Los ejecutivos reunidos en el salón del automóvil de Ginebra se enfrentan a varias elecciones desagradables: reestructurar vehículos existentes a un alto costo, restringir las ventas de algunos modelos rentables o arriesgarse a cientos de millones de euros en sanciones.
La acelerada desaparición de la tecnología diésel, empleada desde hace tiempo por los fabricantes de vehículos para impulsar la eficiencia del combustible, está minando los planes de la industria para cumplir con los objetivos de CO2 de la Unión Europea y evitar grandes multas.
Los ejecutivos reunidos en el salón del automóvil de Ginebra se enfrentan a varias elecciones desagradables: reestructurar vehículos existentes a un alto costo, restringir las ventas de algunos modelos rentables o arriesgarse a cientos de millones de euros en sanciones.
Otros se aferran a la esperanza de que la imagen de los últimos modelos diésel Euro 6 aún pueda recuperarse y cambie su suerte.
"Estoy preocupado", dijo el presidente ejecutivo de Volkswagen, Matthias Müller, en una entrevista con Reuters Televisión. "Pero nuestro trabajo es resolver esos problemas. Estoy firmemente convencido de que el diésel experimentará un resurgimiento", agregó.
Sin embargo, una serie de noticias en contra y la creciente expectativa de una prohibición de los coches diésel ya están haciendo que las ventas caigan en picada.
Aunque los coches diésel producen más óxido de nitrógeno (NOx) y partículas que los motores de gasolina, su eficiencia ha sido fundamental para reducir los gases de efecto invernadero. Mientras los consumidores rechazan cada vez más el diésel, más fabricantes se encaminan a incumplir unos objetivos de dióxido de carbono (CO2) de la UE que entran en vigor para el 2020-2021.
Algunos en el sector predicen que los fabricantes se verán forzados a contener las ventas de modelos más potentes y elevar los precios para evitar sobrepasar el objetivo de la UE de 95 gramos/kilómetro de CO2.
Las ventas de coches diésel bajaron 19% en Alemania el mes pasado y un sorprendente 24% en Reino Unido, en plena preocupación de que el declive del valor de segunda mano allane el camino a su caída.