PorJulio Villalonga
"Los mercados" pedían independencia del Banco Central de las políticas económicas del Ejecutivo, para evitar "interferencias" en el libre juego de la oferta y la demanda, y en el flujo de divisas; Mauricio Macri lo hizo y puso a un ortodoxo inobjetable como Federico Sturzenegger.
El diciembre del año pasado aquella independencia -un presupuesto que viene desde el origen del BCRA, en la década del 30, para garantizar la libre disponibilidad de dólares (o libras) de los grupos económicos ligados al campo-, se vio empañada por la tardía decisión del Gobierno de intervenir en la oferta de divisas, lo que fue mal visto por "los mercados". Drenaban dólares a lo loco hacia el exterior y Luis Caputo veía que se venía un aumento de las tasas en Estados Unidos, por lo que no tenían más salida que la heterodoxia. Pero cayó como una bomba en Wall Street, donde jóvenes analistas deciden el futuro de países idenefensos mirando solo la rentabilidad de los bonos en sus pantallas.
Sobrevino la crisis de abril/mayo y los mercados se asustaron: Caputo consiguió capear el temporal, ya desde el sillón de presidente del Central, llamando a sus fondos amigos como Templeton y Brack Rock, los que compraron bonos para detener la sangría y evitar que la corrida cambiaria se convirtiera en financiera.
Entonces "los mercados" (esa entelequia) reclamaron un comando único de la economía: ya no querían tanta libertad de movimientos, pero entretanto los analistas seguían decidiendo un salvaje "sale off" de los títulos y las acciones argentinas, los que llegaron a caer hasta el 80 por ciento en algunos casos.
A esta altura hay que decir que una cosa son "los mercados" y otra el Fondo Monetario, aunque esta distinción a esta altura pueda parecer demasiado sutil e inútil. "Los mercados" pueden torcerle el brazo al Fondo y al Tesoro estadounidense, como se ha visto en el pasado. Piden, piden y piden como si fueran adolescentes malcriados. Y después se asustan, como cuando un chico se despierta después de una borrachera y ve que con sus amigos le destrozaron la casa a los padres.
No es una buena política seguir a rajatabla lo que exijan "los mercados". Mejor sería tener una política propia, la que sea, ni siquiera "una solución nacional para los problemas de los argentinos", propia de otras épocas.
Christine Lagarde le venía advirtiendo a Nicolás Dujovne, el fortalecido ministro de Economía, que "los mercados" no veían bien en medio de esta crisis que hubiera "dos miradas". Se refería a la de él, discordante en muchos aspectos a la de Caputo, un buen "mesero" (un buen "piloto de tormentas") pero sin los argumentos técnicos para encarar una renegociación con los organismos financieros internacionales.
Lagarde pedía "unidad de comando". Ayer, Dujovne dejó en claro desde Nueva York que el nuevo entendimiento con el FMI obligará a cambiar la política monetaria del Central. "El esquema de metas de inflación en un país que tenía mucho financiamiento monetario y que todavía tenía que corregir muchos precios relativos, probablemente no dio los resultados que estábamos buscando", admitió el ministro.
"En ese contexto, parte de la discusión con el Fondo es cómo relanzar el esquema monetario de la Argentina siempre partiendo de la base del tipo de cambio flotante, la libre movilidad de capitales, pero viendo de qué manera podemos mejorar lo que ya tenemos para generar más credibilidad en la política monetaria", completó.
A la presidencia del Banco Central llega Guido Sandleris, de meteórico ascenso, el ahora ex número 2 de Dujovne en Hacienda, como para que no quede ninguna duda acerca de la cohesión del equipo económico (en otra época de la Argentina, tal "cohesión" hubiera sida castigada por "los mercados", adherentes al altar de la ortodoxia).
Desde Buenos Aires, donde se quedó presumiblemente porque "los mercados" demandaban que controlara el dólar, Caputo vio la conferencia de prensa de Dujovne. No parecía quedarle demasiado margen para seguir en el Central. Ya no hacía falta "un mesero". Ahora era inminente un nuevo acuerdo, un "blindaje", con el que él no estaba de acuerdo. Dujovne lo anunciará en las próximas horas. Es la tabla de salvación a la que se aferra Macri para llegar -a como dé- a octubre del año próximo.