Hace dos décadas, BP se dispuso a ir más allá del petróleo, adoptando un logo en forma de sol ardiente para ilustrar sus planes de invertir 8.000 millones de dólares a lo largo de una década en tecnologías renovables, prometiendo incluso abastecer sus gasolineras con energía solar.
La transformación -promocionada con el eslogan “Beyond Petroleum” (“Más allá del petróleo” en español)- impulsó la fabricación paneles solares en Australia, España y EEUU, así como la construcción de plantas eólicas en EEUU y Holanda.
Hoy, un nombre más adecuado para la marca de BP sería “Back to Petroleum” (en español, “De vuelta al petróleo”), especialmente después de dejar o recortar sus inversiones en el mercado de energías renovables. Los productos chinos de menor coste trastocaron su negocio de paneles solares, del que la firma se deshizo en 2011. Un año después, BP intentó vender su negocio de energía eólica en EEUU pero no encontró comprador.
“Hemos hecho grandes apuestas en el pasado”, dijo a Reuters en una reciente entrevista el consejero delegado de BP, Bob Dudley. “Muchas de ellas no funcionaron. Aún no estamos seguros de lo que será comercialmente aceptable”.
La cara lección aprendida en la mayor incursión en energía renovable jamás llevada a cabo por una gran petrolera no fue tomada a la ligera por las empresas rivales.
Aunque gobiernos y ecologistas prevén que en una generación la demanda de petróleo alcance su techo, y China e India dicen que podrían llegar a prohibir los automóviles de gasolina y diesel, los jefes de las principales petroleras del mundo no se creen el argumento de que su negocio tradicional sufra una amenaza inminente.
Un análisis de Reuters sobre inversiones de energías limpias y las previsiones de las grandes petroleras, junto con entrevistas exclusivas con altos ejecutivos del sector del petróleo, revelan que la mayoría de las inversiones en fuentes de energía alternativa son simbólicas.
A día de hoy, los proyectos de energía renovable componen alrededor del 3 por ciento del gasto anual conjunto de las cinco petroleras principales, según la consultora de energía Wood Mackenzie.
En cambio, BP, Chevron, Exxon Mobil, Royal Dutch Shell y Total están exprimiendo sus activos de exploración y refino para financiar la retribución a los accionistas y reforzar sus balances contables de cara al futuro. Creen que podrán entrar en nuevos sectores energéticos más tarde con la compra de empresas o tecnologías que hayan demostrado su rentabilidad.
“No hay señal de un cénit en la demanda de petróleo ahora mismo”, dijo el consejero delegado de Chevron, John Watson, un economista de formación que se jubilará a principios de 2018. “Prevemos ver un aumento de la demanda del crudo durante los próximos 10 o 20 años”.
La Agencia Internacional de la Energía prevé un aumento del 10 por ciento en la demanda del petróleo hasta 2040, reflejando el consenso existente entre las petroleras. La estimación más temprana para alcanzar el techo en la demanda por parte de una petrolera es para finales de la próxima década y fue realizada por el consejero delegado de Shell, Ben van Beurden.
La historia demuestra que las transiciones energéticas --de la madera al carbón y del carbón al petróleo-- llevan mucho tiempo. La contribución del carbón al consumo de energía mundial aumentó recientemente al 28 por ciento y se mantiene por encima del porcentaje ocupado por gas natural, aunque por debajo del tercio que supone el petróleo.
El beneficio, si es que lo hay, del interés que llevaban mostrando las grandes petroleras en las energías renovables no está claro. Ninguna de las “major” revela los beneficios de sus proyectos solares, eólicos y de biocombustibles.
Inversores como Alasdair McKinnon, gestor de cartera en Scottish Investment Trust, cree que el petróleo seguirá teniendo accionistas durante mucho más tiempo.
“No hay en el horizonte una alternativa viable a los combustibles fósiles”, dijo McKinnon. “No estamos convencidos de una destrucción a largo plazo de la demanda del petróleo”.
La confianza en el futuro que le queda por delante al petróleo se basa principalmente en el aumento del consumo por parte de las economías emergentes. Exxon prevé que el transporte requerirá un 25 por ciento más de gasolina para 2040, impulsado por el crecimiento en Asia. El análisis de Chevron de los mercados de India y Nigeria, por su parte, concluye que es poco probable que se construyan las infraestructuras requeridas para los coches eléctricos.
Los coches suponen alrededor de una quinta parte del consumo de petróleo, según las estimaciones de BP. Así que aunque los coches eléctricos llegasen al mercado de masas, las petroleras todavía tendrían una demanda creciente de los sectores de transporte aéreo, ferroviario y de camiones.
El gas natural --por el momento un negocio más pequeño que el petróleo para muchas de las grandes petroleras-- puede crecer hasta suponer casi una cuarta parte de la energía usada, sustituyendo al carbón para generación eléctrica y en usos alternativos en química, prevén estas empresas. El gas natural también puede generar la energía que necesitan los coches eléctricos.
Aunque Shell prevé que el cénit en la demanda de petróleo llegará antes de lo que esperan sus rivales, la petrolera angloholandesa se está preparando para esa expectativa en gran parte con masivas inversiones en gas natural.
La empresa gastó 54.000 millones de dólares el año pasado en la compra de BG Group, que basa la mitad de su producción en gas. Chevron, Exxon y Shell han invertido recientemente miles de millones de dólares en nuevos proyectos de gas natural líquido por todo el mundo.
Exxon rechazó hacer comentarios para este artículo.
