La minería, desde sus orígenes, ha sido palabra prohibida para las mujeres. Según una leyenda que ha regido la vida de los mineros desde hace siglos, las mujeres no pueden ingresar a las minas porque traen mala suerte.
En Bolivia, Perú y el noroeste argentino, el mito dice que cuando los mineros bajan a las entrañas de la tierra quedan bajo el poder de un demonio a quien apodan El Tío, una espíritu andino que provee minerales de alta ley y suele estar representado por una figura a la que ofrendan cigarrillos, bebidas alcohólicas y coca. Este dios del inframundo es amante de la Pachamama, la Madre Tierra. Si las mujeres ingresaran, esta podría estallar de celos y provocar una tragedia.
Sin embargo, hay indicios para pensar que esta creencia, de a poco, está perdiendo poder. En la Argentina, alrededor del siete por ciento de los trabajadores mineros son mujeres, según datos del Ministerio de Trabajo. En la provincia de Jujuy se trabaja para integrar a las comunidades originarias a las minas que se encuentran en sus territorios. Por esta razón, varias mujeres provenientes de pueblos originarios desempeñan tareas en minería.
Si bien esto es un avance, quedan cosas por mejorar. Como en otros ámbitos, existe una brecha salarial entre hombres y mujeres —en este sector es del 23 por ciento— y el acceso a puestos de poder es desigual.
Hay otro aspecto que es necesario remarcar: hasta ahora, casi la totalidad de las mujeres que trabajan en minas lo hacen en superficie. Sólo se sabe de una mujer en todo el país que, desafiando la leyenda, entra a una mina subterránea. Y VICE la encontró.
Yanina Colman tiene 26 años y hace tres que trabaja en Cerro Negro, un yacimiento de oro y plata en la provincia de Santa Cruz. En 2017 ganó el Premio a la Mujer Minera del Año por ser la primera en trabajar adentro de una mina subterránea.
Según le contó a VICE, desde el principio tuvo curiosidad por entrar a los túneles. Sin embargo, sus compañeros de entonces se negaban y le decían que las mujeres "ni tendrían que estar trabajando en el proyecto". Pero esto cambió luego de que un canadiense asumiera la gerencia de la empresa Goldcorp y le propusiera hacer un plan piloto para que las mujeres accedieran al interior de la mina. Yanina aceptó encantada: "Fue algo increíble, era algo que estaba esperando hace tiempo", rememora. Se capacitó para manejar una de las máquinas que recoge y saca los minerales, y así comenzó su historia, que quebró la tradición.
Yanina es madre soltera y trabaja "14×14": 14 días de trabajo, período en el cual duerme en el campamento de la mina, y 14 días de descanso, cuando vuelve a Perito Moreno a reencontrarse con su hijo de 10 años. Si bien esto pareciera ser suficiente desafío, dice que lo más difícil de trabajar en una mina es lidiar con los comentarios que le hacen en su pueblo cuando les cuenta a qué se dedica. "Te juzgan mucho al saber que trabajás en una minera, porque dicen que las mujeres son para la casa o para otro tipo de trabajo. Al ser un empleo donde hay muchos hombres, no queda lindo para esas personas", señala. Sin embargo, remarca que tiene "muy buenos compañeros", que la "cuidan un montón". Para ella, el grupo con el que trabaja es como "una segunda familia".
A medida que avanza el diálogo, Yanina enfatiza que lo mejor de trabajar en una mina es que "aprendés cosas nuevas todos los días", y promete: "voy a seguir hasta llegar a mi objetivo". Su objetivo es manejar "el Jumbo", una máquina que perfora la mina para cargar los explosivos.
Como le gustaría tener más compañeras, les pide a las mujeres que la imiten: "Nosotras también podemos, somos capaces. Manejar un camión no es sólo de hombre. Está bueno probar nuevos desafíos, nosotras podemos hacer la misma tarea que hacen ellos, es cuestión de animarse y de ir capacitándose. Es algo que nos va a ayudar en lo personal y en lo laboral".
Berta tiene 26 años y hace cuatro meses trabaja en la minera Exar, en Jujuy. Carga combustible en el proyecto emplazado en el Salar de Olaroz, de donde se extrae litio y potasio. Pertenece a la comunidad Puesto Sey, conformada por unos 150 descendientes del pueblo originario Atacama, y realizó la capacitación brindada por la empresa para realizar tareas en la mina. Su horario es de 8 a 19, con la modalidad "7×7": una semana trabaja y duerme en el campamento, y la otra vuelve a la casa de sus padres en la comunidad, ubicada a 40 kilómetros.
