«No tenemos plan A, B, C, D, solo L. Es Lula», dijo en un mitin esta semana el exgobernador de Bahía, Jacques Wagner, uno de los posibles nombres lanzados entre los líderes del Partido de los Trabajadores (PT) y el que tiene más simpatía del propio Luiz Inácio Lula da Silva, en el caso de que los juicios que le persiguen le impidan ser el candidato a las presidenciales de octubre.
El PT y la izquierda brasileña se aferran a su principal líder, el favorito en todos los sondeos -con más del 30%-, distante del segundo colocado, el ultraderechista Jair Bolsonaro, un polémico excapitán del Ejército. Uno de los diputados más votados del país, Bolsonaro, ha crecido como la opción anti-Lula y anti-PT, que gobernó Brasil durante trece años y llegó a su fin con la destitución de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, en 2016.
Rousseff, por su parte, es el único nombre que heredaría los votos del exsindicalista, si este dejase la carrera electoral, y sería la única que le haría frente a Bolsonaro. Ni Wagner, ni la presidenta del PT, Gleisi Hoffman, ni el exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad, entre los líderes más fuertes del partido, aparecen en encuestas con el suficiente apoyoyo como para detener al ultraderechista, que es la pesadilla de la izquierda, de los electores de centro y de los liberales.
Según el instituto Datafolha, si confirma su candidatura, Lula ganaría la elección con un 34% de los votos, mientras Bolsonaro quedaría en segundo lugar con el 17%, y la ambientalista y expetista, Marina Silva -que terminó las últimas dos elecciones en tercer lugar-, tendría entre 9% y el 10%.
En una encuesta del instituto Paraná que incluye a Rousseff y descarta a Lula, Bolsonaro subiría al primer lugar con un 23%, y la expresidenta, la más competitiva de los petistas, sería segunda con el 13%, mientras que debajo de ella nombres importantes, como los expresidenciables Geraldo Alckmin, de la socialdemocracia, y Ciro Gomes -un exministro de Lula-, se reparten los fragmentos que restan con una infinidad de candidatos, muchos de ellos desconocidos.
Las principales encuestadoras han tenido la ardua tarea de diseñar decenas de escenarios con Lula y sin él, y con una serie de candidatos, la mayoría novatos en las urnas -con 1% o el 2%- en los sondeos, que piensan lanzarse en una elección en que nombres poco conocidos pueden volverse salvadores de la patria y presidentes.
Esa lista incluye al actual ministro de Economía, Henrique Meirelles, que fue presidente del Banco Central de Lula, y hoy conduce las finanzas del impopular mandatario Michel Temer, que lucha para no dejar el Gobierno con fama de «golpista», apodo que se ganó de los simpatizantes de Lula por haber orquestado la destitución de Rousseff.
Otro de esos posibles candidatos es el expresidente de la Corte Suprema, Joaquim Barbosa, el primero a juzgar un caso de corrupción en el primer Gobierno Lula, que sueña en convertirse en el primer presidente negro de Brasil. Con ellos aparecen economistas desconocidos y presentadores de televisión, como el popular Luciano Huck, que ya se retiró de la disputa, y la periodista Valeria Monteiro, que andaba desaparecida de la pantalla y dice que ha vuelto a la vida pública con esa misión.
Sorprende que en esos escenarios no aparezca más la vieja disputa entre el PT y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que gobernó el país con Fernando Henrique Cardoso entre 1996 y 2002, y quedó en segundo puesto en todas elecciones en las que el PT logró la victoria.
Garante del actual Gobierno Temer, el PSDB también ha sido golpeado por los escándalos de corrupción que han debilitado a los grupos tradicionales, y prácticamente ha desaparecido después que su último candidato, Aécio Neves, fue grabado pidiendo soborno. José Serra, otro expresidenciable, también está bajo sospecha por denuncias y Alckmin, anda muy desgastado tras ser el principal nombre del gobierno de São Paulo durante dos décadas.
Si el PT no tiene planes sin Lula, aparentemente el PSDB tampoco, ni los demás partidos. El escenario de la elección de este año aún está muy borroso y está ocupado en gran medida por Lula, que libre o preso, sigue siendo el principal nombre de la política nacional.
La corte de apelaciones brasileña no sólo mantuvo sino que elevó de 9 años y medio a 12 años la condena contra Lula, en un grave revés para los planes del político más popular del país de volver a presentarse como candidato a presidente.
El índice referencial de la Bolsa avanzó 3.72 por ciento, a 83 mil 680 unidades, con la mayoría de sus componentes cerrando en alza.
Entre las acciones destacadas del Bovespa, sobresalen los papeles preferenciales del Banco Bradesco saltaban 6.4 por ciento y fue uno de los principales soportes del referencial, mientras que los valores de Banco do Brasil ganaron 7.93 por ciento.
Las acciones de la minera Vale subieron 2.23 por ciento y se recuperaron de las pérdidas del día anterior, impulsadas por mejores precios del mineral de hierro en China.
Los títulos de la productora de celulosa Fibria generaban la única presión negativa al Bovespa al bajar 3.4 por ciento, en un movimiento considerado por analistas como una corrección de mercado tras una racha alcista.
En el mercado de divisas, el real se fortaleció 2.8 por ciento a 3,1467 unidades por dólar, un máximo desde mediados de octubre.
A nivel global, la moneda brasileña se colocó como la moneda con el mejor desempeño dentro de las mercados emergentes.