Los críticos de la estrategia prudente de las petroleras hacia las energías renovables --entre los que se incluyen grandes inversores-- dicen que las empresas no están demostrando amplitud de miras al confiar en que la transición será lenta o en que un tipo de combustible fósil sustituirá paulatinamente a otro.
Estos argumentan que, del mismo modo en que el gas natural barato está sustituyendo al carbón, la energía eólica y la energía solar, todavía más baratas, llegarán a sustituir al gas.
El sur de Australia pronto se convertirá en un campo de pruebas para un proyecto que podría allanar el camino para que las energías renovables suplanten a los combustibles fósiles en picos de demanda eléctrica. Se trata de una combinación de un parqué eólico con una instalación de almacenamiento conectada a la red realizada por el fabricante de coches eléctricos Tesla y el operador Windlab Ltd.
Las empresas de combustibles fósiles necesitan reorientarse rápidamente hacia la baja rentabilidad de las industrias solares y eólicas, dijo Jules Kortenhorst, antiguo ejecutivo de Shell que dirige el Rocky Mountain Institute, una organización sin ánimo de lucro de investigación energética.
“No se puede pasar de un tipo a otro de la noche a la mañana”, dijo Kortenhorst. “Los sueldos de la industria del petróleo y el gas están basados fundamentalmente en la creencia de que el mundo no puede crecer económicamente sin los combustibles fósiles”.
Llegar a alcanzar la misma cuota en el mercado de las renovables que actualmente tienen las principales petroleras en el sector del crudo y gas requeriría una inversión de alrededor de 350.000 millones a lo largo de los próximos 18 años, estima Wood Mackenzie. Dicho gasto supondría un recorte en los generosos dividendos que los accionistas de las petrolíferas esperan recibir.
“Creemos que cambiar su modelo de negocio será un desafío real para estas empresas”, dijo Nathan Fabian, director de políticas de Principios para una Inversión Responsable (PRI, por sus siglas en inglés), un grupo apoyado por las Naciones Unidas.
PRI tiene directrices que instan a un análisis de inversión que sopese problemas sociales, de medio ambiente y de gobierno. Sus principios han sido adoptados por inversores con activos bajo gestión de 70.000 millones de dólares.
Las petroleras han llevado a cabo inversiones relativamente modestas en un amplio abanico de tecnologías renovables. Chevron tiene una serie de pequeños negocios en el sector solar y eólico; Shell invierte en el etanol que proviene de la caña de azúcar en América Latina, en parques eólicos en EEUU y estaciones de carga de coches eléctricos en Europa; y BP todavía es propietaria de las plantas eólicas en EEUU que en su momento intentó vender.
John Browne, que como CEO de BP hace dos décadas ayudó a lanzar las primeras inversiones en renovables de la petrolera británica, dijo que todavía sigue creyendo que el sector de las renovables crecerá.
“Llevará tiempo”, dijo en una entrevista con Reuters el mes pasado. “Y tienen tiempo”.
Shell prometió invertir hasta 1.000 millones de dólares al año hasta 2020 en lo que llama “nuevas energías”.
Total dijo este año que se gastaría 500 millones de dólares al año en el desarrollo de energías alternativas. Pero poco después del anuncio, reveló que adquiría Maersk Oil por 7.500 millones de dólares, en el marco de una plan para extraer más crudo en el Mar Norte noruego.
El pasado octubre, el consejero delegado de Total, Patrick Pouyanne, explicó en una conferencia sobre petróleo en Londres el foco economice de la cuestión.
“Cuando preguntas al cliente cuál es su prioridad, ya sea en economías desarrolladas o en países emergentes, el precio es lo que se sitúa en primer lugar”, dijo Pouyanne. Un cambio brusco hacia las renovables, añadió, “podría infligir importantes daños económicos y sociales a nuestros 6.000 millones de clientes”.
Exxon Mobil está fomentando la investigación en biocombustibles en unión con la firma de modificación genética Synthetic Genomics para conseguir que las algas produzcan más lípidos, un sustituto del petróleo. La empresa no ha dado muchos detalles sobre su inversión, pero dijo que la iniciativa estaba todavía lejos de la explotación comercial. En comparación, Exxon destinó 5.600 millones de dólares en activos de petróleo no convencional en Estados Unidos.
Algunos de los mayores clientes de la industria del petróleo están planeando mudarse a las alternativas renovables, especialmente en transporte, que supone alrededor de un cuarto del consumo anual de energía.
Ford Motor Co reveló a principios de este otoño que intentaría que en 2030 un tercio de sus ventas fuesen de coches de batería eléctrica y otro tercio híbridos impulsados por electricidad y gas.
Una startup respaldada por Boeing Co y JetBlue Airways Corp anunció recientemente sus planes para fabricar un pequeño avión híbrido que emplearía baterías de Tesla y Panasonic Corp.
Sin embargo, las firmas de petróleo continúan previendo un crecimiento importante de los combustibles líquidos. Exxon pronostica que un 90 por ciento de la industria del transporte seguirá confiando en el petróleo de aquí a 2040.
BP espera que la flota mundial de coches se duplique hasta los 1.800 millones de vehículos en 2035, de los que sólo 75 millones estarían alimentados por electricidad.
“Está por ver si los (coches eléctricos) pueden distribuirse sin necesidad de grandes subvenciones” de los gobiernos, dijo Watson, el CEO de Chevron, a Reuters. “Eso es lo que estamos viendo ahora”.