RICARDO ALONSO
Horacio Bertero (San Antonio de Areco, 1957), platero de profesión e investigador de la historia de la plata en sus múltiples facetas, publicó un nuevo libro titulado "El Bermejo, una ruta hacia la plata en el siglo XVI" (Mundo Gráfico, Salta, 2019). Esta obra es producto de largos años de investigaciones en Argentina y Bolivia acerca de cómo se fue gestando el descubrimiento de los minerales argentíferos altoperuanos que habrían de cambiar el curso de la historia del Nuevo Mundo.
Bertero estudió las técnicas de metalurgia que usaron los indígenas americanos con sus hornos (huayras) y las que implementaron más tarde los españoles, especialmente en México y en el Alto Perú. Generalmente damos por sentado que los conquistadores españoles Pizarro, Almagro y los hombres que los sucedieron, hicieron su arribo por la costa del Pacífico hasta el Perú y desde allí penetraron por tierra hacia el sur.El alcance de la moratoria
No solamente el oro de Atahualpa los puso sobre aviso de las riquezas auríferas del continente, sino que también escucharon noticias sobre montañas de plata en la región que los incas llamaban el Collasuyo. Esto se hizo realidad cuando arribaron a Porco y más tarde, en 1545, al descubrirse el fabuloso Cerro Rico de Potosí.
En su libro, Bertero desarrolla la tesis de que, en las primeras décadas del siglo XVI, navegantes españoles se internaron por el Paraná y luego remontaron el río Bermejo hasta sus cabeceras y llegaron a la región de las "Sierras de la Plata". Esto ocurría 30 años antes del hallazgo de Potosí. Uno de esos intrépidos conquistadores fue Aleixo García y, las peripecias de su viaje en 1521, es una parte medular del libro que estamos comentando.
Diré que desde que conozco a Horacio Bertero, conozco también su afición al estudio de la temática del río Bermejo. Durante años ha recopilado bibliografía, ha rescatado mapas que redibujó y pintó con su particular estilo, ha buceado en las crónicas de los viajeros de Indias, ha investigado documentos en archivos históricos; en fin, ha realizado una minuciosa investigación personal, original, de interés propio, al margen de cualquier estructura académica.
Ahora bien, independiente de esa afición, Horacio Bertero es una de las grandes figuras de la platería argentina. Es platero por vocación, formación y tradición. Ello en razón de haber nacido en las tierras de Areco y de haberse instruido al lado de un gran maestro del arte de la platería argentina: Juan José Draghi (1943-2008).
Platero e investigador
Horacio Bertero no necesita presentación ni demostrar nada en platería ya que sus obras son elocuentes y hablan por sí mismas. Por ello su nombre es una marca registrada en el mundo de la orfebrería de piezas de plata y oro. Su trayectoria como platero incluye importantes exposiciones en varios países de Europa, especialmente Grecia y Polonia, trabajos de platería colonial en Centroamérica (Cuba, República Dominicana) y en México, exposiciones en Brasil; investigaciones en Bolivia, especialmente en lo concerniente al Cerro Rico de Potosí y la Casa de la Moneda, así como también en las ruinas jesuíticas del Beni; platería religiosa y gauchesca en Argentina, por mencionar algunos ítems de su vasta trayectoria en el tema.
Bertero es autor de varios libros, artículos periodísticos, ensayos y de otras obras escritas que iluminan sobre su labor intelectual. Entre sus libros merecen destacarse "La Platería, un oficio emblemático" (Salta, 2000) y "La Orfebrería en el Arte Religioso (Salta, 2009). En lo personal es un espíritu amplio, generoso, amigo de sus amigos, abierto al diálogo, perspicaz, observador, memorioso, buen conversador, respetuoso del disenso, inteligente, franco, directo, una verdadera rara avis en los tiempos que se transitan. Producto de su espíritu inquieto es el libro con que nos sorprende ahora y que aborda al río Bermejo como una ruta fluvial hacia la plata en el siglo XVI. Me pidió que prologue su libro y fue para mí un honroso placer hacerlo.
