El presidente Mauricio Macri no está convencido de las razones políticas que le acercan para moderar el ajuste, la "hoja de ruta" del Fondo Monetario la parece una oportunidad histórica para dar vuelta la página con su libreto: menos política de la vieja, más modernidad vestida con marketing en las redes sociales. Esa es su imagen, su Norte.

La disputa actual, después del último episodio cambiario, quedó en evidencia cuando Alfonso Prat-Gay reveló que el fin de semana de hace quince días le ofrecieron la cancillería. Cuando se le preguntó si puso condiciones, contestó: "Lo único que sugerí, con lo que todos estaban de acuerdo, era que un nombre, y mi nombre en particular, no podía revertir la situación de desconfianza en la que había entrado el Gobierno, que había que hacer algo más y era muy importante darle otro volumen político al Gabinete", explicó.

No era una condición pero lo era. Prat-Gay decía que si Macri no estaba dispuesto a "abrir" su gobierno, muy poco era lo que podían hacer figuras aisladas, instaladas por razones cosméticas. Macri se vistió de cordero. Corrió a algunos fusibles pero dio la orden de seguir solos.

Aquel fatídico fin de semana en Olivos terminó con un lunes sin anuncios y un gabinete más reducido, como un vago gesto de austeridad. Los reclamos de los radicales y el pedido del peronismo "racional" fueron "escuchados pero no atendidos", según analizó ante gacteamercantil.com un prominente cacique de la UCR.

Ya dijimos en una columna anterior que no ha habido Administración que haya recibido más respaldo internacional que ésta. No es un dato menor, dice mucho. Para el FMI es crucial que el salvataje a la Argentina esta vez funcione. Pero los datos de ocho años de salvataje a Grecia no son alentadores.

Que en mayo se anunciara que Nicolás Dujovne coordinaría el "gabinete económico", y que Luis Caputo fuera al Banco Central, no cambió demasiado la percepción de los mercados. Ya lo hemos escrito aquí pero volveremos sobre el punto: mientras que los inversores advertían que la aceleración del ajuste se trababa en la jefatura de Gabinete, los operadores Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, dos ajustadores convencidos, explicaban que las provincias y los municipios peronistas eran "inajustables" en condiciones normales. Ahí fue cuando comenzó la corrida: "Si Macri no doma al potro del Estado, en todos sus niveles, su gestión es inviiable", advirtió a finales de junio un responsable de un fondo de inversión en Nueva York con buena llegada a Caputo.

La presión para el ajuste vino de afuera porque adentro, Macri no podía hacerlo. El "baño de realidad" a los gobernadores les llegó luego pero no porque las provincias estén quebradas, como hace dos décadas, sino porque entendieron que debían darle la gobernabilidad necesaria para llegar a octubre del año próximo. Una salida anticipada no le convendría a casi nadie (Cristina Kirchner aparte).

La gestión "blanda" en los hechos, de Dujovne, daría paso ahora a una de mejor y más clara comunicación de Carlos Melconian, otro ajustador convencido que tiene en un altar al déficit cero. No cabe duda a esta altura que todos deben gastar menos que lo que ingresa. El tema es qué se hace con el gasto, a quiénes se prioriza, si hay plan y si hay proyecto de país. Y si la mirada estratégica es inclusiva o si se le reclama a un importante sector de la sociedad que haga el esfuerzo por los demás. Siempre se trató de esto, más allá del macrismo o del kirchnerismo. Y luego cabe la pregunta de si será Macri quien se "beneficie" de dar vuelta como una media la estructura productiva del país o si serán sus sucesores, peronistas "blancos" o no.