MAURICIO MANINI
Añelo, en Neuquén, es el pueblo que crece de la mano del sueño millonario que prometen el petróleo y el gas no convencional de Vaca Muerta.
Amanece en Añelo, un pueblo de Neuquén donde hace años el furor por el petróleo de Vaca Muerta llevó a miles a mudarse para probar suerte. la “fiebre del oro negro” se detuvo en 2016 pero muchos viajeros se quedaron por el sueño de la “Dubai argentina”. Después de los neuquinos, la mayoría de ellos son mendocinos.
Basta hablar con vecinos y caminar por sus calles de tierra y piedra para confirmarlo. “¿De Mendoza? Un montón”, es la respuesta que se repite. Los datos del municipio acompañan: entre 2013 y 2016 pasaron de 2.500 habitantes a 7 mil y hoy estiman que en el día llegan a trabajar otras 7 mil. Para 2034, proyectan tener 35 mil “añelinos”.
La ruta provincial 7 cruza al pueblo por la mitad, con un constante pasar de camionetas blancas, camiones y autobuses. En un momento, se bajan de una tráfic tres hombres serios vestidos de mameluco. “Nosotros tres somos de Malargüe. Disculpá pero ahora estamos trabajando”, contesta el más alto antes de volver al vehículo.
Quien visita Añelo nota una diferencia marcada en las residencias. Hay casas particulares como en cualquier ciudad pero también hay construcciones especiales de cada empresa para sus empleados. A unos pocos kilómetros, son llamativos los trailers y campamentos petroleros.
Matías Ulloa trabaja desde hace más de cinco años para una empresa de servicios y transporte con una base en el pueblo. Este año lo relocalizaron y alterna 14 días de trabajo con 7 de descanso en San Rafael. “Está piola, me está gustando. Yo la paso bien. En serio, vine a conocer el paddle acá y volví a jugar al fútbol”, comenta entre bromas con sus compañeros.
El sol del mediodía pega fuerte mientras el joven remarca la presencia de mendocinos: “Recién venía en el micro y en General Alvear se subieron como cuatro que conozco de por acá. De Capital también hay un par”. Algo que no le gusta es el viento patagónico que, en efecto, con el polvo que levantan los camiones se vuelve muy molesto.
Eduardo Telesca probó suerte fuera del petróleo. Con un típico “donde topa” mientras indica lugares, cuenta que su mujer Lorena viajó hace 4 años de San Rafael y que él esperó a que sus 3 hijos terminaran los estudios (después, la cuarta hija nació neuquina). Vendieron todo y empezaron de cero con un socio armando el almacén “El Guille”, que atiende mientras charla.
Para Telesca, ahora el movimiento es menor pero sonríe confiado en que se reactivará. De todos modos, no le gustan la falta de árboles, lo pesado del tránsito y la cantidad de paros escolares. Vale decir que la ruta 7 es la única entrada y que, como los docentes vienen desde afuera, cualquier corte los afecta.
Los Jaramillo son otra familia “menduca” conocida en la localidad. Ellos llegaron hace cuatro años y hoy la integran 13 personas. Gabriela Jaramillo cuida a los más chicos de la familia mientras el resto trabaja en rubros que van desde hotelería hasta construcción.
Junto a ella disfruta del día franco su cuñada Nerea Martínez y ambas valoran la posibilidad laboral. “Tenés algún comentario de que venís a sacarles el trabajo (a los locales). Trabajo hay, el que quiere se la rebusca”, comenta Martínez mientras mira a lo lejos. Como muchos, ella piensa en su tierra natal mientras agradece a su nuevo hogar.
Vaca Muerta es un yacimiento de petróleo y gas no convencional de 30 mil km2, con una extensión que llega hasta Malargüe. Considerado de los más grandes del mundo, es más profundo que los habituales (está a más de 2.000 metros) y por ende es muy costosa la extracción. Cerca de Añelo ya hay pozos funcionando.
Para tener en cuenta, el pueblo está ubicado a 100 kilómetros de la capital neuquina y, a pesar de ser pequeño, cumplió 100 años en 2015. En 25 minutos se camina de una punta a la otra. En cuanto al nombre, Añelo significaría “médano de la amenaza” o “médano del muerto” en lengua mapuche.
En la casa de madera donde funciona el municipio, el secretario de gobierno Marcelo Venegas cuenta que en 2017 se sostuvieron gracias al gas, un parque industrial y un nuevo matadero. La idea es diversificar la actividad para no depender de un negocio tan variable como el petróleo. Además, Venegas entiende que hay “toda una historia con Mendoza por la cercanía”.
En la misma charla participa Miguel Arriola, encargado de prensa: “Bienvenidos todos los que vengan a trabajar. Los vamos a recibir de la mejor manera pero entiendan que vamos a priorizar a nuestra gente”. Por cierto, hay un simpático dato de color: los dos están casados con mendocinas, una de General Alvear y otra de Capital.
El valor de los productos básicos varía mucho según el local. Incluso, la llegada de un supermercado este año complicó a los “vivos”. Telesca opina que una variación fuerte se da en el pan (ronda los $ 40 x kg) pero que más allá de eso no es diferente del costo de vida en Mendoza.
Un punto en que todos coinciden es el elevado precio de los alquileres, donde una pieza puede costar $ 5 mil al mes mientras que casas chicas de aspecto humilde van de $ 10 a 15 mil mensuales. “Se piensan que cobramos todos como petroleros”, es la queja repetida.
En el municipio consideran que el problema se da por quienes especulan y por empresas que pueden pagarlo. “Una casa para ocho personas a $ 50 mil por mes para una familia es una locura pero para una empresa es más barato que un hotel. Creemos que la solución está en invertir en viviendas y hacia eso vamos”, dicen desde la comuna.
