Luis E. Gonzales Carrasco
Un estudio logró medir la productividad de la minería en Chile, donde la extracción de recursos naturales representa 60% de sus exportaciones. Estas son las lecciones que el estudio deja para otros países de América Latina.
Uno de los grandes desafíos de América Latina es manejar eficientemente sus recursos naturales. Para lograrlo, es necesario aumentar la productividad, pues esta promueve el desarrollo económico a largo plazo.
Sin embargo, en nuestra región, las mediciones que existen de la productividad en la industria de los recursos naturales son escasas, y muchas de las que se encuentran disponibles son limitadas o poco rigurosas. Esta falta de información crea grandes retos, porque se tiene poca evidencia para tomar decisiones. Cuanta más y mejor información tengamos sobre la productividad, mayor será la base de evidencia que necesitan los actores clave de la industria para tomar mejores decisiones.
El caso de la industria minera en Chile ejemplifica este fenómeno. Chile concentra casi un tercio de la producción mundial de cobre. La extracción de recursos naturales tiene un papel vital para su economía, pues asciende a más de 60% de las exportaciones en promedio durante la última década. Durante los años 2000 a 2013, existía la percepción de que la productividad minera estaba disminuyendo, lo cual suponía una gran amenaza para el crecimiento económico. A pesar de ser uno de los grandes debates en la prensa nacional, la existencia de una medida dedicada a la medición rigurosa del estado de la productividad minera era una demanda por cumplir.
Para llenar este vacío de información, un reciente estudio de De Solminihac, Gonzales y Cerda se propuso medir dos tipos de productividad en la minería chilena: la productividad total de factores (PTF) y la productividad laboral (PME). Los investigadores encuentran que, de 2000 a 2013, hubo una caída en la productividad total de factores de entre 40 y 80%, y una caída promedio en la productividad laboral de 42%.
En cuanto a la productividad total de factores, los autores construyen 11 medidas alternativas (gráfica 1) que incluyen los factores clásicos de producción —capital y trabajo—, así como el ajuste por la ley del cobre, el consumo energético y eléctrico, y el ajuste por las remuneraciones de empleo. La ventaja de este enfoque es que permite diferenciar el efecto de cada variable en la dinámica de la productividad. Las medidas tradicionales (1 y 2) consideran la contribución bruta de capital y trabajo, diferenciando entre una participación del capital de 61% (estimada econométricamente) y de 84.2% (estimada contablemente).
Ambas mediciones son comparables según el intervalo de confianza del ejercicio econométrico realizado por los autores. En ambas medidas, se registra una caída en la productividad de 3.1% y 6.1% respectivamente hasta 2013, fecha en la que se revierte la tendencia. El resto de las medidas ajustan el consumo energético y las características físicas propias de la minería. Los factores en común entre las medidas que explican la caída de la productividad hasta 2013 son el incremento de los costos laborales y el encarecimiento de la energía.
La productividad laboral se mide dividiendo el PIB minero entre el número de trabajadores que participan en dicha producción. Se observa que, pese a la caída del PIB y la significativa reducción del empleo en la actividad minera, la producción por trabajador creció 4.9% en 2015, cambiando la tendencia que se había observado hasta 2013, y que se presenta también en la productividad total de factores. Este crecimiento se debe al aporte de la inversión, la disminución en el costo de la energía y el efecto combinado que se produce entre ambas variables. Esta recuperación de la productividad laboral fue posible incluso frente a un deterioro de la calidad del mineral —observado en la variable ley del cobre— y una baja en su precio.
Los autores concluyen que el aprovechamiento de los recursos naturales debe lograrse mediante su más eficiente manejo y la adopción de innovaciones tecnológicas. Si bien existen variables exógenas que no se pueden controlar, como el precio del cobre, hay otros factores sobre los que se puede incidir directamente, como los costos laborales. Es en estas variables donde las decisiones pueden surtir mayor efecto para aprovechar mejor los recursos naturales.
El caso chileno deja dos lecciones para América Latina. En primer lugar, es necesario incrementar los esfuerzos de medición y recolección de datos para tener un diagnóstico sólido sobre la productividad. En sectores vitales para la economía —como la explotación de recursos naturales en Chile—, contar con información robusta es el primer paso para tomar buenas decisiones tanto desde la política pública como desde el sector privado. En segundo lugar, la eficiencia y la adopción de nuevas tecnologías es fundamental para el crecimiento de una industria. La reciente recuperación de la productividad laboral observada en Chile es, en parte, producto de la inversión que creó mayor eficiencia y desarrollo tecnológico. Estas medidas podrían incluir mejores condiciones para los trabajadores que permitan el crecimiento de sus salarios según el aumento de la productividad en el sector.
Este estudio constituye una base para informar el debate sobre la productividad y el crecimineto económico en Chile. Otras economías latinoamericanas también son muy dependientes de sectores industriales específicos sobre los que no existen mediciones rigurosas de la productividad. A la luz del caso chileno, surgen nuevas preguntas: ¿cómo se encuentra la productividad de los recursos naturales en otros países de América Latina? ¿Qué esfuerzos se necesitan para medirla? ¿Qué decisiones podrían tomarse para fomentar el crecimiento económico?