Cambio climático y la falta de planificación explican la escasez del suministro que podría terminarse el 11 de mayo.
El 11 de mayo pasará a la historia como el día en que se acabaría, por primera vez en la era moderna a nivel mundial, el suministro de agua en una ciudad. Es que la sequía que arrastra el segundo poblado más grande de Sudáfrica desde 2014, sumado a falencias en la planificación y cambio climático, tienen a Ciudad del Cabo al borde de una crisis social y sanitaria. Algunos se preguntan si éste será el primero en una seguidilla de centros urbanos que experimentarán ese nivel de estrés hídrico en los años venideros.
Para Guillermo Pickering, presidente de Aguas Andinas, hay una combinación de factores que explican la situación: crecimiento acelerado de la ciudad, falta de planificación, priorización de otras necesidades en la agenda de las autoridades y una grave sequía, que mermó mucho los niveles de los embalses de donde sacan el agua para la ciudad. “Las autoridades parecen haber confiado en que en algún momento llovería y eso rellenaría los embalses, pero no ocurrió”, enfatiza.
A partir de mayo se entregarán 25 litros diarios de agua por persona. Para hacerse una idea, la OMS recomienda como mínimo 100 litros por persona al día para tener un entorno de salubridad bajo.
La escasez de agua, exacerbada por el cambio climático, podría conllevar la reducción de hasta el 6% del Producto Interno Bruto (PIB) en algunas regiones, provocar migraciones y generar conflictos, según un informe del Banco Mundial.
En él establece que, a menos que se adopten medidas en el corto plazo, el agua comenzará a escasear en regiones como África central y Asia oriental, y la escasez se intensificará considerablemente en regiones donde el agua ya es un recurso escaso, como Oriente Medio.
Para 2050, las tasas de crecimiento de esas regiones podrían registrar una disminución de hasta el 6 %, debido a los efectos de la escasez de agua en la agricultura, la salud y los ingresos. “La escasez de agua constituye una amenaza importante al crecimiento económico y la estabilidad en el mundo, y el cambio climático está agravando el problema”, declaró el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim.
Pickering señala que un escenario como éste está lejos de la realidad chilena. Explica que hay varias razones: “Las empresas sanitarias chilenas están altamente profesionalizadas y están entre las mejor gestionadas del mundo. Su prioridad es mantener el abastecimiento a la población y trabajan con planes de desarrollo de mediano y largo plazo”, enfatiza.
Para hacer frente al cambio climático y las sequías se hace necesario contar con estudios de proyección y gestión de la demanda, análisis de experiencias internacionales en sequía, proyección de oferta hídrica y de sinergías a nivel de usuarios. “Esto último, porque una respuesta efectiva a los desafíos de la gestión de los recursos hídricos en el futuro requiere el compromiso de todos: gobierno, usuarios del agua, sectores productivos, sociedad civil, cada uno de nosotros. No hay que olvidar que las sanitarias usamos sólo el 8% del agua que se utiliza en Chile para abastecer a toda la población urbana del país, 24/7”.
La advertencia llegó hace tiempo: Ciudad del Cabo se podría quedar sin agua por la fuerte sequía que comenzó en el 2014.
Hoy, la segunda ciudad más poblada de Sudáfrica está enfrentando una crisis por ese líquido, que, según estima el gobierno local, dejaría de llegar a la mayor parte de zonas residenciales y negocios el 16 de abril, cuando las represas alcancen un nivel de 13,5 por ciento, en lo que se ha denominado el ‘día cero’.
Si se llega a ese límite, el principal destino turístico de ese país no solo se convertiría en la primera gran urbe en la que dejaría de salir agua de los grifos, sino que también tendría en menos de tres meses a militares en las calles para custodiar los 200 puntos de recolección proyectados para proveer de agua a cuatro millones de personas.
“Hemos llegado a un punto de no retorno”, dijo recientemente la alcaldesa Patricia de Lille.
¿Pero qué llevó a Ciudad del Cabo a esta crisis de agua? “Desde la sequía en 2014, la provincia de Cabo Oeste ha experimentando una caída de lluvia muy leve, algo que no es nuevo para los investigadores, que habíamos preparado modelos para mostrar que esto iba a suceder”, afirma a EL TIEMPO Oghenekaro Nelson Odume, investigador sénior del Institute for Water Research.
A la falta de lluvia se suma el crecimiento de la población, la lenta respuesta del gobierno ante una crisis inminente y la insuficiencia en la infraestructura y el manejo del agua. Solo en los últimos cuatro años, los niveles de las principales represas en la ciudad pasaron de tener más del 90 por ciento al 26,3.
“Ellos sabían que había cambio climático y que el agua se volvería más escasa. También que en muchas áreas, la infraestructura debía mejorarse, pero los arreglos solo tuvieron lugar en las áreas donde vive la gente con dinero. Debieron pensar en reciclar el agua para cosas como el saneamiento. Entonces, hoy un diez por ciento del agua con la que se limpian las cisternas es fresca, lo que es un desperdicio”, dijo a este diario Shaheed Mahomed, miembro del comité de la Coalición para la Crisis del Agua para Ciudad del Cabo (CTWCC, por sus siglas en inglés).
