MARCIAL GARCÍA SCHRECK
El cobre es uno de los metales más consumidos del planeta y desempeña un papel primordial en nuestra vida cotidiana, con usos que van desde el cableado eléctrico hasta la acuñación de monedas y la fabricación de automóviles.
La economía peruana depende tremendamente de lo que ocurra con la demanda y precio de este metal. Después de todo, es nuestra principal exportación y fuente de divisas, por lo que una caída de su cotización tiene efectos negativos a escala macroeconómica y en la balanza comercial. Este producto explica nada menos que un tercio de las exportaciones totales y más del 50% de nuestros envíos de minerales.
El Perú hoy produce el equivalente de 2,44 mlls. de toneladas de contenido de cobre, en comparación con 5,33 mlls. en Chile. En los últimos años, nos hemos consolidado como el segundo productor mundial, por delante de China, que extrae unas 1,86 mlls. de toneladas. La ampliación de Toquepala y otros tres grandes proyectos actualmente en plena construcción nos llevarían paulatinamente a estar por encima de las 3 mlls. de toneladas anuales. Estos proyectos son la ampliación de Toromocho en Junín (de Minera Chinalco), Mina Justa en Ica (del Grupo Breca) y Quellaveco en Moquegua (del consorcio Anglo American-Mitsubishi).
A lo largo del Perú, hay nada menos que 23 proyectos de cobre, aparte de los cuatro ya mencionados, que de concretarse añadirían varios cientos de miles de toneladas a la producción nacional y nos permitirían cerrar la brecha con Chile. La inversión que demandaría su ejecución superaría los US$42 mil millones. Entre ellos se encuentran El Galeno, La Granja y Michiquillay, todos en la región Cajamarca; Cañariaco en Lambayeque; Los Chancas y Haquira, ambos en Apurímac; Río Blanco en Piura; y dos en Arequipa, Tía María y Zafranal.
Su puesta en operación duplicaría la producción cuprífera y tiene el potencial suficiente como para impulsar el crecimiento económico por varios años, generar miles de puestos de trabajo e incrementar la recaudación de tributos y regalías que el Estado puede usar luego para financiar obras de infraestructura y servicios públicos.
Pero, desafortunadamente, los temores de una desaceleración de la economía china (destino del 65% de nuestras exportaciones de cobre) y las tensiones comerciales con EE.UU., sumado a una mezcla de factores internos, como el ruido político, los escándalos de corrupción y el discurso antiminero de algunos gobernadores regionales, están poniendo en riesgo estas iniciativas.
En momentos en que el panorama no parece claro para el cobre, se necesita redoblar esfuerzos para mejorar las condiciones para la inversión minera. Bien harían nuestras autoridades en dejar de lado los enfrentamientos banales de una buena vez para plantear medidas serias al respecto. Es una gran oportunidad la que tenemos por delante que no debemos desaprovechar.