LEANDRO RENOU
Tras una buena primera mitad de año, el revés que sufrió el sector luego del bloqueo aplicado por los Estados Unidos a la compra del producto argentino dejó a la industria nacional con una capacidad ociosa elevada. Las cerealeras garantizan que no habrá problemas de empleo y trabajan con el Gobierno en encontrar soluciones.
Cuando en el 2007 se reglamentó el corte obligatorio de gasoil con biodiesel (artículo 7 de la Ley 26.093), la industria del combustible verde en la Argentina tuvo un despegue casi automático, tanto que fue la reina de las exportaciones nacionales, incluso muy por encima de la carne vacuna, producto que supo ser emblema de las ventas externas del país.
Hoy, justo a diez años de aquel hito que estableció la mezcla obligatoria del 10%, el negocio se enfrenta a una lógica distinta. Para el sector, fue un golpe duro de digerir el cierre total del mercado estadounidense, principal destino de los embarques que partían desde la zona de Rosario, epicentro de las plantas que pertenecen a las cerealeras.
En la segunda mitad del año, hubo algo de respiro cuando la Unión Europa bajó el derecho antidumping permitiendo sustituir una parte de lo que no se vendió a la nación del norte, que con la llegada de Donald Trump cerró su economía y buscó autosustentar su mercado con los productores locales, un segmento de la ruralidad que le dio un fuerte espaldarazo político al sucesor de Barack Obama.
Así y todo, el panorama de cara al 2018 se vislumbra complejo y con características similares a las del actual contexto. Hay algunos datos que destacan: el principal, luego de los sacudones externos, es que la industria quedó con una capacidad ociosa cercana al 70%, y con ausencia de mercados alternativos para colocar los excedentes.
Sobre el 100% de la capacidad que podrían producir, lo están haciendo al 30% promedio ahora. En el primer semestre, algunos estuvieron produciendo entre el 50 y 60%. Este escenario puso a las firmas productoras a trabajar con el Gobierno nacional en búsqueda de opciones constantes.
"La industria está integrada, no vemos que vaya a peligrar el empleo. Y estamos recién arrancando con Europa, aunque el cierre de los Estados Unidos fue un golpe duro", cuenta Luis Zubizarreta, titular de la Cámara de Biocombustibles (CARBIO). Agrega, además, que "el año próximo tendremos que ver cómo se desarrolla, pero va a ser un año complejo. El Gobierno está trabajando junto con nosotros para ver cómo podemos revertir la situación".
"Es un cierre absoluto de los EE.UU., el derecho compensatorio del 72% promedio inhibe cualquier posibilidad de venta a ese país. A eso se le sumaría en 2018 el antidumping, con lo cual el nivel de protección en frontera que tendrán va a ser superior al 100%. La Argentina va a tener que olvidarse de los Estados Unidos por cinco años, si logra allí una revisión administrativa, y cuatro si se logra un panel en la OMC y derribar la medida", cuenta Gustavo Idigoras, asesor en Relaciones Internacionales de la cámara y uno de los cuadros que maneja los números finos del sector.
El especialista reconoce que "por el lado europeo, la baja del derecho antidumping le ha permitido a la Argentina exportar desde fines de septiembre hasta diciembre en valores cercanos a los 250.000 ó 300.000 toneladas. Pero no sustituye plenamente lo que se había logrado con los Estados Unidos". Hay dos razones por las cuales no reemplaza ese mercado: una, el volumen, la demanda europea es menor a la americana; y el segundo factor, el precio, mucho mejor en terreno estadounidense.
La situación del biodiésel argentino en el mundo sirve para comprender los desafíos que le esperan a las plantas locales el año próximo: es el primer exportador global, lo siguen los Estados Unidos y Europa (Alemania y Francia), y Brasil, que produce solo para abastecer su mercado interno. Indonesia, en tanto, es el primer exportador mundial de otra variante de diesel, el de palma, un producto de menor calidad. En materia de producción, los Estados Unidos, que fue hasta principios de año un mercado clave para la Argentina, produce 4,5 millones de toneladas. Con la particularidad de que tienen su producción diseminada en más de 100 plantas en todo el país. Exportan 500.000 toneladas anuales, y han reducido ventas externas para dedicarse a la plaza local.
El caso de la Argentina es similar en números, pero con esquema más eficiente por concentrar todas las productoras en 35 kilómetros en la orilla del río Paraná. Nuestro país produce 4,5 millones de toneladas, el mercado interno absorbe un millón, se exporta 1,5 millones, y el resto es capacidad ociosa. Pero hoy, con el nuevo esquema, el país va a vender unas 500.000 toneladas al año a Europa, y el mercado interno se quedará con 1 millón. El resto será capacidad ociosa.