“El agua se recoge en una represa, se usa y se bota al mar. La estructura no está diseñada para reusarla”, explica desde Ciudad del Cabo el colombiano Fabio Díaz, investigador en gobernanza y política pública de la Universidad de Rhodes.
“Cuando el gobierno se dio cuenta de que la situación era complicada, empezó a trabajar en la construcción de (tres) plantas de desalinización satelitales, porque es más barato ponerlas a funcionar y sacarlas de funcionamiento después. Pero si se ve la experiencia de Dubái, tomó una década para que funcionaran sus plantas. Es un problema de infraestructura pública que no alcanza a responder a tiempo”, añade.
Según los planes del gobierno, por lo menos una de esas plantas de desalinización, la de Strandfontein Pavilion, funcionará en marzo y producirá inicialmente dos de los siete millones de litros esperados por día.
Por ahora, la estrategia del Gobierno está en controlar el consumo de agua a través de la racionalización.
Como medidas para tratar de correr el ‘día cero’ tanto como se pueda, restringió el consumo de agua diaria por persona a 50 litros. También disminuyó la presión y comenzó la instalación de aparatos en las casas que miden el gasto y, una vez se supera el límite diario por hogar (350 litros), suspenden el servicio.
En Sudáfrica solo cerca del 46 por ciento de la población cuenta con el servicio básico de agua potable en sus hogares, según datos del 2016. Por eso hay quienes aseguran que las limitaciones al consumo son adecuadas y que, al final, las medidas de la administración en Ciudad del Cabo afectan más a la clase media.
“Es un choque porque no habrá agua en los grifos, pero una gran parte de la población de Sudáfrica ha vivido sin este tipo de servicios tan básicos casi que desde el nacimiento de la democracia en 1994”, le dice a este diario Leila Dougan, periodista del portal sudafricano ‘Daily Maverick’. “Esta no es una crisis por el agua, es específicamente una crisis por el agua en la clase media”, agrega
De hecho, la situación ha generado molestias entre los que consideran que con la crisis, el gobierno se mueve hacia la privatización de ese líquido.
“Esa es la principal preocupación. La gente cree que el agua es un derecho ganado con los años. Esta se ha puesto cada vez más costosa. Se trata de una manipulación de la vida de los trabajadores, de la clase media y alta. Es algo que nos afecta a todos”, señala Mahomed, quien advierte que si se llega a cortar el agua, habría protestas sin precedentes.
“Hay tanta rabia entre la gente que si la cortan, puede ocurrir una revuelta”, señala al repetir el eslogan de la coalición: ‘Water for all or the city must fall’ (agua para todos o la ciudad debe caer).
Los habitantes de Ciudad del Cabo tienen claro que el ‘día cero’ está cada vez más cerca, y por eso han tratado en las últimas semanas de prepararse y abastecerse cada uno a su modo, pues en Sudáfrica, explica Díaz, “el consumo de los recursos públicos y sociales tiene un comportamiento diferente asociado al ingreso”.
Entonces, mientras algunos ciudadanos adinerados han excavado pozos para sacar agua de manera natural en sus casas o se han comprado tanques para acumular la lluvia cuando llegue, otros ya están en los puntos de recolección haciendo filas para acumular el líquido o corren a los supermercados para comprar botellas de 5, 10 o 15 litros.
“Durante los últimos días, la gente empezó a llegar tan pronto como abren. Se puede ver que antes de que la batalla por el agua llegue a los estantes, las botellas ya han sido sacadas en carros de compra y llevadas a otro lugar”, narra Dougan.
Sin embargo, los residentes no solo buscan cómo abastecerse, sino también cómo ahorrar tanto como se pueda.
“La actitud frente al consumo ha cambiado drásticamente”, señala Dougan, quien calcula que entre un 60 y 70 por ciento del contenido que hay en las estaciones de radio son noticias sobre la sequía e información para evitar el desperdicio. “La gente llama para dar consejos sobre cómo ahorrar o para hablar de cuánto ha reducido el consumo”, añade.
Los residentes han hecho cosas como dejar de usar las lavadoras o dejar de lavar los carros. También toman duchas de dos minutos, repiten la ropa e intentan acumular el agua con el que se cepillan los dientes para luego limpiar el sanitario. “Tenemos que ser cuidadosos frente a cómo usamos el agua. Incluso, lo pensamos dos veces cuando nos queremos lavar las manos”, narra Mahomed.
Pero, en medio de la crisis, la desigualdad se hace más evidente. “Hay gente con muchos ingresos que aún tiene los jardines verdes, en un país donde hay muchos que no tienen sanitarios, alcantarillado o acceso a agua potable”, dice Díaz.
Todavía no está claro qué va a pasar cuando la ciudad llegue al ‘día cero’. El gobierno ha asegurado que entrará en marcha el plan de choque en el que miembros de la Fuerza Pública vigilarán los puntos de recolección, y que hospitales y colegios seguirán teniendo agua de manera racionada. Lo mismo ocurrirá con el centro de la ciudad, pues el objetivo es que la administración siga funcionando.
Hasta el momento, la esperanza está puesta en que el racionamiento funcione para empujar el ‘día cero’ en el calendario tanto como sea posible, esperar a que el gobierno diversifique las fuentes de agua y que en invierno, dentro de tres meses, sí llegue la lluvia. Según Odume, “que funcione depende de cuántos días llueve y de qué tan intensa es la lluvia”.