JULIO PEÑA*
En junio pasado la FNE abrió una investigación por el ingreso de la china Tianqi a la propiedad (24%) de SQM. La FNE podría imponer condiciones a esta operación de compra, lo que debería ser resuelto por el TDLC.
La denuncia original enfatizó los riesgos asociados a las participaciones cruzadas de propiedad entre empresas competidoras en la producción del litio. Las dos empresas con producción de litio en el Salar de Atacama son SQM y la norteamericana Albemarle (la mayor productora de litio en el mundo).
Mientras que Tianqi y Albemarle son socias en un importante proyecto productor de litio en Australia. La producción de estas tres empresas representaría en torno al 70% de la oferta actual de litio en el mundo. Se ha argumentado que estas empresas en conjunto podrían distorsionar la libre competencia en mercados en los que participan, desde coludirse hasta manipular las condiciones de entrada para perjudicar a otros competidores.
Si bien los efectos de esta operación de concentración tienen dimensión multinacional, los efectos relevantes para Chile sólo incluyen los que afecten a intercambios y consumos en territorio chileno.
Los efectos por analizar incluyen no sólo a los actuales o próximos en el tiempo, sino también los potenciales, sean estos sobre (a) intercambios de litio en territorio nacional que aun no tienen desarrollo (el nuevo contrato de arriendo de SQM incluye la condición de ofrecer a precio preferente un porcentaje de su producción de litio a firmas que aporten valor agregado en Chile) o (b) efectos a nivel de consumidor final en productos que usan litio (como celulares y autos eléctricos).
El análisis no es sencillo. Los actuales mercados del litio son opacos, con ventajas de información a favor de los mayores productores, los que mantienen contratos privados e integración vertical con refinerías y fabricantes de baterías que distribuyen su producción en distintos países.
En el caso de SQM, ha priorizado el desarrollo de productos específicos a las necesidades de sus clientes, con lo cual no existen precios de mercado para un producto estandarizado.
Además existe fuerte incerteza sobre cuánto y a qué velocidad se desarrollará el mercado del litio en las próximas décadas. Así como el motor de combustión y la producción masiva y estandarizada de automóviles transformaron al petróleo en el oro negro, hoy se habla del litio como la ‘nueva gasolina’, en alusión a las baterías de litio que, entre otros usos, acelerarían el desarrollo de los autos eléctricos.
Pero, junto a la probable expansión de nuevas fuentes de oferta de litio, hay quienes cuestionan la capacidad de esta tecnología para entregar autonomía de conducción para distancias más largas, con capacidad de recarga en pocos minutos y con costos competitivos con otros combustibles, como el gas natural.
Es una buena decisión que la FNE haya decidido investigar esta operación de concentración. Podría imponer a la entidad resultante requisitos de reporte periódico de información, para monitorear determinados intercambios. Pero parece poco prudente imponer condiciones más estructurales, dadas la gran incertidumbre que hoy rodea al futuro del litio.
Una anécdota al respecto: una editorial de la revista Scientific American argumentaba en 1876, en los albores del descubrimiento de la electricidad, “aunque no podemos decir qué queda por inventarse, si podemos decir que no parecen existir razones para creer que la electricidad podrá usarse como un modo práctico de energía.”
La moraleja es simple: ante cambios de paradigmas tecnológicos, todos somos proclives a ser miopes.
*Investigador del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CLAPES UC)