Además, poder disfrutar de la lectura anticipada de sus hallazgos y elucubraciones sobre un tema que resulta fascinante para todos, neófitos y no neófitos, tal como la ruta de los conquistadores españoles hacia esas míticas montañas argentíferas. Españoles y portugueses se pisaban entonces los talones para avanzar y reconocer el nuevo territorio de Indias que se había abierto al mundo europeo hacia finales del siglo XV. No sólo era explorar las costas navegando incesantemente sobre la margen oriental de la América Meridional, sino también empezar a reconocer esas vías fluviales que se internaban profundamente en el continente.
Los ríos de la fortuna
Pero había una de ellas que tenía particular interés y era el "Jordán", el "Río de Solís", el "Mar Dulce", en donde los lenguaraces habían conseguido información sobre un "Rey Blanco" y unas montañas de plata que se encontraban a cientos de leguas en el corazón del continente.
Había que llegar allí, primeros, para hacerse de esos enormes tesoros que la fértil imaginación les deparaba y que la ambición obnubilaba. Lo que hoy llamamos río Paraná y sus tributarios Bermejo y Pilcomayo fueron así navegados por hombres corajudos, decididos, diestros en el acero, que sólo llegaron a vislumbrar los territorios deseados luego de 2000 km de recorrido y cuando la mayoría ya habían caído víctimas de las flechas que salían invisibles desde la espesura arbórea. Un espectáculo dantesco se les presentaba a los europeos que veían como eran emboscados, masacrados y en muchos casos devorados por los indígenas de hábitos caribes.
Y la misión no consistía solamente en llegar, sino que luego había que volver sorteando los mismos o peores peligros.
Bertero nos cuenta en su libro, en forma detallada, todas estas historias con los nombres que se conservaron de algunos de sus protagonistas.
La empresa global de alcanzar las montañas de plata por la ruta del oriente suramericano fracasó cuando Pizarro y sus huestes hicieron pie en lo que hoy es Perú por la vía del Pacífico.
Allí se daría el espectacular choque de civilizaciones entre el imperio español y el imperio incaico. Recordemos a Atahualpa, el fabuloso tesoro, las intrigas palaciegas, Almagro, y todo lo que todos sabemos.
En resumen ¡el triunfo del acero, la pólvora y el caballo!
El fin de un imperio y el nacimiento de otro que duraría unos tres siglos hasta la independencia de las primeras naciones sudamericanas.
El Cerro Rico
El avance español hacia el sur dio con el hallazgo del Cerro Rico de Potosí, que es la mayor concentración geoquímica puntual de plata en el planeta Tierra. El Cerro Rico es una de las minas más longevas del mundo ya que se explota desde 1545 hasta hoy, habiendo estado activa a lo largo de 474 años.
La riqueza de España, el Siglo de Oro, la Villa Imperial, la innovación metalúrgica, la Casa de la Moneda, las macuquinas, las mulas de Salta, el virrey Toledo y su decreto de liberación de la hoja de coca para coqueo, el “Arte de los Metales” de Álvaro Alonso Barba (1640), entre otros cientos de temas, forman parte de esa historia relacionada con la plata, tan cara al autor de este libro. Plata que habría de dar el nombre a un río (Río de la Plata) y por extensión, a través de su traducción latina “argentum”, al nombre de un país: Argentina. Gregorio Caro Figueroa, de la Academia Nacional de la Historia, lo resume diciendo: “Horacio Bertero elevó su oficio a arte. Lo reinventó, trascendió y enriqueció con su labor de investigador y divulgador en libros, conferencias y talleres.
Lo alcanzó con su espíritu de libertad, con su infatigable afán viajero, rastreador y renovador. Lo plasmó en creativas y nobles aleaciones hermanando las mejores tradiciones bonaerenses y andinas”.
En síntesis, la plata y la vieja ruta fluvial del Bermejo son el hilo conductor que entrelaza las historias de esta obra de lectura ágil y sin pretensiones que el autor nos confiere para nuestro deleite.