FEDERICO FILGUEIRA* e IGNACIO CORTESE*

Argentina está viviendo un boom en materia renovable. Los motivos están sumamente fundamentados: cuenta con una calidad de recursos renovables de clase mundial de todos los tipos, en alineación con la implementación a un marco contractual requerido para este tipo de inversiones.

 El Noroeste Argentino, por ejemplo, se ubica como una de las zonas de mayor radiación mundial. Esta calidad de recurso solar permite obtener altas productividades en  las plantas solares, como sucede en Chile, donde se llevan adelante proyectos de parques solares con los menores costos de energía del mundo.

Por otro lado, en la Patagonia se encuentran excelentes regímenes de vientos sobre tierra en zonas prácticamente despobladas, mientras que en Europa difícilmente se consiguen niveles similares a los nuestros dentro del continente. En lo que se refiere a Biomasa, en nuestras grandes extensiones de campo fértil la misma crece con productividades altísimas.

Elaboramos aceites, etanol y biodiesel, y aun así resta mucho por hacer en materia de aprovechamiento de desechos de cosecha. Los avances son notorios. Cuando dos años atrás, el Ministerio de Energía y Minería de la Nación se comprometió a que 2025 el 20% de la oferta eléctrica esté cubierta con energía renovable parecía una promesa muy ambiciosa. Hoy en día parece ser una meta alcanzable.

Cuando hablamos de renovables, tenemos que tener en cuenta que el 20% se refiere a un promedio anual de despacho por lo que, en términos de potencia, la proporción de capacidad instalada de renovables debe ser bastante mayor que el 20% para poder cumplir la meta planteada.

En cuanto a la implementación, si bien los primeros años serán muy desafiantes, una vez que se recorra la curva de aprendizaje, el desarrollo se acelerará. Definitivamente, en el futuro las energías renovables absorberán el grueso de las inversiones relacionadas con la generación. El almacenaje de la energía es el desafío por excelencia de los próximos 10 o 20 años. Los problemas del almacenaje de energía eléctrica a escala de red son tecno-económicos.

Actualmente, se usan volantes o bancos de baterías para almacenar electricidad durante  tiempos muy breves por lo que sirven más bien para estabilizar la red eléctrica. La única tecnología comercial en uso para almacenaje de electricidad es el bombeo de agua. Sin embargo, el proceso tiene un impacto ambiental no menor y requiere grandes inversiones de capital y tiempos de construcción.

A su vez, existen otras tecnologías que se espera que lleguen a brindar soluciones razonables de almacenaje desde el punto de vista económico-financiero. El aire comprimido, por ejemplo, no ha conseguido despegar hasta el día de hoy, pero las baterías de litio han conseguido reducir significativamente sus costos y su utilización irá en aumento.

La distribución de las renovables es mucho más equitativa que otros recursos energéticos y llega naturalmente al punto de consumo. La energía solar térmica puede ayudar a ganar confort sin alto costo, pero el salto importante en calidad de vida se da con la electricidad por su versatilidad. Si se tiene en cuenta que la red eléctrica necesita un volumen de mercado que justifique su desarrollo, las energías renovables pueden llevar progreso en forma de electricidad a lugares donde el acceso a la red eléctrica parecía impensado debido a la inexistencia de masas críticas de consumidores.

 En nuestro país, por su extensión y distribución poblacional, hay un importante porcentaje de la población que queda inmerso en esta situación y es por ello que para avanzar en las soluciones de este tipo (off-grid) es esencial que las baterías sigan mejorando en materia de costos y capacidad en el corto plazo.

Federico Filgueira: Director de la Diplomatura en Finanzas de las Energías Renovables ITBA

Ignacio Cortese:  Docente de la Diplomatura en Finanzas de las Energías Renovables ITBA