Cuando era más chica, Berta ayudaba a cuidar las llamas y ovejas que aún cría su familia, y no estudiaba. Decidió trabajar en la mina para "cambiar la calidad de vida", y asegura que sus padres "están orgullosos, porque no se lo imaginaban". Ella, por su parte, dice que se siente feliz, y que sus compañeros la tratan muy bien. No le resulta difícil trabajar en la mina siendo mujer, porque está "acostumbrada a hacer cosas de hombres". Lo que más le gusta es poder capacitarse para crecer: está haciendo un curso de computación y otro de Relaciones Comunitarias a distancia.
Sandra tiene 20 años y trabaja en el área de hidrogeología de Exar: toma muestras de los pozos, mide niveles, analiza muestras testigo. Al mismo tiempo, estudia Comunicación Social en San Salvador de Jujuy y sueña con ser periodista.
La familia de Sandra vive en Huancar, una zona donde predominan las dunas de arena. Su padre era minero, y se dice "orgulloso" de su hija. Su mamá siempre ha trabajado en el campo y en la confección de artesanías e hilados. Sandra colaboraba con estos quehaceres hasta que comenzó a estudiar y a trabajar en la mina. Ahora vive sola en la capital provincial, y asegura que le gusta porque maneja sus tiempos. Sus padres, en cambio, no están tan de acuerdo con que ella trabaje y estudie. Pero Sandra disfruta de la independencia que le brinda su trabajo, y señala que lo que más valora es "el aprendizaje".
Sus amigos y compañeros de la facultad se sorprenden cuando ella les cuenta que trabaja en una mina y le preguntan cómo pueden entrar. "Es un trabajo muy valorado aquí", explica. En cuanto a la relación con sus colegas, Sandra detalla: "Nos respetan, nos tratan bien. Yo tengo más facilidad para hacer amigos hombres entonces no me resulta difícil".
"Me gustaría que las mujeres se involucren en las minas porque se aprende mucho. Todos debemos hacer de todo, que seamos mujeres no significa que no podamos trabajar en una mina", remarca.
Natalia Giménez tiene 32 años y es Ingeniera en Recursos Naturales y Medio Ambiente. Hace un año que trabaja en la minera Exar. Antes, pasó dos años en Sales de Jujuy. Dice que eligió trabajar en este sector porque siempre le gustaron las Ciencias Naturales. "La industria no tiene buena reputación desde el punto de vista ambiental, pero yo en vez de criticar desde afuera elegí aportar desde adentro", indica.
Si bien en este momento trabaja la mayor parte del tiempo en una oficina consiguiendo permisos ambientales y presentando estudios de impacto, Natalia intenta subir al proyecto ubicado a casi 5,000 metros de altura sobre el nivel del mar una o dos veces por semana.
Cuando descansa, Natalia reparte su tiempo entre la casa de su madre en San Salvador y su casa de Los Alisos, donde vive sola. A veces, le toca quedarse varios días en el campamento. "Soy bastante itinerante", se ríe. Acerca de la opinión de su familia sobre su trabajo, cuenta: "Cuando era más chica no les cerraba que trabajara en un lugar tan inhóspito, con tanta amplitud térmica, les preocupaba un poco que estuviera rodeada de 400 hombres, me extrañaban".
Respecto a la relación con sus compañeros, señala: "Me sentí siempre cuidada, nunca sentí presión ni falta de respeto, no tengo quejas ni nada malo que decir". Sin embargo enfatiza que siempre piden "por la igualdad de género y de condiciones" y que si bien "las minas tienen un contexto patriarcal", las mujeres se están "animando más".
A propósito de eso, recuerda que hace unos años tuvo que ingresar a una mina subterránea a realizar un monitoreo y que antes tuvo que "pedirle permiso y hacerle un ritual al ser mitológico que vive en la mina". Explica que es una "cuestión cultural de las comunidades originarias" y aclara: "Es parte de lo que somos".
Natalia afirma que de a poco se va "rompiendo esta barrera" e invita a las mujeres a que "no tengan miedo" ya que se pueden "desarrollar igual que los hombres". Por último, sentencia: "Hay que terminar con el patriarcado de la minería".