué China traería baterías terminadas en Argentina, encareciendo su costo por el traslado, cuando puede hacerlas dentro de sus fronteras? Por lo pronto, en Jujuy ya comenzó la construcción de una planta de batería de Ion Litio, que será gerenciada por la empresa Jujuy Litio, integrada por Jujuy Energía y Minería, Sociedad del Estado (JEMSE) y por la compañía italiana SERI.
Otras contras que tiene la industria en la región es la especialización tecnológica, que apenas se está desarrollando, y los incentivos fiscales que se dan a la actividad, que en otros países son mayores que los que se otorgan en la Argentina.
Como se ve, tener el recurso -y la Argentina vaya si lo tiene- es solo la primera parte de la industria. Pero detrás de la extracción hay mucho más por hacer.