Fabián Ruocco *
Eventos extremos han azotado el país desde todos los costados. ¿Hasta qué punto el cambio climático los influencia?
El calentamiento global significa una menor humedad del suelo en promedio, por lo cual las cosas arden más fácilmente. En especial si se trata de un área afectada por la sequía, con muchos arbustos, pastizales y matorrales secos o muertos. También la vulnerabilidad de un suelo ante este fenómeno depende del clima actual, del relieve y de la vegetación natural. El clima es un factor determinante en los fenómenos de erosión física y mecánica, y de degradación química y biológica.
La desertificación debe contemplarse como una ruptura del frágil equilibrio que permitió el desarrollo de la fauna, de la flora y del ser humano en las zonas áridas, semiáridas y secas subhúmedas. Esta ruptura del equilibrio y de los procesos físicos, químicos y biológicos que lo mantenían en vigor desencadena una serie de procesos autodestructivos en los que intervienen todos los elementos que antes favorecían los procesos vitales
Así pues, la vulnerabilidad de los suelos a la erosión eólica e hídrica, la reducción del nivel de las capas freáticas, la menor regeneración natural de las plantas herbáceas y leñosas, y el empobrecimiento químico de los suelos son las consecuencias inmediatas de la desertificación y al mismo tiempo causas del empeoramiento de este fenómeno. La desertificación es un proceso que se autoalimenta y provoca serias consecuencias
Por supuesto que los incendios son más propicios en generarse en esas zonas, razón por la que se necesita mayores cuidados preventivos. La situación más extensa territorialmente, de este 2018 que recién comienza, es el incendio en la provincia de La Pampa donde ya se quemaron más de 700.000 hectáreas y provocaron la muerte de un millar de vacas. A tal punto que el gobierno de La Pampa declaró hace unos días, a través del Decreto N° 116/18, el “estado de emergencia” o “desastre agropecuario”.
Semanas atrás, el sur de Mendoza también se vio afectada por los incendios forestales, que alcanzaron unas 200.000 hectáreas, por lo que se requirió desplegar una importante cantidad de recursos humanos y técnicos durante varias jornadas. Como ser, cinco aviones observadores e hidratantes, dos helicópteros, maquinarias pesadas, autobombas forestales y camionetas.
Además, “El satélite Aqua de la NASA captó esta imagen de incendios forestales que están plagando la provincia de La Pampa”, indicó la NASA en su página web. “Argentina no es ajena a los incendios forestales en bosques y pastizales y miles y miles de acres se destruyen cada año debido a incendios forestales. Este año, el calor intenso y los fuertes vientos están aumentando la propagación de los incendios forestales. La Pampa y el oeste de las provincias de Mendoza, en particular, se han visto afectadas por estos incendios”, concluyó el organismo estadounidense.
A la vez, también se registraron importantes incendios en Córdoba, Sierra de la Ventana, Chubut -zona de Puerto Madryn y del Maitén- y en Ensenada, donde más de 1.000 hectáreas de la reserva natural de Punta Lara se vieron afectadas por un incendio que se extendió por más de una semana y que llegó a amenazar con avanzar sobre la zona hortícola. La excesiva intensidad y frecuencia del fuego puede conducir a cambios irreversibles en los procesos ecológicos. Las consecuencias de tales cambios incluyen la pérdida de materia orgánica del suelo, erosión, de pérdida de biodiversidad y cambios en el hábitat de muchas especies de plantas y animales.
Según las autoridades del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, la combinación de tormentas secas y caracterizadas por muchos rayos y la falta de lluvias fueron las que provocaron los incendios. Las tormentas vienen con mucha carga eléctrica y eso genera rayos y en el terreno hay mucho combustible, que es el pasto seco, listo para arder. Así, esas descargas hacen que se generen focos dispersos en todo el terreno.
En este contexto, debido a que los ciclos meteorológicos plurianuales conocidos como El Niño y La Niña tienden a alterar un poco la tendencia general, es un desafío determinar ciertas conexiones directas entre éstas y el cambio climático, señalan los científicos. Sin embargo, hay algunas conexiones que los investigadores pueden trazar. Con todo, para algunos ambientalistas, en el fenómeno también pesó el avance del desmonte y de las intervenciones sobre los humedales.
Esto se agregó a otros fenómenos que hicieron que en los últimos días el clima se transforme en protagonista, sumado a los incendios de campos, una ola de calor con térmicas que rondaron los 40 grados en el centro del país y la sequía que sigue castigando a las producciones de la zona núcleo.
Como regla general, los científicos son reacios a decir que cualquier incendio, inundación, sequía o huracán en particular fue causado por el cambio climático, pero pueden señalar la probabilidad general de que por ello ocurran tales eventos extremos, o las formas complejas en que el cambio los ha influenciado.
La habilidad de la flora es que absorbe el dióxido de carbono a medida que crece. Los incendios sobre la vegetación hacen que el dióxido de carbono almacenado en las hojas, las raíces y el suelo se libere hacia la atmósfera. Razón por la cual, además de las pérdidas materiales, los incendios hacen que esos depósitos de carbono se conviertan en fuentes de gases de efecto invernadero que empeoran el cambio climático. Los procesos de deterioro de la naturaleza también traen consigo un costo adicional que se traducirá en pérdidas ecosistémicas todavía no cuantificadas.
Finalmente, hay que reconocer que la sociedad argentina está tomando conciencia de esta realidad. La vive en carne propia. La naturaleza no es infinita. No cabe ninguna duda que el siglo XXI nos muestra de muchísimas formas la creciente agotabilidad de los recursos naturales. Razón por la que se necesita trabajar no sólo en planes de contingencia, sino también en la capacidad de prevención de las comunidades a los nuevos escenarios climáticos, mediante planes de resiliencia y de educación ambiental.
Pero no siempre se ha pensado que la naturaleza era finita. Todo lo contrario implícitamente predominaba el criterio de la inagotabilidad de los recursos. En realidad todas las categorías de la economía se estructuraron suponiendo que los recursos naturales eran inagotables. Sin embargo, la realidad nos muestra otra cosa. No hacer nada ha dejado de ser opción.
Por eso, el cambio climático propone desafíos éticos, políticos y económicos. Lo cual exige trabajar en propuestas superadoras, en un país acostumbrado a mirar excesivamente al corto plazo, para evitar nuevos pasivos ambientales también habrá que preocuparse fundamentalmente del uso adecuado de los activos ambientales.
*Presidente del CEDyAT