Escenarios Energéticos inició un trabajo para descubrir qué está cambiando en el mundo en materia de energía y cómo hacer para que se desarrollen en Chile.
En pocos años el mundo de la energía ha dado pasos claros hacia una revolución. Un proceso que no solo tiene que ver con cómo se produce electricidad -alejándose de los combustibles fósiles-, sino que también con cómo este componente está desencadenando otros cambios en el funcionamiento de las ciudades y en la vida de las personas.
Si bien estos cambios van traspasando fronteras y se van expandiendo en el mundo de forma natural, puede aprovecharse mejor si se tienen detectadas las tendencias.
Con ese objetivo en mente, la plataforma Escenarios Energéticos, está impulsando la iniciativa Futuro de la Energía en Chile: Patrones de Cambio, Tendencias y Escenarios”, que busca detectar qué es lo que está cambiando el mundo en torno a la energía.
Según Nicola Borregaard, quien lidera la iniciativa, “detectar las tendencias ayuda a dar un sentido estratégico y de urgencia a esos cambios por un tema económico, pero también de sustentabilidad”.
Explica que el trabajo se hará en base a cinco dimensiones: Descarbonización, Descontaminación, Distribución o generación distribuida, Descentralización y Digitalización, lo que incluye todos los temas de innovación y modernización.
“Ordenar las tendencias y sus potenciales shocks nos ayudará a identificar y visualizar mejor los potenciales escenarios energéticos para el país”, dice la experta.
Agrega que este diálogo entre distintos actores incluirá dos foros de discusión, con unos 100 participantes de distintos ámbitos, para terminar con documento que será entregado a la futura ministra de Energía, Susana Jiménez, actores del sector privado y de la sociedad civil.
En el proceso cuenta con el apoyo de la Universidad de Chile, la Adolfo Ibáñez y la HEC de París, en distintos temas.
“Pondremos en una mesa los factores de cambio y las tendencias que nosotros vemos, desde el pasado hacia el futuro, no solo en el sector energía, sino que avanzando hacia otros temas”, dice.
El trabajo no solo está tomando en cuenta cómo ha evolucionado la electromovilidad dentro de una ciudad, sino que el rol que están jugando la masiva presencia de Smartphones, redes sociales y el blockchain, y cómo todos estos temas se interrelacionan entre sí.
“Estamos mirando cómo se están desarrollando las ciudades inteligentes a nivel internacional y lo que pasa en Chile, para tener una buena visión de esos temas del futuro del sector”, dice.
Muchas de estas tendencias, dice Borregaard, ya se están presentando, dado que Chile es muy abierto. “En algunos temas vamos a estar liderando y, en otros, quizás estaremos muy atrás. También detectaremos temas que no son relevantes para el país”, dice.
Todo se hará bajo una herramienta metodológica para detectar el nivel de avance del país en estas transformaciones.
Por ejemplo, qué relevancia está tomando la generación de energía en los hogares o edificaciones de la ciudad -principalmente a través de paneles solares- para fomentar temas como la electromovilidad y las ciudades inteligentes.
Se calcula que Chile tiene una capacidad equivalente a 11 MW. Esto, en un contexto donde la penetración de los vehículos eléctricos en el mundo se espera que pase de 1,3% en 2017 a 12% en 2025.
“Hay un desarrollo bastante dinámico en la generación distribuida, pero tenemos que ver hacia dónde va y cómo esperamos que va evolucionar en los próximos años. Ahí la política ya se quedó corta”, dice.
“Todos estos temas están interrelacionados, por lo que es importante estrechar lazos entre distintas disciplinas. Por ejemplo, los ingenieros eléctricos tendrán que relacionarse con los informáticos, porque tendrán que desarrollar las plataformas de las aplicaciones para que la electromovilidad se vuelva operativa y las baterías conversen con la red eléctrica. Eso no puede ocurrir a un nivel tecnológico, sino que en la sociedad”, dice y agrega que “tenemos que ver cómo en Chile aterrizamos estos temas de acuerdo a nuestra cultura”.
Con este mapa, se podrá ver cuáles son las certezas y las incertidumbres que impone esta revolución. Y ayudará a visualizar donde hay vacíos regulatorios que es necesario abordar o, a nivel de empresas y organizaciones, qué cambios hacer internamente.
A fines de enero, Enel Generación anunció que daba oficialmente de baja dos proyectos hidroeléctricos que mantenía en su cartera de proyectos: Neltume y Choshuenco por inviabilidad económica. Pero más que un tema de negocios, esa decisión fue vista como un hito en la industria de generación por abandonar las grandes obras hidroeléctricas.
Unos días después, el Ministerio de Energía y las principales empresas de la Asociación de Generadoras de Chile anunciaron un acuerdo para poner fin al desarrollo de nuevas plantas termoeléctricas en base a carbón que no cuenten con sistemas de captura y almacenamiento de carbono. Otro hito en la industria eléctrica.
Ambos hechos son un antes y un después con respecto a la apuesta de las energías renovables en Chile. Lo interesante es que es una apuesta bastante segura. Ya que a diferencia de otros países, Chile tiene para “regodearse” con respecto a ciertas energías limpias como la solar fotovoltaica, eólica (aún algo cara) e hidroeléctrica de menor tamaño, entre otras. Además, en este juego de naipes global, tenemos la suerte de tener una de las mayores reservas de litio del planeta, elemento clave en las baterías de vehículos eléctricos.
Este nueva etapa hacia las renovables está acorde con una nueva forma de ver los negocios de manera más sostenible. Inversionistas, reguladores y sobre todo los ciudadanos, están de a poco influyendo en el cambio. Por esto, también significa una renovación en la estrategia de la producción energética, así como en la comunicacional y de reputación corporativa de las grandes generadoras.
Lo hemos visto en varios elementos hace no más de un año: el entusiasmo por la electromovilidad en todas sus dimensiones; el interés por utilizar energías limpias en plantas industriales y centros de datos; así como la conversión general en incluir políticas y acciones para disminuir los gases de efecto invernadero (GEI), vienen cada vez más de las grandes organizaciones.
Este tema es clave, porque por mucho que los gobiernos firmen alianzas mundiales pro medioambiente, como el Acuerdo de París, o los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el involucramiento de los privados es absolutamente necesario para que el engranaje sustentable funcione.
Y qué mejor que con una estrategia de renovación hacia las energías limpias, algo que es muy difícil de cuestionar por la opinión pública o por las autoridades. Un verdadero cambio.