GUSTAVO GARCÍA
Curtido en el arte de la negociación, Guillermo Nielsen ha quedado en la historia por ser un hombre clave en aquel equipo de Roberto Lavagna que llevó adelante la última reestructuración de deuda. Conoce al dedillo las presiones y el humor cambiante de los organismos internacionales, por eso es que vislumbra una larga y tortuosa convivencia con el FMI en los años por venir.
Sus palabras describen una Argentina frágil, un panorama sombrío. La salida, destaca, es clara: hay que desarrollar los sectores productivos en los cuales la economía tiene competitividad a escala global. Es decir, el agro, el litio y el gas de Vaca Muerta. Habría un futuro venturoso allí adelante, en un puñado de décadas. Corto plazo para un Estado Nación, pero una eternidad para esta sociedad que a menudo demanda soluciones urgentes.
¿Qué hace falta para salir de la crisis: liderazgo político, un equipo económico con personalidad o ambas cosas a la vez?
Creo que estamos frente a una situación que yo caracterizaría como de bajo liderazgo político. Es muy difícil salir de una recesión como ésta sin liderazgo político. Siempre es mejor que haya alguien que señale el rumbo. Con la política económica no alcanza, y en este momento y frente a los desafíos de la Argentina actual no sólo no alcanza, sino que además necesitamos generar consensos. Creo que no hay un consenso, no hay una política económica que cabalmente refleje el sentir de la mayoría de la sociedad.
Tres años después hay una sensación de decepción.
Nadie esperaba una gestión económica tan mala de Cambiemos. En los programas periodísticos no hay nadie que defienda la gestión económica del gobierno. Ni los funcionarios lo defienden, porque es indefendible. Esto ya está y lleva a que continúe un proceso de declinación y de pauperización de la Argentina. Lo que estamos sufriendo es un fuerte proceso de pauperización del país.
¿El Gobierno intenta instalar una visión única en materia económica al señalar que no hay otro camino más que este?
Creo que es lo que se pretende vender. No hay una concepción única, por suerte. Se pretende vender que es esto o el diluvio. La cosa no pasa por ahí. Acá hay que trabajar seriamente las posibilidades de Argentina, y para eso hay que entenderlas y hay que explicarlas. En ese sentido vamos a contramano.
¿Cuáles son en concreto las posibilidades de la Argentina a futuro?
El problema de la Argentina es que hay una diferencia entre lo que son las sucesivas capas de leyes, de regulaciones, de normas y de comprensión de la sociedad de cuáles son las posibilidades productivas que tiene el país. Hay leyes laborales que atrasan muchísimo, hay regulaciones inexplicables. Hay muchas cosas desacompasadas del mundo y de la simplificación de la realidad, que es lo que hoy prevalece en cualquier economía. Hay expectativas en cuanto a lo que Argentina puede generar, pero no se convalidan. Eso ocurre porque la base productiva está diezmada. ¿Qué es lo que tenemos seriamente? Un sector agropecuario muy poderoso. Es lo único que tenemos a nivel world class. Está el sector de servicios, la pesca, pero cuando hablamos de world class hacemos referencia a sectores cuya evolución dan vuelta la macro. Eso fue muy evidente con la sequía del año pasado. Nadie puede negar la importancia de la ganadería y la agricultura en la Argentina. Todas las demás cosas son muy menores.
¿Qué ocurre con el potencial energético?
A ese nivel está el litio, donde algo se está haciendo. Es lo constitutivo de las baterías eléctricas y es un mercado muy importante. Lo otro es Vaca Muerta, es decir shale gas y petróleo. Eso es clave para expandir la producción. Hoy sabemos que Argentina puede convertirse en un país petrolero y gasífero. Lo que está a mano es eso, mas el litio. Si se crean las condiciones para el desarrollo de estos sectores es probable que con el tiempo las expectativas de la sociedad puedan verse satisfechas. Hoy tenemos una Argentina inviable. Lo que exige la sociedad está muy por encima de lo que la Argentina productiva puede aportar. Eso es fatal.
Si bien parece haber una política de Estado en torno a Vaca Muerta, han surgido algunos contratiempos.
Estoy preocupado por todas estas negociaciones en torno a la resolución 46 de la Secretaría de Energía. A comienzos de este Gobierno se crea un régimen al cual las empresas debían adaptarse para participar. Tenía como objetivo poner en marcha Vaca Muerta. Hay dos empresas líderes en esto: YPF y Tecpetrol. Resulta que ahora se produce una ruptura de contratos por parte del gobierno.