En el caso de Europa, su producción es de 11 millones de toneladas, de las cuales más de 10,5 van al mercado interno. Sus exportaciones son 300.000 toneladas, que se venden a los Estados Unidos. Indonesia, en tanto, exporta dos millones de toneladas. En este contexto, la primera mitad del 2017 fue buena para la Argentina: vendió a los Estados Unidos más de un millón de toneladas en el primer semestre. Pero la actualidad dejó al país casi sin mercados alternativos. Perú, una plaza observada, tiene restricciones de acceso y no se vislumbran posibilidades de diversificar. Una de las altarnativas que técnicamente podrían implementarse son políticas públicas que aumenten el corte obligatorio.
Claudio Molina, director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, explica que "en este contexto, considerando que en el mercado interno es técnicamente posible utilizar mezclas de gasoil con un 20% de biodiésel para el transporte automotor de pasajeros, para el agro, para la generación eléctrica, y para el transporte automotor de cargas incluso en mayores porcentajes para el uso en determinados motores o el uso de biodiésel puro-, resulta fundamental que el Gobierno incluya este tema entre las prioridades de la agenda productiva que manejan los Ministerios de Energía, Agro-industria, Producción, Ambiente y Transporte, y que el Ministerio de Hacienda al igual que la Jefatura de Gabinete, acompañe en este proceso". El especialista agrega, además, que "es importante que al momento de modificar los impuestos específicos que gravan a los combustibles minerales, se contemple la posibilidad de desarrollar estos nuevos usos de biodiésel, sin que queden contingencias tributarias para los vendedores, como ocurre actualmente".
Vale decir que, según datos de CARBIO, hay hoy pocos países que tengan cortes obligatorios y los que lo tienen son cortes que sólo la producción local puede abastecer. Entre los que obligan al mix se encuentran Brasil, Uruguay, Colombia, Sudáfrica, Australia, toda Europa, los Estados Unidos, Canadá, Indonesia y Malasia (estos dos son productores de palma, por lo cual nadie puede venderle). Y la India estaría pensando en hacer algo de corte.
Molina sostiene que "también es importante que las empresas productoras de biocombustibles habilitadas por el Ministerio de Energía puedan participar en un futuro de los nuevos programas que se implementen, procurándose que haya un tratamiento ecuánime en cuanto a las asignaciones de futuros cupos, en la determinación de los estándares de calidad, en la definición de precios internos de la compraventa de biocombustibles, en el cumplimiento de los mandatos por parte de las compañías petroleras, etc.", dice Molina.
Y añade: "Dichos programas resultan muy importantes no solo para el biodiésel, sino también para el bioetanol. En la Argentina se consumen alrededor de 14 millones de metros cúbicos anuales de gasoil para transporte, agro, industria, etc. y según el año, entre 1,8 y 2,5 millones de m3 adicionales para generación eléctrica. Por lo tanto, la implementación de un programa de intensificación del uso de biodiésel en Argentina, sería muy importante para la industria en general".
Si bien el biocombustible representa menos del 20% de la facturación total de las empresas cerealeras, significa mucho más que eso, porque al no estar ese producto, termina impactando sobre la harina deteriorando toda la cadena.
Es que el 80% del negocio de las cerealeras es harina de soja, pero para hacerla eficiente hay que vender el aceite, que es el subproducto; y para vender el aceite y no depreciarlo en el mercado internacional es necesario transformarlo en biodiésel. Con lo cual se genera la cadena de agregado de valor.
En los los últimos años, a excepción de 2015, el biodiésel logró mejores números de exportaciones que la carne vacuna. Entre 2012 y 2014, cuando se exportaba a Europa, y luego cuando se abrió el mercado africano para hacer blend con el diesel, las ventas al exterior de biodiésel fueron superiores a las de carne. El 2015 fue muy mal año, pero en 2016 y 2017 también sus ventas al exterior superaron a la exportación vacuna. Se facturaron más de u$s 1000 millones, mientras que las exportaciones de carne rondaban los 300 ó 400 millones.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), por sectores, el biodiésel es el octavo sector exportador. Si se le suma al complejo oleaginoso, sería el tercer sector exportador después de porotos y harina, aceite y biodiesel.
En cuanto a derechos de exportación, la tasa promedio que tenía el diesel entre 2012 y 2014 era el 5%, con lo cual si facturan 1000 millones promedio por año, son 50 millones de ingresos fiscales, y 150 en el trienio. En 2016, también fue el 5%, pero la exportación superó los u$s 1500 millones, con lo cual se llegó a 75 millones. Y en la actualidad, la tasa de derecho de exportación fue variando hasta llegar a cero, con lo cual estuvo muy bajo el ingreso fiscal del Estado, unos u$s 20 millones.