Alexander Müller
Según el economista jefe para México y el Perú de Itaú Unibanco, la inversión minera, las políticas macroeconómicas expansivas y las condiciones políticas apuntan hacia una inversión más fuerte
Existen signos contundentes de aceleración en la economía peruana. Si bien el proxy mensual del PBI creció 3,2% interanual en el primer trimestre del 2018, el incremento en el margen fue bastante mayor.
Al decir “en el margen” me refiero al PBI desestacionalizado, publicado por el BCR, el cual ajusta los datos por efectos recurrentes (por ejemplo, menos días laborales en Semana Santa, mayores ventas en campaña navideña, entre otros) para permitir que sea estadísticamente adecuado comparar un trimestre con el anterior.
El BCR publicará su indicador de PBI desestacionalizado este jueves [hoy], pero mirando los números del INEI (publicados el martes) me atrevo a decir que la tasa de crecimiento del PBI desestacionalizado entre el cuarto trimestre del 2017 y el primer trimestre de este año fue mayor a 4% (anualizada).
Esto simplemente significa que si la economía sigue avanzando al ritmo del primer trimestre del 2018, el crecimiento del año cerraría en más de 4% (muy por encima del 2,5% del 2017).
Y hay razones para ser optimista. La principal son los mayores precios de metales. La inversión minera en dólares aumentó 30% interanual en el primer trimestre del año –estimulada por un contexto de mayores precios– luego de crecer 18% en el 2017, y caer por tres años consecutivos antes.
Los precios de exportación del Perú –básicamente metales– aumentaron 13% en el 2017 (revirtiendo cinco años de caídas) y la evidencia empírica indica que el impulso a la inversión debería ser creciente hasta dos años después.
Segundo, el estímulo macroeconómico (principalmente fiscal, pero también monetario). La formación bruta de capital del gobierno general –el proxy mensual de la inversión pública que se registra en el PBI– creció 14% interanual en los primeros cuatro meses del 2018 (cerca de la meta de 17,5% del MEF).
Algunos economistas citan la caída del gasto de capital (-5% interanual en el primer cuatrimestre del 2018) para argumentar que el estímulo fiscal no está funcionando, pero olvidan que las transferencias (incluidas en el gasto de capital, pero no en la formación bruta) no se contabilizan en el PBI.
La política monetaria también está ayudando. Según datos del BCR, el crecimiento del crédito del sector privado se aceleró a 7,7% interanual en marzo (de 3,2% en julio del 2017), luego de 150 puntos base de recorte de tasas desde mayo del 2017.
Asimismo, las mejores condiciones políticas –con mayor cooperación entre el poder Ejecutivo, Congreso y gobiernos regionales– parecen estar teniendo un efecto positivo en la confianza empresarial (según la última encuesta del BCR).
El mercado laboral sigue débil, ciertamente, pero el empleo es una variable que reacciona con rezago y la aceleración de la inversión (que recién empezó a crecer en el tercer trimestre del año pasado luego de más de tres años de caídas) debería darle impulso.
Todos los catalizadores mencionados anteriormente (inversión minera, políticas macroeconómicas expansivas y mejores condiciones políticas) apuntan hacia una inversión más fuerte