¿Cuál es la razón para que ocurra esto?
La razón, básicamente, es que la resolución 46 está mal escrita. El contexto de su redacción era uno en el cual se suponía que la geología de Vaca Muerta daba para producir gas. Pero era una posibilidad, no una certeza. El equipo de Aranguren estuvo hiper generoso en la confección de la resolución y no estableció límites a lo que se debía subsidiar. El Gobierno no pondera lo que significa romper un contrato de estas características. Es serio porque estamos hablando de un sector que puede llegar a cambiar la macroeconomía argentina. Puede cambiar la relación deuda-PBI, los ingresos fiscales, las jubilaciones que paga el sistema previsional. Todo eso está en juego.
¿Argentina debe definirse como un exportador de recursos primarios?
Para ser un exportador de commodities con cierto calibre hacen falta una cantidad de cosas pequeñas que se miran con desdén. La gente simplifica la agricultura, cree que la soja es un yuyo. Si supieran el trabajo genético que hay detrás de los cultivos de soja o de las exportaciones de carne pensarían de otra manera. Para llegar a ser world class en gas y petróleo vamos a necesitar invertir entre u$s 25.000 y u$s 30.000 millones por año durante una década. Necesitamos gasoductos, plantas de licuefacción de gas y toda una infraestructura que no es barata. Para esto hay que captar la inversión extranjera. No hay capitales locales de esta magnitud, no fantaseemos. El sistema financiero local es raquítico.
¿Qué pasa con el entramado productivo que apunta al mercado interno y que es generador de empleo?
La recesión por la que estamos atravesando es muy profunda, mucho más de lo que algunos esperaban. Pensaban que un acuerdo con el Fondo era jauja, pero no se dieron cuenta de que un pacto como éste nos lleva a lo que estamos viviendo hoy, de donde no va a ser fácil salir.
Frente al pago de fuertes intereses de la deuda en los años venideros usted afirmó que no se puede volver a realizar una reestructuración. ¿Por qué?
Por los pecados cometidos. Argentina tiene que encontrar una solución por sí misma y esto es una restricción muy importante. Hay una discusión que me resulta muy desagradable pero que la puso el Fondo. El FMI cuando eleva su informe sobre la economía argentina dice: la deuda argentina es sustentable, pero con una baja probabilidad. Si el Fondo dice eso, abre toda una baraja de matices. Lo que quiere decir es que depende del trabajo que hagamos para administrar esto. Este acuerdo, además, va más allá del gobierno de Macri. Este acuerdo se va a renegociar y se prolongará en el tiempo. Tenemos para varios años de convivencia con el Fondo, con todo lo que eso significa. Por eso es importante que haya un cambio en el equipo económico.
¿Hay una confianza excesiva en que el dinero del Fondo nos salvará de cualquier contingencia?
Son recursos puestos con condicionamiento. Este segundo acuerdo mantiene al país en terapia intensiva. Hay un monitoreo diario muy fuerte de todo lo que ocurre en la economía. Esto a partir de directrices muy básicas que se fundamentan más que nada en la política monetaria. Se está haciendo lo contrario de lo que hicimos nosotros con Roberto Lavagna entre 2002 y 2005. Fuimos durísimos en lo fiscal, en manejar con mano férrea la no expansión del gasto público, y dar laxitud monetaria para que el sector privado pudiera recomponerse rápidamente.
En la lucha contra la inflación hay un fuerte enfoque monetarista. ¿Habría que apelar a las mesas de diálogo con los sindicatos y el sector privado?
Eso puede ser útil en ciertos contextos. El tiempo de hacer eso acá ya pasó. La política monetaria es muy importante. Y hay que destacar la decisión de limitar la posición en Leliq de los bancos. Es una limitación al carry trade. Más vale tarde que nunca. En los últimos años fuimos el paraíso del carry trade. Todo lo que se hizo con las Lebacs fue un desacierto absoluto.
¿Acuerda con el objetivo de emisión cero y que el Banco Central deje de financiar al Tesoro?
Eso es muy bueno. Tenemos que entender que estamos en una batalla muy al límite. Tengo la impresión de que el peso, nuestra moneda nacional, no sobreviviría a una corrida como la del año pasado. Iríamos a una especie de dolarización de facto.Una situación como la del año pasado sería letal para la supervivencia del peso.