MARCELO TORREZ
Su posible construcción ha reactivado, también, intereses políticos con diversos fines. Cornejo volvió a pegarles a los medios mendocinos por darle demasiado espacio a las quejas pampeanas sobre la obra. En La Pampa se ha usado como argumento interno de campaña. El PJ local lo ve con desconfianza porque no lo siente como propio, sino del radicalismo. Cobos, subido al caballo de haber sido quien lo negoció con Kirchner, lo aprovecha para posicionarse versión 2019.
Todos los veranos traen consigo sus particularidades políticas, además de las consabidas tormentas, la constante amenaza del granizo, los sorpresivos aguaceros, las horas agobiantes de calor y ese particular estado, para muchos, de beneplácito y placer en medio de las vacaciones. El minué de la temporada política, el clásico distintivo, ha venido este año de la mano de la posible construcción de ese monumental proyecto llamado Portezuelo del Viento: la presa sobre el río Grande, en Malargüe, varias veces más imponente en todo sentido que Potrerillos y que cualquiera de las represas del sur mendocino.
Desde que el presidente Mauricio Macri dijera en San Rafael -a comienzos de enero- que se haría cueste lo que cueste, y mucho más desde que fallara a favor de su construcción tras la negativa de La Pampa a que se lleve adelante, Portezuelo no ha salido casi un día de la agenda, casi como un condimento para lo que ha sido, al menos en la superficie, una chata temporada de tertulias políticas.
El tema es que cuando su cercano llamado a licitación y posterior inicio de obras debiese ser un motivo para festejar una posibilidad de reactivación económica para buena parte del Oeste argentino, Portezuelo se ha transformado en la chispa para alimentar otros objetivos que poco tienen que ver con los generales. O mejor dicho, ha sido la excusa, mientras se espera que avance de forma efectiva, para que los personajes involucrados hagan su propio juego de especulación y oportunismo.
Llamó la atención, ayer, tras su primera aparición pública luego de permanecer una semana fuera de la provincia, que el gobernador Alfredo Cornejo se quejara de la importancia que se le ha dado en Mendoza a las quejas de La Pampa por la decisión de avanzar en la obra, todo envuelto en el conflicto por la correntía del río Atuel.
En verdad, los medios no tienen por qué asumir una posición extrema ligada o en cerrada consonancia con la visión del Ejecutivo mendocino, como sí lo han hecho en La Pampa, todos alineados a esa postura casi disparatada y desfasada en el tiempo del gobernador Carlos Verna.
Dejando fuera de cualquier discusión la conveniencia de ese emprendimiento en todo sentido, los medios mendocinos han traído a sus audiencias la posición de aquellos que han tenido algo que ver en este largo conflicto con los pampeanos, incluyendo a los más enconados opositores a la obra de la provincia vecina, y más que nada para que se pueda entender el conflicto y exponer, entre otras cosas, cómo Verna y casi todo el arco político de La Pampa, oficialistas y opositores, han utilizado la disputa para beneficiarse con algún rédito límites adentro de esa provincia.
Está claro que en el ADN de cualquier político aparece, bien marcado, el hacer una rápida lectura de cualquier acontecimiento para detectar en qué lo puede beneficiar o perjudicar y cuánto puede sacar o perder. El gobierno mendocino debiese alejarse del palo a palo, del golpe por golpe que propone la administración de Carlos Verna y continuar con la estrategia de presentar en todos los ámbitos la abrumadora cantidad de pruebas a favor de cualquier proyecto como de la envergadura de Portezuelo. Así le va bien y el tiempo debe darle la razón.
Portezuelo ha sacado de cierto ostracismo, también, un histórico duelo político entre el gobernador Alfredo Cornejo y el actual senador Julio Cobos. Cornejo fue funcionario de Cobos y el artífice más importante, quizás, de la famosa transversalidad o concertación que se dio entre el kirchnerismo y los radicales promediando la presidencia de Néstor Kirchner. Pero luego ambos tomaron caminos diferentes en la interna radical porque Cobos siempre fue una amenaza constante al objetivo y sueño que fue construyendo Cornejo para alcanzar la gobernación.
Cobos y Kirchner negociaron y acordaron la cercana construcción de Portezuelo. La historia es conocida, pero ayer Cornejo se ocupó de refrescarla cuando dijo que la gobernación de Cobos decidió aceptar la promesa de la construcción de Portezuelo por parte de la nación como resarcimiento de los efectos negativos que había provocado a Mendoza la extinta Promoción Industrial, que como contrapartida benefició a San Luis, San Juan, La Rioja y Catamarca.
Era indudable que con la decisión de la administración de Macri de inclinarse a favor de Portezuelo reapareciera Cobos como el impulsor, diez años atrás, de tal emprendimiento. Pero con ello reaparece también este clásico entre el actual gobernador y quien fuera vicepresidente de la nación.
Lo que se vislumbra tiene que ver con los movimientos que se comenzarán a ver en poco tiempo más por la sucesión de Cornejo. Nadie, a excepción de Cobos, había avanzado tanto sobre un terreno que todos reconocen como indiscutibles dominios del actual gobernador, cuando, aprovechando la reaparición del tema Portezuelo, se posicionara, o al menos no negara, la posibilidad de jugar si es necesario alguna chance de volver a apostar por la gobernación.
En la intimidad, es más que probable que Cornejo haya estado esperando de un momento a otro la jugada del político que, si no es al que más teme, al menos es de quien entiende debe cuidarse. La señal ha sido esa reciente declaración del senador del último fin de semana. Apresurada o no, lo cierto es que ha puesto en la agenda lo que para terceros puede ser una atractiva partida de ajedrez entre dos pesos pesados. Y si Cobos, al final del cuento resultara no ser candidato directo a aspirar por la gobernación, no dejará pasar la oportunidad de impulsar a un hombre o mujer de sus filas para confrontar, en las primarias, con el que termine bendiciendo el gobernador.
El peronismo mendocino, en general, ve con desconfianza el impulso de Portezuelo. En términos puramente políticos -y mezquinos como casi todos los intereses en danza alrededor de este nuevo atractivo-, no se siente parte del proyecto. Las últimas administraciones justicialistas prefirieron darle aire a otro gran proyecto en estudio: Los Blancos, sobre el Tunuyán superior, en gran medida porque la presidencia de Cristina Fernández marginó y borró de la agenda Portezuelo por el divorcio sin vuelta atrás que se produjo con Cobos, su vicepresidente y principal culpable de la caída de la famosa Resolución 125 en medio del enfrentamiento con el campo.
Portezuelo, el minué de la temporada, el caballito de batalla para nuevos reposicionamientos, el motivo, como en La Pampa, para seguir alimentando peleas inútiles. Pueda ser que, al menos en algunos años sea también una realidad, más que un mero objeto de uso para ser desechado tras estas fiestas de entretenimiento estival.